miércoles, 13 de julio de 2011

NOTA DE OPINIÓN

Vidas cruzadas
  
(APe).- En aquellos días de febrero de 2001, los dos tenían exactamente los mismos 15 años. Tal vez fueran a la misma escuela o se cruzaran en las tardes tórridas de verano en el mar o en algún club. Miramar tenía por ese tiempo 24.317 habitantes, según marca tajante el censo de ese año. Probablemente hasta se hubieran dirigido una mirada en Amadeus, uno de los boliches de la Zona del Muelle, a escasas diez cuadras del Centro Cívico. La vida suele ser ese derroche de adrenalina sin límite a los 15. Se puede jugar y reir hasta casi desfallecer porque todo es al instante. Alcohol, velocidad, música a mil. Y la muerte, cuando aparece, suele ser un mazazo cruel que no perdona.

Miramar es Catamarca, se escuchaba en las marchas. Natalia Melmann es María Soledad, reclamaban. Natalia tenía 15. María Soledad Morales estaba a pocos días de cumplir sus 17 en aquella casi primavera de 1990, cuando en su vida se interpuso el poder catamarqueño. También eran 15 los que tenía Maximiliano “el Cano” Echenique.

Cuando los diarios de esta semana anunciaron que Maximiliano Echenique era buscado por el homicidio de Emiliano Isaía, un pibe que esa noche había salido a festejar sus 23, la memoria de los miramarenses se lanzó de lleno por el túnel del tiempo a aquella otra historia de 10 años atrás.

Fue en 2002 en que el Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mar del Plata leyó una tras otra las condenas por la privación ilegítima de la libertad agravada, violación agravada y homicidio triplemente agravado de Natalia Melmann y las mayores certezas recayeron en Oscar Echenique. Sargento primero de la Policía, fue condenado a reclusión perpetua junto a sus compañeros de la Bonaerense, Ricardo Suárez y Ricardo Anselmini.

No había margen de duda sobre Echenique. Los restos orgánicos recogidos en el cuerpo de Natalia mostraron una compatibilidad de 99,99996 por ciento con su estructura genética y en su auto se encontró un cabello que se correspondía con el perfil de la adolescente asesinada.

“Cuando lleguemos a Miramar te matamos”, gritaron ese día los familiares del policía a Gustavo Melmann, el papá de Natalia. “Judío de mierda”, lo definieron. Era un chico de apenas 15 Maximiliano. Nadie puede asegurar que estuviera o no en el grupo. Pero desde ese día pasó a ser el hijo del asesino de Natalia Melmann, del que la violó, del que se asoció con otros policías para torturarla y terminar con su vida. Fue el que caminó las calles de Miramar con el sello en la frente y el estigma en el alma.

El 3 de febrero de 2001 Natalia Melmann había salido a bailar con dos amigas. Primero fue el pub La Cantina; después, Amadeus, cumpliendo el rito habitual adolescente. Al mediodía siguiente, los Melmann presentaron la denuncia policial que sólo les tomaron por “desaparición del hogar”.
Fue una de esas tantas historias en donde todos los ojos apuntan a un nombre, el Gallo Fernández en su caso, para limpiar otras historias que llevan directo al corazón del poder. Policías que violan y matan, políticos que sostienen y avalan.

Emiliano Isaia había salido a festejar su cumpleaños. Quizás diez años antes, hubiera participado de alguna de las marchas del silencio en reclamo de justicia por Natalia. Tenía sólo 13 en aquellos días.
Dicen que el sábado pasado, en la noche, se cruzó con Maximiliano en el boliche El Paso, sobre la costanera. Que eran cerca de las 5 y media de la mañana. Que fue atacado por un grupo de jóvenes y que Maximiliano le habría dado varios puntazos que fueron el pasaporte casi inmediato a la muerte.

¿En qué sitio exacto del mapa hay que pararse para mirar a Maximiliano? ¿El del victimario de Emiliano? ¿El que dicen que se atrevió, en medio del anonimato de la patota, a darle la puñalada final? ¿El que dicen que se arrogó el derecho de dar o quitar vida como un dios del Olimpo sagrado? ¿O acaso el de la víctima de su propio padre? ¿Qué recuerdos amorosos y tiernos guardará Maximiliano de Oscar Echenique? ¿Cómo hizo para cargar esas pesadas mochilas sobre sus hombros tenues de niño y adolescente?

¿Qué memoria se construyó en él de Natalia, Oscar, María Soledad, policía, muerte, horror, violación, dolor, tortura, placer, amor? ¿A qué lugar exacto de la estructura social lo arrinconó la sociedad, su propia historia, la justicia, la vida, los márgenes, el desamor?

Maximiliano y Natalia tenían 15 años en 2001. Para Natalia fue exactamente la duración de su vida entera. Para Maximiliano, quien sabe. Quizás el punto exacto en que la vida más o menos mansa tuvo lugar o tal vez, simplemente una estación más en la larga vía del desamor.

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