OPINIÓN / LAVA JATO EN ARGENTINA
Por LUIS ALEJANDRO RIZZI (*)
(U24) - El diccionario dice que “corromper” significa echar a perder, depravar o pudrir algo, en términos más vulgares, la corrupción sería un abuso en una sociedad con usos sanos o normales.
En este supuesto como decía Ortega la fortaleza de los usos y costumbres, se encargaban de corregir al “abuso”. Ahora bien cuando el “abuso” se generaliza, se convierte en uso y allí ya es necesaria una tarea mucho mas complicada que es la de instaurar nuevos usos.
En una sociedad de usos incorrectos, el abuso seria la excepción, dada por las minorías que conservarían los buenos usos.
Somos conscientes que hoy día, no solo en nuestro país, la “corrupción” se ha naturalizado, quiero decir la hemos asumido como una práctica normal que traducimos en creer que toda infracción tienen “arreglo”.
Esta naturalización se ha consagrado en el sistema legal mediante las llamadas “leyes del arrepentido” que en líneas generales consisten en una amortiguación de la pena que podría corresponder, en el modo de su cumplimiento o bien en su lisa y llana eliminación.
En mi opinión es un modo de convalidar el abuso ya que un “arrepentimiento” a tiempo, como decía aquella canción que popularizó Nacha Guevara allá por la década del 80, “…y la vida recupera su sentido”.
También es cierto, tal como creo que dijo el juez Sergio Moro, que gracias a los arrepentidos se puede investigar y reprimir este tipo de delitos, pero también es cierto que hoy es más fácil seguir lo que llamamos la “Ruta del Dinero”, y cada vez será más difícil sino imposible usar dinero que no se pueda justificar.
Esta cuestión de la “corrupción” está de moda como consecuencia de lo que está ocurriendo en Brasil dónde en poco más de un año el Poder Judicial encausó y detuvo a más de mil dirigentes, entre empresarios y políticos.
Acá la corrupción parecería importar poco y el Poder Judicial solo ha logrado detener a Ricardo Jaime, Lázaro Báez, José López y el jardinero del matrimonio “K”, Ricardo Barreiro, quien recientemente fue condenado a 18 meses.
Paradójicamente las contracaras de ellos, los empresarios del transporte por el lado de Jaime, los funcionarios que “negociaban” con Báez de alto nivel y otros empresarios de la obra pública gozan de excelente salud procesal.
Es cierto sobran imputaciones y procesos pero se tramitan como si se estuviera esperando la llegada de la “prescripción” o los beneficios del llamado “garantismo”.
Recordemos que cuando aún era ninistro Roberto Lavagna, él denunció al “cártel de la obra pública”, pero se cuidó muy bien de seguir adelante.
¿Se imaginan el servicio que hubiera sido a la República denunciar ante la Justicia esas supuestas prácticas corruptas en ese momento?
Se discute si es conveniente detener a Cristina K en las causas en la que ha sido procesada y parecería que el gobierno la quiere ver en libertad ya que podría ser, según piensan algunos ideólogos electorales, la carta de triunfo de “Cambiemos”.
No se si nos damos cuenta a los extremos que hemos llegado y en ello Lilita Carrio tiene razón en cuanto afirma que de hecho habría un cierto nivel de protección.
Dar señales de que es conveniente que Cristina continúe en plácida libertad es un modo sutil de protección que incluso excede a su persona y se extiende a funcionarios de su gestión.
Es un modo de corrupción la pasividad con que el gobierno contempla el desastre de Santa Cruz y que los chicos que tanto preocupan en otras jurisdicciones, estén sin clases durante más de 50 días y los que seguirán.
Esa pasividad tiene un motivo que personalmente me parece miserable y mezquino, hundir a Alicia Kirchner y al FPV en su propia m....a.
El bien común exige la intervención federal de la Provincia para sanearla y allí se producirá el merito político, pero al mérito no se llega por la inacción o la especulación bartolera.
Todo esto son usos corruptos que reitero hemos naturalizado y muchos prefieren que otros no tengan oportunidad para decir lo que saben o para arrepentirse en el genuino significado de la expresión.
La corrupción no es solo exigir y aceptar coimas, es un modo de vivir; y entre la gente “honesta” según nuestros usos, puede esconderse, esa corrupción que llamamos, con sana hipocresía, “lo políticamente correcto”.
No se si hay obscenidades morales, de lo que estoy seguro que hay morales obscenas y quizás esta sea una de nuestras enfermedades como sociedad.
(*) - Abogado especializado en Derecho Comercio, con experiencia en la gestión del aerocomercio.
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