miércoles, 17 de agosto de 2011

SOCIEDAD


Los argentinos y la baja calidad en el agua corriente

En pleno siglo XXI, el 12,4 por ciento de los hogares argentinos no cuenta con suministro de agua corriente de red, llegando la cifra al 26,1% en el Conurbano bonaerense. Las fallas estructurales en el crecimiento nacional, y las condiciones de vida de los ciudadanos en un país que crece a tasas chinas pero que tiene niveles indisimulables de desigualdad y pobreza

La Argentina es un país dividido no sólo por las diferencias políticas entre los distintos actores de la realidad, sino también por las enormes y crecientes diferencias sociales que cada día son más marcadas en una zona donde los que no tienen nada están totalmente marginados del sistema sin posibilidad alguna de crecimiento.
 

La clase dirigente parece no haber aprendido de los errores del pasado, y a medida que pasa el tiempo no hace más que cometer las mismas equivocaciones que llevaron a que la Argentina esté sumergida en una grave crisis social, que a pesar de que desde los diferentes gobiernos se intente ocultarla con datos suministrados por ellos mismos, son palpables para cualquier habitante que recorre los barrios de las ciudades de la región.
 
La pobreza es un fenómeno que está creciendo a niveles alarmantes no sólo en nuestro país, sino también en toda la región, lo que causa pánico en todos los organismos encargados de hacer informes sobre el mismo. Uno de cada cinco niños de América Latina está en situación de pobreza infantil extrema, lo que afecta a más de 32 millones de niños, mientras que la pobreza infantil total alcanza a 81 millones, prácticamente la mitad de la población menor de 18 años.
 
El “Barómetro de la Deuda Social Argentina”, desarrollado en el marco del Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), en su apartado “Estado de situación del desarrollo humano y social”, ayuda a entender las grandes diferencias sociales que sacuden a un país profundamente injusto como la Argentina.
 
Junto al desarrollo de una infraestructura de saneamiento urbano, la buena provisión de agua tiene un efecto muy importante en lo que concierne a la reducción de las tasas de morbi-mortalidad de la población en general y de grupos específicos en particular (lactantes, niños y ancianos)
 
La incidencia de la problemática del acceso al agua corriente mejorada impacta de maneras muy diversas en los distintos segmentos sociales, siendo las poblaciones en situación de vulnerabilidad las más afectadas, que si bien en muchos casos cuentan con conexión a la red, la calidad del recurso que reciben no se encuentra en óptimas condiciones. A esto se agrega que el déficit de acceso a agua potable de calidad afecta no sólo a la salud de las personas, sino a la sustentabilidad del medio ambiente a mediano y largo plazo
 
La Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) de la alta casa de estudios, se realiza una vez al año desde junio del 2004 y representa a la población urbana de la Argentina de 18 años y más. La información que se construye a partir de estos relevamientos busca constituirse en fuente confiable y fidedigna para la integración del conocimiento y la toma de decisiones en el campo de las políticas públicas y las organizaciones no gubernamentales que trabajan por una Argentina más justa e igualitaria.
 
Según los datos de la EDSA - Bicentenario, en el año 2010 la falta de suministro de agua corriente de red alcanza al 12,4% de los hogares y al 14,5% de la población urbana, con un valor máximo en el Conurbano Bonaerense, donde el indicador se ubica en torno al 26,1% de los hogares y a una de cada tres personas. En esta región se evidencia una ligera mejoría con respecto al dato informado por el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2001 (INDEC), donde una de cada tres viviendas de los partidos que rodean a la Capital Federal no estaba conectada a la red de agua corriente.
 
