-por Claudia Rafael-
“Cuando éramos chicos, éramos libres. Teníamos la libertad de hacer la vida del indígena de relación con la naturaleza, sin presencia del criollo que perjudica mucho nuestro vínculo con lo natural”. Félix Díaz a APe
(APe).- Quería llorar y no le salía. En esa noche larga y arrasadora las vacas de un criollo se le devoraron toda su cosecha. Roberto López sintió con la fuerza demoledora de la destrucción la cercanía del final. Asomó como cada mañana a la pequeña plantación de mandioca y descubrió sus sueños transformados en nada. Meses más tarde, las balas policiales harían lo mismo con él y lo dejarían sin vida durante la lucha de su pueblo Qom sobre la ruta provincial 86, de la provincia de Formosa.
Su historia es la de estos 519 años de conquista. Treinta millones de hectáreas saqueadas a los pueblos originarios y repartidas durante la campaña al desierto en esa alianza indisoluble gestada entre los dominadores de las riquezas y las fuerzas represivas de cada tiempo. Paso a paso se fue arrasando con los territorios de hombres y mujeres que vivían de la tierra y sostenían la generosidad como vínculo cardinal. Los Qom son apenas un diminuto símbolo de un todo mucho más cruel. Poco a poco se les fue arrasando toda primavera, diluyendo toda utopía, hundiendo sus vidas en abandonos, olvidos y enfermedades.
Tan lejos de esa historia ancestral de 8000 años, tejida entre libertades y jaguaretés en el Gran Chaco. En tiempos en que el líder de la tribu era el más valiente, el que atrapaba al tigre en la selva abierta y salvaje. Hoy, ni tigres quedan.
De las 5000 hectáreas que el decreto 80.513 de 1940 les otorgó, nada les queda. Fue por aquel tiempo en que la familia del criollo Rosario Celia recibió del gobierno un trozo de esa tierra. Once años más tarde veían construirse en otro tramo el Parque Nacional Pilcomayo que ocupó incluso una parte de la Laguna Blanca que nutría las vidas de los Qom. Poco a poco y sin miramientos les iban arrancando la tierra. Y años más tarde, el gobierno provincial de Formosa en un gesto de oprobio y burla les concedió parte de las tierras del Parque Nacional que no le pertenecían.
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Felix Díaz es desde hace tiempo el dirigente de la comunidad. Con él, los Qom salieron a la ruta, pelearon por su vida y llegaron a la gran capital de donde los conminarían a irse como condición extorsiva para negociar lo que en breve se mostraría como una entelequia.
El hombre habla pausado. Dice que alguna vez el tiempo mostrará que su pueblo caminó siempre con la verdad en sus manos y en su voz. A horas de conocerse el video que mostró cada una de las escenas de la represión del 23 de noviembre en que policía y gendarmería arrebataron la vida de López, Felix Díaz cuenta a Ape que nada ha cambiado. Que la justicia es palabra ajena “porque es parcial, porque favorece al gobierno, porque Gildo Insfran es el responsable del despojo de nuestras tierras en complicidad con la familia Celia. Todo esto, sabe…es una cosa que arman ellos mismos. Para nosotros, todo sigue igual”.
La provincia de Formosa tiene índices de crueldad. La mortalidad materna es del 15 por mil; la mortalidad infantil es de 20,5 por cada mil. Casi siete de cada diez formoseños no tiene cobertura social. Pero para los pueblos originarios es mucho peor aún. “No tenemos red de agua. Y antes del 23 de noviembre nos la traían en tanques cisternas pero ya no. Ni siquiera del Parque Nacional nos dan. Nos la niegan… ¿Que cómo la juntamos? El que puede, tiene aljibe. El resto, junta en bidones. O se saca en baldes de los esteros”.
