Monseñor Alfredo Zecca y papa Francisco. |
(URGENTE 24) - Alfredo Horacio Zecca es arzobispo de la arquidiócesis de Tucumán, luego de una larga carrera en la docencia universitaria. Zecca, doctorado en Teología por la Universidad de Tübingen (Alemania) en 1988, fue ordenado Obispo el 18/08/2011 y el 17/09/2011 inició su ministerio pastoral como Arzobispo de Tucumán.
Antes, entre diciembre de 1999 y 2009 fue rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina. También fue presidente de la Federación Argentina de Universidades Católicas (FAUC), presidente de la Organización de Universidades Católicas de América Latina (ODUCAL), y miembro invitado del Consejo de Administración de la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC). Sin embargo, su gestión en Tucumán parece que ha resultado muy complicada. E
N LA WEB VATICAN INSIDER/LA STAMPA, ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ ESCRIBIÓ:
En una sorpresiva carta, fechada este 22 de mayo, el clérigo reconoció “límites, errores y pecados, fruto de la fragilidad humana”. Pero aseguró haber procurado ser “un buen pastor” durante su servicio. Estableció que su dimisión fue presentada “por consejo médico” y dado su estado de salud, “más precario de lo que aparenta a primera vista”.
En efecto, quien lo ve no diría que está enfermo. En la misiva él tampoco dio detalles sobre su padecimiento. Más adelante estableció que su decisión “no ha sido fácil ni precipitada sino, por el contrario, largamente meditada y discernida durante los dos últimos años”.
Reveló que, en febrero pasado, lo recibió en el Vaticano el Papa Francisco, con quien habló “largamente sobre el tema” y puso en sus manos la determinación. “Él se mostró, como siempre, cercano, comprensivo y afectuoso y dispuesto a considerar el pedido con la ponderación que merecía.
Así, con fecha 19 de marzo, solemnidad de san José, envié al señor nuncio apostólico (en Buenos Aires ndr) la carta formal de mi renuncia, que ahora hago pública, para que él la enviara al Papa por las vías correspondientes”, estableció.
Recordó que todavía no cumple los 68 años, muy lejos de los 75, la edad de la jubilación obligatoria de todos los obispos. Consideró que sería un “egoísmo de su parte”, dada “la fragilidad de su salud”, continuar al mando de la diócesis.
“Tucumán necesita un pastor más sano y, por lo demás, nadie es imprescindible”, añadió. Pese a la insistencia manifiesta en referir la precariedad de su estado de salud, al mismo tiempo aseguró que se siente con la “lucidez”, las “fuerzas suficientes” y “el entusiasmo”, como para seguir ocupando el puesto de obispo en la Iglesia católica.
Con esas palabras, dejó abierta la posibilidad para ser empleado en un nuevo destino, pero –como él mismo escribió- “en otras tareas que no impliquen las tensiones inevitables en el ejercicio del gobierno pastoral de una arquidiócesis compleja como Tucumán”.
Y se apresuró a aclarar que “será el Papa quien, finalmente, decida, cuál será ese lugar”. “Mientras confío en que el santo padre acepte mi renuncia, invito a todos a continuar, con el mismo entusiasmo y la misma fuerza, trabajando en las metas pastorales que, como presbiterio, nos hemos trazado. Yo, por mi parte, me comprometo a cumplir plenamente mis funciones de gobierno hasta que sea designado mi sucesor”, apuntó.
Esta sorpresiva salida de escena tiene contornos que alimentan, cuanto menos, la perplejidad. El primero de ellos corresponde al anuncio de la renuncia por parte del obispo. En estos casos, incluso en los casos de enfermedad grave, es la Santa Sede la encargada de comunicar una dimisión anticipada. Así ocurrió en otros casos emblemáticos argentinos: el de José Luis Mollaghan, ex arzobispo de Rosario, y Óscar Sarlinga, ex obispo de Zárate-Campana.
Más raro aparece todo cuando el propio Zecca, en su carta, dice que “confía” en que el Papa Francisco le reciba su renuncia, como si fuese una eventualidad. En el mundo eclesiástico se sabe que una dimisión anticipada es siempre concordada con el Vaticano, nunca unilateral.
Ningún obispo informa de una determinación de este tipo sin tener el visto bueno de las autoridades competentes. No existen precedentes en sentido contrario. Lo que sí existe es el conocimiento difuso en la Iglesia argentina sobre lo debilitada que estaba la posición del arzobispo tucumano.
Llegó a esa diócesis del norte argentino en junio de 2011, tras haber sido –por años- rector de la Universidad Católica en la capital. Un sacerdote de Buenos Aires, en buenos términos con el cardenal primado Jorge Mario Bergoglio, quien lo ordenó obispo el 18 de agosto de ese año. Pero, poco tiempo después, algo pasó en su relación con el futuro Papa.
Una distancia eclesiástica atestiguada por, al menos, tres fuentes distintas al Vatican Insider. “Apenas aterrizó a Tucumán le dio la espalda al cardenal”, ejemplificó un funcionario de alto nivel en la Curia Romana.
Otros episodios emblemáticos tuvieron lugar luego, ya en el pontificado de Francisco. A inicios de 2015, en una carta dirigida al presidente de la Conferencia Episcopal, el Papa invitó a los obispos de su país a no pedir dinero al gobierno (entonces guiado por la presidente Cristina Fernández de Kirchner) con motivo del Congreso Eucarístico Nacional, que tuvo lugar en junio de 2016 justamente en San Miguel de Tucumán.
Para entonces, Zecca ya había firmado un convenio con la administración nacional por el monto de 15 millones de pesos para “embellecer” la catedral de su diócesis. Ese acuerdo lo suscribió con el entonces secretario de Obras Públicas de la Nación, José López, tristemente célebre por el escándalo de los millones de dólares que intentó esconder en un convento en la localidad de General Rodríguez.
En algún momento, Francisco consideró la posibilidad de realizar un viaje apostólico a la Argentina con motivo de ese congreso eucarístico, pero finalmente desestimó la posibilidad. Cuando, el 14 de febrero de 2015, hizo cardenal a Luis Héctor Villalba, observadores vaticanos subrayaron la diferencia entre él, arzobispo retirado de Tucumán, y su sucesor, ahora renunciante.
La muerte del cura Juan Viroche terminó por debilitar aún más la posición de Zecca. Pese a las amenazas que sufrió el sacerdote por su denuncia al crimen organizado, en su parroquia de La Florida, el obispo dio inmediatamente por buena la tesis del suicidio cuando su cuerpo sin vida fue encontrado, colgado, dentro del mismo templo, el 5 de octubre de 2016.
La historia es intrincada, pero varios miembros del presbiterio tucumano y feligreses consideran que su arzobispo nunca estuvo a la altura de las circunstancias. Cuando menos.
En privado, muchos de ellos todavía recuerdan con indignación una orden girada por él a catequistas y párrocos en los días posteriores al hallazgo del cadáver. Una instrucción precisa a no involucrarse en marchas ni manifestaciones públicas para pedir el esclarecimiento del caso.
Casi la obligación a dejar sólo a un pueblo frustrado en busca de justicia, a una grey necesitada de pastor.
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