En lo que respecta a la estratificación social, mientras que una de cada cuatro familias pertenecientes al 25% inferior carece del recurso, en los segmentos medio altos este déficit se reduce al 1,7%, porcentaje que probablemente se deba a que en algunas localidades del interior del país la deficiencia de infraestructura hídrica lleve a que algunas viviendas todavía dependan del agua de poso o del producto embotellado, a pesar de contar con recursos monetarios para pagar el suministro mediante la red pública. Esto también sucedería en algunos barrios de urbanización cerrada, aunque cuantitativamente tengan menor peso en el conjunto del estrato medio alto.
 
Por otro lado, no obstante las viviendas donde habitan los hogares pueden estar conectadas a la red pública de agua corriente, la calidad del suministro puede resultar defectuosa, tanto por la continuidad del mismo (sin cortes) o por la calidad del producto recibido. En lo que respecta al primer problema, éste puede estar vinculado con factores infraestructurales en el sistema de cañerías y, conjuntamente con esto, con el descenso en la presión que suele prevalecer en determinados períodos del año o regiones geográficas. Así, los datos del estudio evidencian que el 66,6% de los hogares urbanos reciben un suministro sin déficit y el 21% padece interrupciones en su provisión. En otros términos, uno de cada cuatro hogares que sí están conectados a la red de agua corriente, recibe un suministro defectuoso.
 
La mayor tasa de cobertura con suministro sin déficit se registra en la Ciudad de Buenos Aires (85,3%), porcentaje que desciende al 55,2% en el Conurbano Bonaerense. En este último aglomerado, sólo uno de cada cuatro hogares que habita viviendas conectadas a la red cuenta con un suministro sin déficit. La diferencia entre la Ciudad de Buenos Aires y el resto de los grandes centros urbanos del país (exceptuando al Conurbano Bonaerense) no estriba en la proporción de viviendas sin suministro, sino en la calidad del mismo. Mientras que sólo el 14,4% de los hogares de la Capital Federal reporta un déficit en este respecto, en las otras grandes áreas metropolitanas de la muestra el indicador se duplica, a la vez que alcanza a uno de cada cuatro hogares en el resto de los aglomerados urbanos del país.
 
Por su parte, los sectores más postergados son los que experimentan la mayor proporción de suministro defectuoso en comparación con los otros tres estratos sociales. Así, mientras que sólo la mitad de las familias del 25% inferior de la estratificación social recibe un suministro sin déficit, este porcentaje asciende al 82,6% en el estrato medio alto.
 
El problema se agudiza de acuerdo al tipo de barrio de residencia del hogar. En las villas y los asentamientos sólo el 41,1% de las viviendas recibe un suministro sin cortes, a la vez que el 39,3% sí experimenta este tipo de deficiencia. En el extremo opuesto, en los barrios de clase media sólo el 17,9% de los hogares atraviesa interrupciones en el suministro frente al 78,3% que no lo padece. Por último, el hecho de que el estrato social muy bajo muestra un mayor déficit de conexión (25,3%) que las villas y los asentamientos precarios (19,7%) indica que dentro de la propia aglomeración formal existen zonas altamente precarias en lo que hace a la infraestructura urbana y que, en este aspecto, no difieren sustancial mente de la situación que se encuentra en algunas villas o asentamientos precarios.
 
Como puede verse, un problema que en vez de amainar tiende a agravarse, debido en gran causa a la falta de políticas activas por parte de todos los gobiernos de la región a acabar con el hambre, a pesar de que todos los mandatarios se han encargado de asegurar en reiteradas oportunidades que ponen todo su empeño en trabajar para que en la Argentina haya “hambre cero” y que ningún chico menor de 18 años pase hambre, lo que implica para la mayoría de ellos, un serio delito que el Estado debe dar solución en forma inmediata.
 
Sólo con una fuerte política de Estado que tienda al mejoramiento gradual y sustancial de la situación social, que lleve a un mejoramiento de las condiciones de vida de los individuos, que procure atender las causas y no que atienda los hechos consumados, la región podrá volver a recuperar la excelencia que supo tener en una época, y evitar que se siga cayendo en el desgaste y deterioro de las últimas décadas.

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