Siento la presencia de la muerte en mi habitación, husmeando los recodos de la vida que transito desde los años concientes de estar aquí. Infaltable compañera que desciende cada noche entremezclándose con los sueños, o acaso ¿sabemos si estamos vivos o muertos en ese dormir cuya densidad nos atrapa durante un lapso a veces interminable? Todo sucede en la mente. Todo es una imagen mental que vamos creando a medida que crecemos.
Alguien me preguntó una vez si estaba segura de haber vivido aquello que recordaba de la infancia o si tal vez estaba agregando personajes, memorias de otros, inventando escenarios que nunca pisé y la vida de otra mujer que no soy. Ante el espejo veo mi alma y hallo eternidad. No hay arrugas, no hay edad ni pasado, todo es HOY. Todo es una luz que nace de las pupilas y enfoca la privacidad del Ser, aquella que mostramos ante unos pocos capaces de entender lenguajes donde la alquimia es moneda frecuente.
Palabras cifradas en versos que destilan pociones mágicas no absorbidas ni comprendidas por todos. Una mujer camina a diario por las venas donde también circula esa fuerza masculina cuyo vigor permite sentir el fuego laborioso de nuestra misión. Soy hembra y soy macho de una especie que no abunda en paisajes comunes. Procuro la no extinción para continuar este legado de vidas pasadas, presentes, tal vez del mañana.
Mientras tanto huelo esa presencia inquieta acompañando el murmullo del teclado. Un piano que solamente mis oídos saben escuchar resonando pulsos como caricias, sanando fracciones del cuerpo que pudiesen aún conservar vestigios de heridas. La piel muta. La piel va despellejando recuerdos hasta alisar sus formas y darles un nuevo tono. Entre notas esparcidas por unas manos ejecutantes de sincronías puedo continuar el texto que no va hacia ningún lado, que funde la sangre creciente en un impulso feroz de escribir la danza de letras bordeando el misterio a mi alrededor.
Nunca estamos solos. Siempre podemos percibir la presencia infaltable de aquella circunstancia que nos corteja desde que nacemos. Respiro hondo.
Estoy viva. Exhalo fuerte. Estoy viva. Un suspiro suelta la cuerda umbilical y nazco otra vez. Estoy viva. A cada hora, en cada anochecer de luna cíclica y el horizonte que se oscurece ante el crepúsculo. Me reconozco segura del tiempo presente, hacedora de milagros cuyo arte principal consiste en tener FE.
Soy una con el universo. Soy Mujer y soy Hombre. Soy niña y anciana. Soy la Nada y soy el Todo. Venerada hembra que ha parido la existencia de tantos y renueva los frutos para eternizarse alrededor del sol. Es tiempo de otoños cambiantes y reflexivos. Es minuto de ahondar en las palabras del vientre y reconocer el aullido de LA voz. Llega la noche. Estoy viva. Se abren espacios desiertos que poblaré de respiraciones. Nada más que eso.
Respirar para vivir. Respirar para sentir que estoy viva. Respirar para amarme y amarme para aceptarme. La melodía va finalizando su conjuro, bella compañía en la creación. Mi cuerpo se detuvo durante este lapso en el núcleo principal, donde yacen las respuestas nunca tardías. Y vibró mi alma. Corrieron ágiles los dedos entre vocales. Saltaron versos dispuestos a empapar una o dos hojas en blanco. Aspiré nuevamente la vida que, sin irse de mi lado, fue partícipe del anochecer sin melancolías.
Karina "Mariposa" Roldán: publicado en el periódico Correvedile de Barranquilla, Colombia.
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