La visita es blindada, aún cuando Francisco no utilice vehículos blindados. Pero es muy riesgoso, en Egipto, decir "No" al terrorismo fundamentalista que abusa del nombre de Dios justificando el odio y la violencia.
Una misión de 2 días en El Cairo, a 3 semanas de los más recientes atentados que ensangrentaron el Domingo de Ramos de los fieles coptos, un viaje que nunca fue puesto en discusión ni por las bombas ni por la situación, pero la decisión de Francisco fue mostrarse presente en situaciones de violencia, de conflicto porque es verdad que resulta casi hipócrita invocarse a sí mismo como mensajero de paz desde la Plaza San Pedro.
La agenda es complicada: terrorismo, diálogo con el Islam, abrazo ecuménico con los cristianos de la Iglesia copta, Conferencia de P az convocada por Ahmed Tayyeb (Gran Imán de al Azhar, la universidad sunita), entrevista con el presidente Abdel Fattah al Sisi, comprometido en frenar la amenaza yihadista, y la misa en el estadio Air Defense Stadium o “Estadio 30 de Junio”, en la Villa del Deporte de la Aeronáutica militar, construido por el Ministerio de la Defensa egipcio para celebrar las proezas de la defensa aérea durante la guerra contra Israel que concluyó en 1970..
Francisco visitó la residencia patriarcal del papa Copto Tawadros II, en el viejo Cairo cristiano y que incluye la catedral dedicada a San Marcos, donde en diciembre de 2016, durante los festejos por el “Mawalidˮ, el aniversario del nacimiento de Mahoma, una bomba explotó a poca distancia de las oficinas del Patriarca y provocó la muerte de 29 personas además de 31 heridos entre los fieles.
Tawadros II dijo a Jorge Bergoglio: "Ustedes han seguido las huellas y el camino de su intercesor Francisco de Asís: hace casi mil años él se detuvo en Egipto y, con el sultán Al Kamel, hizo una de las experiencias más importantes del diálogo intercultural en la historia, un diálogo que se renueva hoy con su visita que confirma que el diálogo es la vía y el puente que une a los pueblos y es constante esperanza de la humanidad durante el curso de los siglos".
Después añadió: "No les ocultamos, Santidad, que en los últimos meses nuestra Iglesia y nuestra patria han vivido experiencias dramáticas y dolorosas, cuando la mano culpable del terrorismo se armó para asesinar a personas inocentes que rezaban sin temor en compañía de su Salvador".
Ningún grupo ha reivindicado el secuestro. 6 meses después de su secuestro, el general Abbas Ibrahim, jefe de la Seguridad general libanesa, llegó a revelar el lugar en el que se habrían encontrado los 2 obispos secuestrados, y comenzaron "contactos indirectos" con los secuestradores para obtener su liberación. Pero no hubo ningún resultado concreto.
En la misa, el Papa pronunció la homilía en italiano y 1 de sus 2 secretarios particulares, el egipcio Yoannis Lahzi Gaid, traducía al árabe.
Francisco comentó el pasaje del Evangelio que narra el encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, dijo: "Ellos no podían creer que el Maestro y el Salvador que había resucitado a los muertos y curado a los enfermos pudiera terminar clavado en la cruz de la vergüenza. No podían comprender por qué Dios Omnipotente no lo salvó de una muerte tan infame.
¡Cuántas veces el hombre se auto paraliza, negándose a superar su idea de Dios, de un dios creado a imagen y semejanza del hombre!; ¡cuántas veces se desespera, negándose a creer que la omnipotencia de Dios no es la omnipotencia de la fuerza o de la autoridad, sino solamente la omnipotencia del amor, del perdón y de la vida!".
En el mundo árabe, aterrorizado por el yihadismo, el amor al prójimo, la caridad sin límites es tan revolucionario como lo fue en el imperio romano. El Papa advirtió que "la experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve orar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad; de nada sirve cuidar las apariencias, porque Dios mira el alma y el corazón y detesta la hipocresía. (...)
La verdadera fe es la que nos hace más caritativos, más misericordiosos, más honestos y más humanos; es la que anima los corazones para llevarlos a amar a todos gratuitamente, sin distinción y sin preferencias, es la que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar; es la que nos lleva a difundir , a defender y a vivir la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto y de la fraternidad; nos da la valentía de perdonar a quien nos ha ofendido, de ayudar a quien ha caído; a vestir al desnudo; a dar de comer al que tiene hambre, a visitar al encarcelado; a ayudar a los huérfanos; a dar de beber al sediento; a socorrer a los ancianos y a los necesitados. La verdadera fe es la que nos lleva a proteger los derechos de los demás, con la misma fuerza y con el mismo entusiasmo con el que defendemos los nuestros".
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