En el verano, junto al agua llegan las enfermedades. Ahora, “la neumonía es el mayor problema entre nuestros niños. Aunque también nos afecta mucho la tuberculosis y creemos que el Mal de Chagas pero no hay análisis, no hay diagnósticos. No hay médicos a los que les interese nuestra salud. Vivimos en el campo, rodeados de plagas que muchas veces nos afectan pero no sabemos y no podemos…”
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Son unas 800 familias que suman 4200 personas. “Tenemos más o menos 1500 criaturas. Y la mayoría son jóvenes de 10 a 17”.
Hay una escuela secundaria a medio construir y dos primarias: la 308 “Patricias Argentinas” y la 291 “Nicolás Avellaneda”. Tan ajenas en sus nombres. Tan ausentes a la historia Qom. Tan contrasentido de toda historia original. Felix narra. “La educación es pésima. Los maestros viven de licencia”.
El hombre nació allí, como también sus padres y sus abuelos. “Siempre acá, ¿vio?. Este es nuestro territorio. Hemos habitado este sitio tan hermoso, tan rodeado por naturaleza…ha sido siempre un lugar tan especial. Un sitio para la espiritualidad donde uno puede subsistir a través de las frutas, de la pesca, de la leña. Aunque todavía usamos leña, porque no tenemos acceso a ninguna clase de energía o de gas. Tampoco tenemos cocina”.
La vida cotidiana es un proceso colectivo. “Muchos trabajan de la siembra. Algunos hacen changas. Otros fuera de la colonia. Pero la generosidad está siempre. El nuestro sigue siendo un trabajo colectivo”.
Persisten esos lazos a pesar de los mazazos de décadas que les fueron asestando golpes y miserias. “Cuando éramos chicos, éramos libres. Teníamos la libertad de hacer la vida del indígena de relación con la naturaleza, sin presencia del criollo que perjudica mucho nuestro vínculo con lo natural. Con esa idea de cuidar el ganado y de que nadie entre en el campo por miedo a que se les roben las vacas, las ovejas o las gallinas, ponen alambrados para que nadie entre. Nuestro territorio se redujo y pusieron custodia policial para cortar nuestra libertad junto con ganaderos que usan armas”.
Como aquel 23 de noviembre. “Fue un día muy triste. Recuerdo las golpizas a nuestras ancianas. Ellas danzaban, oraban, pero la policía igual les vino encima. Tenemos una hermana que quedó invalida por aquella represión. Esto no le importa ni al gobierno nacional ni al provincial. Nada nos hacen con sus estrategias. Pueden inventar cualquier cosa pero somos concientes de que nuestra lucha es recuperar la tierra. Ya no queremos que nos digan los salvajes, los terroristas, los delincuentes. Defendemos nuestro derecho sobre la tierra”.
El video –ése que un multimedio dio a conocer en el contexto de su propia puja brutal con el gobierno- muestra cómo le plantaron un arma a López luego de haberlo asesinado. Cómo corrían a las mujeres de toda edad con sus niños en brazos, cómo golpeaban, disparaban o abandonaban a Sixto Gómez ensangrentado.
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Adoum hablaba de López, de Félix, de Erma o Benjamina, de Paulino que se murió solo dentro de la choza, de Yael o de Melanie, que estuvo sentadita en el acampe de la 9 de Julio con un par de globos entre las manos. El ecuatoriano Adoum hablaba de tantos como los Qom cuando escribió que aquí nací llorando la llovizna y he sembrado en el surco con mis dientes;
bajo el arenal está mi territorio donde vive mi padre añadiéndole un pétalo a cada rosa que se quiebra.
En la “Patricias Argentinas” o en la “Nicolás Avellaneda” no se lee a Jorge Enrique Adoum ni tampoco al boliviano Shimose cuando escribió que golpeo las páginas de los periódicos, derribo puertas, venzo máscaras y cachiporras, traspaso los umbrales de la historia, ¡soy!.
Son peligrosos los poetas como los pueblos que siguen cantándole a la generosidad y a la vida. Son peligrosos con sus sueños y su grito ancestral por la tierra. Son peligrosos los nadies, diría Galeano cuando se ponen en pie y se plantan ante los marioneteros de la historia.
Fuente: APE
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