GLOBAL / PEDOFILIA Y "MAFIA LAVADA"
(U24) - Bergoglio escuchó las críticas y consejos y ha decidido convocar a una reunión con los presidentes de las Conferencias Episcopales de la Iglesia católica para tratar el tema de la “protección de los menores".
Esto en contexto con los cientos de abusos sexuales denunciados que involucran a los sacerdotes de esta religión.
La reunión, de carácter privado, tendrá lugar en el Vaticano entre el 21 y el 24 de febrero de 2019, según anunció la vicedirectora de la Oficina de Prensa del Vaticano, Paloma García Ovejero.
Se trata de un encuentro sin precedentes con el que el Pontífice quiere abordar la crisis por los abusos sexuales que sacuden a la Iglesia católica y que el papa Francisco habría decidido convocar tras reunirse esta semana con el Consejo de Cardenales.
Sin embargo, para la teóloga Janet Smith (68 años), y que se ha encontrado con el Papa Francisco, "No acabarán los casos de abusos de sacerdotes hasta que el Papa acabe con la 'mafia lavanda' en la Iglesia".
PERO, QUÉ ES LA MAFIA LAVANDA:
Así llama la teóloga al lobby filo homosexual que, según ha denunciado el nuncio Viganò, habría acumulado un enorme poder en la Iglesia católica. "Los homosexuales activos se protegen unos a otros para escalar en la jerarquía", sostiene Janet Smith.
Smith lo tiene claro: «El problema de los abusos no podrá resolverse sólo con la dimisión de algunos obispos, ni tampoco con nuevas directrices burocráticas. El problema son las redes homosexuales existentes en el clero, que tienen que ser erradicadas», explica.
La profesora Smith, autora de varios superventas sobre sexualidad y anticonceptivos además de consejera habitual de la Santa Sede, es uno de los referentes de la carta que hace dos semanas Carlos María Viganò (77 años), arzobispo titular de Ulpiana y ex nuncio apostólico en EEUU entre 2011 y 2016, remitió a los medios en la víspera de la llegada del Papa Francisco a Dublín.
El viaje a la capital irlandesa no sólo tenía una finalidad pastoral. También se esperaba que el Sumo Pontífice pidiera perdón por los abusos perpetrados por algunos miembros del clero en el país. La misiva de Viganò (titulada 'Para sacar a la Iglesia de la ciénaga inmensa en la que ha caído') es un desafío sin precedentes.
El arzobispo denunciaba que Francisco ya había sido advertido de las actividades de McCarrick (de hecho habría levantado las sanciones que Benedicto XVI habría impuesto al cardenal) al mismo tiempo que describía una suerte de lobby gay que regiría una parte importante de la Iglesia y con el que también colaborarían los cardenales Sodano y Bertone, a quien directamente acusa de ser notoriamente favorables a la promoción de homosexuales.
Las palabras de Viganò fueron interpretadas como un ataque frontal al Papa Francisco por parte de los sectores tradicionalistas de la Iglesia teóricamente deseosos de acabar con el relativo aperturismo del pontífice argentino. Aunque de momento el silencio ha sido la única respuesta del Vaticano, los articulistas más cercanos al Papa se han encargado de desprestigiar al nuncio, ariete de una supuesta conspiración ultraconservadora para obligar a dimitir a Bergoglio.
Según cuenta Viganò, era un secreto a voces que el cardenal McCarrick compartía lecho con los seminaristas y que en cierta ocasión se llevó a cinco jóvenes a pasar un fin de semana a su casa de la playa.
«La Iglesia tiene un problema. Hay muchos homosexuales activos que no están respetando el voto de castidad. Están los que son pederastas, que son una minoría.
Pero por otro lado están otros que tienen relaciones consentidas con jóvenes seminaristas. (Un estudio 1950-2002. The nature and scope of sexual abuse of minors by catholic priests and deacons in USA sostiene que el porcentaje de abusos homosexuales en la Iglesia asciende al 80% del total) O incluso están los que tienen una pareja estable (ya sea hombre o mujer).
Y esto es un problema porque evidencia que no creen en las enseñanzas de la Iglesia. Llevan sus vidas como si fueran libres. Por supuesto que también hay homosexuales que se mantienen castos. ¡Y merecen una medalla!».
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