miércoles, 31 de agosto de 2011

NOTA DE OPINIÓN


La estupidez de Belgrano y Moreno

Por Carlos del Frade   


   
(APe).- El 20 de junio es el día de la bandera por una mentira más de la historia oficial.

Ese día, en realidad, es la muerte de Manuel Belgrano. Tenía cincuenta años y no tenía con qué pagarle a su médico de cabecera. Tuvo que darle una incrustación de oro que tenía en su boca como forma de saldar su deuda.

Belgrano dejó toda comodidad personal, resignó su suerte individual detrás de su pasión por construir una nueva y gloriosa nación sobre la faz de la Tierra, donde la independencia y la igualdad sean celebradas por las generaciones que siguieron a la suya, la que había inventado el nuevo país en el sur del mundo.

A principios de 1900, alguien abrió la tumba de Don Manuel y tuvo la osadía de robarle un diente. Al otro día escribieron en un diario que no podía ser que le robaran un diente al prócer que menos comió en la historia argentina.

Ahora que el bicentenario pasó de moda, que ya se juntaron multitudes para recordar el hecho, vendría bien repasar esas vidas jugadas en clave de la suerte colectiva.

Pensar en alguien como Mariano Moreno, el primer desaparecido del país porque estaba convencido de que había que pelear contra la riqueza acumulada en algunos pocos individuos para que la felicidad fuera de los que son más.

En diciembre de 1810, cuando alguien brinda por el futuro emperador del Río de la Plata, Cornelio Saavedra, el secretario de la junta se indigna y publica una ordenanza con fuerza de ley que prohibía los actos en honor a los funcionarios y asegura que el salario del presidente debía ser igual al de un maestro.

El dinero y las propiedades de aquellos que conducían el destino del país no podían estar muy lejos de la realidad de los habitantes del lugar.

No entraba en la cabeza de hombres como Belgrano, Moreno, San Martín o Artigas, entre otros.

Pero los tiempos cambiaron y mucho en esta geografía atribulada.

La información dice que “la mayoría de los ministros del Gabinete de Cristina Kirchner incrementaron su patrimonio durante 2010, en porcentajes que varían entre el 12 y el 64 por ciento, con excepción de Débora Giorgi y Carlos Tomada, cuyos bienes descendieron en valor. La Presidenta apostó a la inversión financiera y así incrementó su capital hasta los $ 70,5 millones, según la última declaración jurada de bienes presentada ante la Oficina Anticorrupción”, dicen los distintos medios de comunicación del país fundado por Belgrano y Moreno, entre otros.

Los actuales funcionarios son millonarios. Tienen dinero y propiedad que son inimaginables para el noventa por ciento de los argentinos.

Los que gobiernan hoy la Argentina, ratificados en sus cargos en las elecciones primarias recientes, forman parte de una selecta minoría, la antítesis de lo que soñaban aquellos fantasmas que poblaran las láminas escolares y los recientes recuerdos del bicentenario.

No se trata de una burda acusación sin fundamento. Nadie apunta a maniobras delictivas. No. Simplemente es fundamental analizar estos datos de las fortunas de los gobernantes argentinos. Hacer un contraste de esas riquezas con lo que sostuvieron los fundadores del país.

Porque si Mariano Moreno y Manuel Belgrano eran dos imbéciles es hora de comenzar a construir otros monumentos, donde los próceres sean aquellos que tuvieron mucho dinero.

Porque en la Argentina de 2011, los gobernantes herederos de aquella proeza de inventar el país dos siglos atrás, no tienen nada que ver con esos valores.

Porque en el presente, las minorías enriquecidas son bendecidas por el apoyo popular de las mayorías que pasan muchas necesidades.

Un presente que, por lo menos,  Moreno y Belgrano cuestionarían.


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