jueves, 6 de noviembre de 2014

LOS CREADORES LITERARIOS

MATAR A LEOPOLDO

Los ojos de la cara de Leopoldo
eran faroles sobre el lodo
de la calle Pueyrredón,
tocaba el bandoneón como los dioses,
le sobraban los amores
y algún que otro desamor...



 Los bares para él eran refugios
de nostalgia y rollos turbios,
de nostalgia y soledad;
también los del azahar con naipe en mano,
hasta ese oscuro Mayo
cuando tuvo que escapar
después de apalear a ese fulano
que sacó chapa de malo
y lo quiso verdugiar.

Cazó la ropa, algunas provisiones
y se fue para Misiones
a la casa de Don Luis,
que era un amigo de la flía,
un puntero menemista
retirado de la transa
que ahora dedicaba su tiempito
en criar sus caballitos
y cantar cada mañana
la zamba de la desesperanza,
acompañado por la gracia
de Leopoldo al bandoneón.

Una tarde galopaba entre sus venas
la impaciencia de la pena
del vicio encarcelau;
miró a lo lejos entre los yuyales
una casa y dos frutales
cruzando el alambrau.

Un gordo en delantal abrió la puerta
y Leopoldo con firmeza
y altivez se presentó,
y pudo ver detrás del gordo amable
cuatro mesas, paisanaje
y una dama al mostrador.

 Lo invitaron a jugar una partida
con esa antipatía
de la hombría coloquial;
mamera tremebunda y quilombera
se agarró esa tarde negra
nuestro amigo en ese bar...

"¡Que esto no es un bar, es pulpería,
porteño e' porquería!"
le gritaron con afán;
Leopoldo no hizo caso a las ofensas
porque aquella dama escueta
lo empezó a relojear...

Y él que es duro, atroz, pero no frío,
y Pinocho no es de vidrio,
se la quiso levantar.

De pie se puso y dibujando zetas
se acercó a la moza e' trenzas
y empezó con su historial
de amores, desamores y otras yerbas,
resaltando su belleza
sobre todas las demás.

"¡Esa es mi mujer!" -gritó un paisano,
"¡Un paso atrás, o lo desarmo
en pedacitos con mi faca!"
-"No soy ni Martín Fierro ni Pereyra,
ni Segundo, ni Moreira,
¡Pero soy Leopoldo Mata!,
me voy con mi paisana; la rescato
de este ambiente para zainos
todavía a destetar!"

El paisano lo siguió hasta la puerta,
e intentó la traicionera
 con la faca en la costilla
y Leopoldo, ganándole de mano
se dió vuelta y le hizo un tajo
en el cuello y en su vida.

Sudando como monja con atraso
se subió al primer caballo
con su moza y escapó;
Don Luis jamás volvió a saber de él,
mucho menos que en un mes
la fortuna lo abrazó...

Ganó la Lotería y se mudó
al corazón de Nueva York,
en el polvo de las Torres;
la moza ahora monta una empresita
y Leopoldo una pancita
de confort sin depresiones...

La moza va adquiriendo más Poder,
y Leopoldo es un burgués
but without satisfaction;
la moza llega siempre a cualquier hora
y él la espera con la copa
especulando fascination...

La moza lo abandona por un gringo
y él se entrega a su fiel tinto
en los bares argentinos;
nunca aprendió bien el inglés,
pero sí a dar un revés con la faca entre las manos.

Y así llegó Leopoldo hacia su ocaso,
de su tripa y corazón
sin fortuna y sin amor;
perdió su Patria por atolondrado
y ahora toca el bandoneón
en un tren de Nueva York.

GABRIEL CRUZ

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