JUSTICIA / REPERCUSIONES
Que Alejandra Gils Carbó haya presentado su renuncia este mismo lunes en el que Mauricio Macri presentaba los lineamientos de su ambiciosa reforma del Estado seguramente no es algo que le deba haber caído en gracia al Presidente.
La dimisión de la Procuradora General se convirtió rápidamente en el tema del día, amenaza con llevarse las tapas de los diarios de mañana y -al cierre de esta nota- rankeaba mejor que el discurso del Jefe de Estado en Twitter , justo allí donde el macrismo pone mayor empeño.
De todas formas, ese trago amargo es uno muy pequeño en comparación con la satisfacción que había en el Gobierno por el paso al costado de una de sus enemigas políticas.
"Celebramos su renuncia, creemos que es una contribución para trabajar en función de fortalecer la independencia del Poder Judicial", dijo al respecto el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
La algarabía no se oculta, como tampoco fueron disimulados los intentos del Ejecutivo de que la jefa de los fiscales abandonara el cargo en el que fue entronizado por la administración Cristina Fernández.
Gils Carbó resultaba, a los ojos del oficialismo, el último eslabón en pie de la influencia del kirchnerismo en el Estado.
El mismo Macri supo caracterizarla como "una militante" del proyecto que fue derrotado en las urnas hace una semana.
Muy probablemente la concreta victoria que obtuvo el oficialismo en las legislativas del 22/10 haya sido uno de los pilares fundamentales de la renuncia de la Procuradora, dimisión que se hará efectiva a partir del 31/12 que viene.
Pero ella prefirió explicarla en las presiones que significaban eventuales cambios en la ley del Ministerio Público Fiscal.
Sin embargo, también es cierto que su procesamiento en la causa por la presunta compra irregular del edificio en el que trabaja y el fallo que dejó abierta la posibilidad de su remoción sin la necesidad de un jury dejaron a Gils Carbó en una situación de extrema debilidad política.
Por otra parte, la Procuradora nunca pudo quitarse de encima el mote de "kirchnerista". Cuando estalló el caso de la 'Ruta del dinero K' fue uno de sus más cercanos colaboradores quien omitió incluir a Lázaro Báez entre los imputados por la trama de lavado de dinero.
Hoy Báez está preso por esa causa y aquel colaborador -quien se desempeñaba como fiscal anti-lavado- tiene un procesamiento confirmado.
Por supuesto que tampoco contribuyó a limpiar su imagen el hecho de que Gils Carbó fuera en los hechos la líder de 'Justicia Legítima', un colectivo judicial que se encolumnó rápidamente tras la necesidades del gobierno de Cristina Fernández en los tribunales.
La salida de Gils Carbó, aunque tardíamente en relación los deseos de la Casa Rosada, marca el fin de la triada de la influencia K en sectores estratégicos del Estado.
Había sido primero Alejandro Vanoli quien presentó su renuncia como presidente del Banco Central, a pesar de tener acuerdo del Senado.
Luego fue Martín Sabatella quien se quedó sin la AFSCA, tras una modificación por decreto de la 'Ley de Medios.
Quedaba Gils Carbó, de quien ya cuentan las horas de aquí a fin de año.
El gobierno de Mauricio Macri ahora debe pensar a un sucesor. Tiene la opción de ir por una figura alejada de las pertenencias políticas que le devuelva credibilidad a la institución.
El antecedente inmediato no es el más alentador: en la provincia de Buenos Aires, la gobernadora María Eugenia Vidal logró colocar en la Procuración a alguien que hasta entonces pertenecía a su propio gabinete de ministros.
"No creemos que deba ser alguien de la militancia, y en ese sentido vamos a trabajar", dijo Marcos Peña descartando esa posibilidad. Ojalá que cumpla.
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