PANORAMA INTERNACIONAL
“¿QUIÉN PUEDE PERDONAR PECADOS SINO SÓLO DIOS?” San Marcos 2:7
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) Por tradición de la Iglesia Católica Apostólica Romana, sus sacerdotes, y en especial el Papa de turno, tienen facultadores para el perdón de los pecados e inclusive la concesión de indulgencias, un tema sin duda costoso porque así nació la Reforma protestante pero el Vaticano decidió no modificar su dogma.
El tema que ahora abordó el Papa es el perdón de la Iglesia Católica Apostólica Romana a sus creyentes que hubieran cometido aborto.
"El perdón de Dios no se le puede negar a quien esté arrepentido. Sobre todo cuando, con corazón sincero, se acerca a la confesión para reconciliarse”: por eso el Papa decidió otorgar a todos los sacerdotes del mundo la facultad para absolver, en todo momento y sin necesidad de autorización, el pecado del aborto.
Un poder especial, vigente sólo a lo largo del próximo Jubileo de la Misericordia.
Obvio que desde el punto de vista teológico, una cuestión harto discutible con los otros cultos que convoca periódicamente el Vaticano para abordar el ecumenismo.
Una decisión con pocos precedentes, contenida en una carta fechada este 1 de septiembre y dirigida por Francisco al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización y responsable de las actividades del Año Santo, Salvatore “Rino” Fisichella.
En el texto, el pontífice constató que “una mentalidad muy generalizada” ha provocado “una pérdida en la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida”.
Francisco reconoció que “algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo”, mientras muchos otros, en cambio, “incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir”.
“Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza”, constató.
Por esos motivos, el Papa comunicó su decisión de conceder a todos los sacerdotes para el año jubilar, “no obstante cualquier cuestión contraria”, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y, arrepentidos de corazón, piden por ello perdón.
Si bien la disposición está dirigida particularmente a las mujeres, también toca a muchos hombres. La ley fundamental de la Iglesia católica, el Código de Derecho Canónico, es muy claro al respecto: “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”, indica en su apartado 1398. Y procuran abortos no sólo las madres, también los médicos, enfermeros, maridos o parejas.
Todos ellos pueden incurrir en la excomunión, que es “automática”. Y, según la ley eclesiástica, sólo el obispo puede levantar esa pena.
Es común que en las diócesis algunos sacerdotes tengan permiso permanente para perdonar el aborto. Pero no siendo una facultad generalizada, muchas mujeres quieren confesarse y a menudo no pueden recibir la absolución. En no pocos casos comienzan un tortuoso periplo que se suma a la tragedia ya consumada.
Por la delicadeza del caso, Francisco pidió a los sacerdotes prepararse para “esta gran tarea” sabiendo conjugar “palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido”, e indicar un itinerario de conversión verdadera para “llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del padre que todo lo renueva con su presencia”.
Pero esa no fue la única novedad en la carta pontificia con motivo del Jubileo de la Misericordia, previsto del 8 de diciembre próximo al 20 de noviembre de 2016. El texto incluyó otra decisión importante: El Papa aprobó que sean “válidas y lícitas”, también durante el año santo, las confesiones impartidas por sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Son conocidos como “lefebvristas” por seguir los pasos de su fundador, el arzobispo tradicionalista Marcel Lefebvre (1905-1991). Ese grupo no se encuentra en plena comunión con la Iglesia romana, aunque en los últimos años se ha intentado subsanar la ruptura provocada hace casi 30 años por el propio Lefebvre.
No obstante, Francisco decidió tenderles la mano y reconoció que muchos de sus fieles tienen “buena fe y práctica sacramental”.
Y aunque legalmente no podrían serlo, dispuso como válidas las confesiones que concedan sus sacerdotes. “Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad”, insistió.
En la misiva a Fisichella, Bergoglio manifestó su preocupación porque los católicos vivan con intensidad espiritual el Jubileo. Recordó la importancia de las peregrinaciones a las puertas santas, tanto las que se abrirán en las basílicas de Roma como aquellas en las diversas catedrales del mundo. Y habló de la “indulgencia jubilar”, el perdón de los pecados (para uno o para un difunto), a la cual todos los católicos podrán acceder.
Sin embargo, siempre es oportuno recordar un texto del apóstol Pablo:
“…Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre…” (Hebreos 7:22-28)
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