Avión Tu-160 en Caracas |
Por MARIANO CÉSAR BARTOLOMÉ - Licenciado y Doctor en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador, USAL). Master en Sociología (ULZ /IVVVVE- Academia de Ciencias de la República Checa). Defensa y Superior de Terrorismo del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa (CHDS), en Washington DC.
(U24) - El panorama latinoamericano en materia de Seguridad y Defensa se ha alterado en los últimos días, a partir de la llegada a Venezuela de un grupo de aeronaves de combate rusas, con el objeto de realizar ejercicios militares con sus contrapartes locales.
Entre los aviones arribados se destacan 2 bombarderos estratégicos supersónicos Tu-160 (los famosos “Blackjack”, en la jerga occidental) capaces de portar 12 cohetes de crucero con ojivas nucleares o convencionales y 40 toneladas de bombas.
Una interpretación de los ejercicios bilaterales entre Rusia y Venezuela enfatiza en el apoyo de Vladimir Putin al régimen de Nicolás Maduro , con el cual mantiene importantes vínculos comerciales (sobre todo en materia de hidrocarburos), en momento en que arrecian las críticas internacionales en su contra, no sólo por las calamitosas condiciones socioeconómicas que atraviesa la población (que catalizó el mayor proceso migratorio de su historia), sino por su lesión a las reglas de juego democráticas y su deriva autoritaria.
Conviene destacar en este punto que, de manera regular, el Palacio de Miraflores (Casa de Gobierno venezolana) alerta sobre intentos foráneos por derrocar al gobierno, incluso por la vía armada, acusando directamente a los Poderes Ejecutivos de Colombia y Estados Unidos de alentar esas acciones.
Pero existe otra lectura, que vincula la conducta de Rusia con la conflictiva relación que ese gigante euroasiático mantiene con Estados Unidos.
Y en ese punto, la situación actual registra un nítido antecedente que ningún analista parece haber detectado: hace exactamente una década, también visitaron la nación caribeña 2 bombarderos Tu-160 que realizaron un vuelo directo a Caracas desde la base de Engels, a unos 800 kilómetros al sureste de Moscú.
También se desplegaron en el Caribe diferentes buques de guerra rusos, destacándose por su importancia el crucero Piotr Veliki (“Pedro el Grande”) de propulsión nuclear. Oficialmente, aquella presencia militar rusa fue la respuesta a una invitación del mandatario Hugo Chávez a realizar ejercicios combinados en la zona del Mar del Caribe.
En esos momentos, el líder bolivariano afirmó que los bombarderos estratégicos y las embarcaciones de Rusia le permitirían tener información sobre los movimientos de la IV Flota estadounidense, reactivada poco tiempo antes.
Para Moscú, sin embargo, la aceptación de la invitación se transformó en una clara respuesta
< al acercamiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a sus fronteras occidentales;
< al apoyo estadounidense al gobierno georgiano de Mikheil Saakashvili;
< al consecuente envío de buques estadounidenses a Georgia, y
< al anuncio de la Administración Bush (h) para implantar un escudo misilístico en Polonia y la República Checa.
En esta analogía histórica, en la actualidad el sobrevuelo del Caribe y el sector septentrional del Atlántico Sur por bombarderos rusos basados en aeródromos venezolanos no puede disociarse del respaldo de Estados Unidos a Ucrania en el conflicto que este país mantiene con Rusia.
Un conflicto cuya última crisis giró en torno al estrecho de Kerch y el Mar de Azov, un área de máxima relevancia geopolítica para ambos países. Conviene recordar, en este punto, que la Armada estadounidense está construyendo para su homóloga ucraniana diferentes instalaciones militares en Ochakov, en las costas del Mar Negro cercanas a la desembocadura del río Dnieper, sobre las cuales seguramente accederá a facilidades de uso.
Difícilmente el Kremlin permanezca indemne ante un desafío de esa magnitud en su “cercano exterior”.
En suma, la significación de los ejercicios militares entre Rusia y Venezuela trasciende a los avatares domésticos de este último país y confirma que América Latina no es ajena a los efectos que generan las dialécticas de seguridad que se establecen entre los principales jugadores del tablero global.
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