por MIGUEL ÁNGEL BOGGIANO
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Carta Financiera). La tendencia alcista del
dólar ha entrado nuevamente en una fase de aceleración. Pero para ser más
exactos, lo que está pasando es que el peso argentino está nuevamente en caída
libre.
Acá el único que está proponiendo un verdadero golpe de mercado, una
auténtica desestabilización, es el propio Banco Central de la República
Argentina. Del 1 de enero de 2014 al 15 de julio de 2014, la base monetaria
creció un 3,6%. En el mismo período pero en este año, la base monetaria creció
un 11,7%. Esto implica que el BCRA triplicó la velocidad de impresión de pesos
con el afán de ampliar el gasto público con fines electorales.
Las culpas a bancos, casas de cambio y sociedades de bolsa no son más
que una caza de brujas que hasta el momento no parecen surtir efecto
alguno.
Esto se produce porque los políticos argentinos insisten hace décadas
con la alocada idea de gastar más de lo que recaudan. En el caso del
kirchnerismo, esto tiene un condimento extra: la presión impositiva se
encuentra en el récord histórico del 45% (el triple que el promedio en América
Latina) y aún así, gastan más de lo que recaudan.
¿Qué esperar? Que la tendencia prosiga. ¿Y por qué? El kir chenerismo
viene desarrollando un proceso de destrucción del valor del peso y no ha dado
ninguna señal de detener su marcha. De poco sirven los programas sociales como
la Asignación Universal por Hijo si luego se erosiona su poder adquisitivo, ya
que los ajustes que se le hacen nunca son suficientes.
A mediados de mayo advertimos acerca del gran combustible para hacer
subir al dólar que estaba en el sistema financiero: el nivel récord de plazos
fijos a un vencimiento menor a los 59 días. Esta proporción, que hoy continúa
en torno al 60%, equivale a unos $280,000 millones de pesos listos para pasarse
al dólar si este comienza a tener movimiento.
¿Hasta dónde puede llegar el dólar? Cuando salimos de la convertibilidad,
pasamos del 1 a 1 hasta el 3 a 1 (pasando incluso por un demoledor 4 a 1). El
tipo de cambio real en Argentina tiene un atraso prácticamente igual al que
había en momentos de fin de la convertibilidad. Redondeando, estamos en un
dólar oficial de 10 a 1. Aunque parezca demasiado simplista, la cuenta no es
tan diferente que multiplicar todo por 10.
Si al salir de la convertibilidad nos fuimos a un tipo de cambio de 3 a
1, eso equivaldría hoy a ir hacia un 30 a 1. ¿Es tan disparatado entonces
pensar en un dólar de 20 pesos? Más bien diría que no es nada disparatado. La
gente siempre subestima los movimientos de las variables financieras. Esto está
probado de manera estadística y no parece ser la excepción en Argentina.
A la ley de la gravedad no se la puede derogar. Y a las leyes de oferta
y demanda tampoco. El que puede huir del peso lo está haciendo y está empujando
el dólar hacia arriba. Los que pagan la mayor parte del costo son siempre los
mismos: los que menos tienen. Un gobierno que dice interesarse por los más
desprotegidos y que al mismo tiempo genera una fuerte inflación vive en una
elocuente contradicción.
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