SOCIEDAD / EDUCACIÓN
(Télam) - “Hoy por hoy estamos desbordados de la cantidad de alumnos, a los que se suman las maestras integradoras, asistentes celadores y acompañantes no pedagógicos, que vienen con algunos chicos con discapacidad que disponen de obra social”, contó a Télam Silvana Corso, la docente que resultó seleccionada junto a otros 49 colegas de 37 países entre 20.000 postulantes.
“A veces bromeamos con que 'hay más adultos que chicos' en determinadas aulas, porque capaz tenés cuatro adultos más el profesor y 16 docentes que no son de la escuela dando vueltas por acá, pero la convivencia se da bien porque se busca que los profesionales de apoyo tengan el mismo perfil que la escuela y trabajen más desde lo grupal que desde lo individual”, contó.
Entre los 530 alumnos que asisten a su escuela, la Media N°2 "Rumania”, hay adolescentes con parálisis cerebral, síndrome de Down, trastornos del espectro autista, esquizofrenia y espina bífida; pero también hay algunas personas sin discapacidad que necesitan ir acompañadas, como las adolescentes madres que entran con sus bebés a las aulas porque no tienen con quién dejarlos en sus casas o dinero para pagar una guardería.
La gran mayoría del alumnado, además, vive en el barrio Ejército de los Andes, más conocido como “Fuerte Apache”, el populoso asentamiento que se encuentra del otro lado de la Avenida General Paz, en el partido de Tres de Febrero.
Tras asegurar que la preselección fue “una sorpresa” para toda la comunidad educativa, Corso aclaró enseguida que lo que distinguió la Fundación Varkey, que entrega esos premios, “fue el proyecto (pedagógico) de una escuela inclusiva donde trabajamos con todos y estamos todos”.
Y aunque da clases en la escuela desde hace 23 años, no fue hasta su llegada a la dirección, hace 10 años, que la escuela profundizó de su mano su perfil inclusivo y abrió sistemáticamente sus puertas a la discapacidad.
Consultada sobre el nacimiento del proyecto, la docente afirmó tajantemente que “tuvo que ver con su hija”.
“En el 2000 tuve a Cata, que nació con parálisis cerebral severa porque se asfixió con el cordón, y a partir de mi experiencia con ella, que vivió hasta los 9 años, me interesé por el gran misterio de cómo aprende una persona tan limitada y cómo lo comunica, porque ella con su sordoceguera y cuadriplejía aprendía cosas como expresar su estado de ánimo o con quién se sentía más cómoda”, contó.
“Yo pensé entonces: 'si hay aprendizaje puede estar un ámbito común, que es el mejor lugar', y la llevé al jardín, lo que le devolvió su condición de persona y eso me demostró lo que puede una escuela”, agregó.
El ganador del Global Teacher Prize se conocerá en marzo próximo y el premio consiste en un millón de dólares para el único ganador.
“Para mí haber sido preseleccionada ya significa mucho, porque permite dar a conocer proyectos invisibles para la sociedad y ese es el gran premio”, enfatizó Corso.
Por otro lado, señaló que para los alumnos representa “la posibilidad de reivindicar la escuela a la que vienen”.
“Ellos siempre nos dicen 'hablan mal de La Rumania porque estamos nosotros, pero nadie viene a conocerla', y esta es la posibilidad de reivindicar su escuela, de agrandarse, y eso es maravilloso”, dijo.
De ganar el premio mayor, Corso asegura que lo invertirá en mejoras edilicias y mobiliario para la escuela, así como también para crear una fundación “para chicos como Cata, que no tengan obra social o recursos para pelear por sus derechos”.
En su primera edición en 2015, el premio fue ganado por la docente estadounidense Nancie Atwell y en 2016 se hizo con el premio la palestina Hanan Al Hroub.
Y Corso es la tercera persona de nacionalidad argentina en integrar el grupo de los 50 preseleccionados: el año pasado estuvieron en la misma situación las docentes Graciana Goicoechandia e Inés Bulacio.
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