11 de septiembre: DÍA DEL MAESTRO
Como olvidarte maestra mía. Representás una entre millones. Desde mi inicio, hasta hoy, perdura tu perfume de vidas y misterios que fuiste abriendo ante mis ojos puros y ávidos de aprender.
Tus ojos y la sonrisa, muchas veces cómplice, humedecen mis ojos cada vez que te recuerdo. Fuiste y serás mi segunda madre. Esa que defendía a sus cachorros y a veces se enojaba cuando la travesura afloraba desde nuestro interior.
No recuerdo haberte escuchado gritar, ni siquiera levantar la voz. ¡Cuánto me has dado en la vida! Si pudiera volver a verte te mostraría que, aquel niño que conversaba mucho, se levantava de su pupitre a cada rato y doblaba las puntas del cuaderno, hoy es un hombre –padre y abuelo- que siguió la senda que le marcaste y nunca se apartó de ella.
Querida Maestra mía. Queridos maestros y profesores de mi vida. Dios los bendiga y proteja de tanta desidia y olvido. Gracias por todo lo que me enseñaron. Gracias por enseñarme a vivir honestamente y mostrarme el camino del esfuerzo, respeto, amor, dignidad y trabajo.
Dios te bendiga donde estés. Seguramente enseñando a millones de almas que econtraran en tus ejemplos el bálsamo de la paz y la felicidad que, quizás, no lograron en este mundo.
Maestras, docentes, amigos… Todos los días… un día de reconocimiento por la labor que desempeñaron y siguen desmpeñando. Quienes así no lo entiendan, serán huérfanos de todo conocimiento. ¡FELIZ DÍA… MAESTRA!
Oscar Fernando Baró. Un alumno agradecido
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