“La única verdad es la electoral” (aforismo implicado)
“La joven militante de HIJOS y de Abuelas de Plaza de Mayo Virginia Ogando, hija de desaparecidos que buscaba a su hermano apropiado durante la última dictadura cívico militar, se quitó la vida ayer a los 38 años. Virginia tenía tres años en octubre de 1976 cuando secuestraron a su madre Stella Maris Montesano, embarazada de ocho meses, y a su padre, Jorge Ogando, ambos militantes en el PRT-ERP. A ella la dejaron en su cuna y la rescató una vecina para llevarla con su abuela paterna Delia Giovanola de Califano, una de las 12 fundadoras de las Abuelas de Plaza de Mayo, quien la crió.
También despidieron a la joven militante sus compañeros de HIJOS y las Abuelas de Plaza de Mayo, que en un comunicado recordaron que Victoria “se ilusionaba cada vez que tenía una pista sobre su hermano, lloraba cada vez que el resultado no era el esperado”. Desde el Banco de la Provincia de Buenos Aires, donde ocupó el lugar de su padre desaparecido, organizó actos públicos para difundir su búsqueda. Lo mismo hizo a través de la página www.virginiaogandobuscasuhermano.org” (APe).- La Argentina, país extravagante, ahora se empeña en desmentir a Ruben Blades. La vida, al menos la que se hace fuerte en las urnas, no da sorpresas. No tanto porque pudiera suponerse un triunfo de la magnitud cuantitativa observada. Menos que el Frente de Izquierda recibiera apoyo de sectores que consideran al trotskismo más como una curiosidad que como una opción real de poder. Y menos que el porcentaje del Proyecto Sur atascó el proyecto que hace apenas dos años mostraba que romper el bipartidismo era posible. Lo que a mi criterio no dio sorpresas es que una herramienta destinada a limitar, acotar, incluso proscribir expresiones partidarias no hegemónicas, termina siendo una demostración concluyente de la mejor democracia que supimos conseguir. Una demostración por el absurdo, pero demostración al fin. Y ya en el absurdo pleno, patear penales sin arquero y convertir casi todos los goles, queda asimilado a una gran gesta deportiva. Mas aún: votantes que en la denigrada ciudad de Buenos Aires votaron por la presidenta anteriormente lo habían hecho por Macri, el que atiende los llamados en calzoncillos. La Mesa de Enlace recibió una cachetada, y la oposición de derecha una patada en el culo. En San Luis, que a esta altura de los acontecimientos pronto será una república independiente, el Adolfo fue por lana y salió trasquilado y el Alberto nadie sabe por qué fue pero seguro que pronto se vuelve. La contundente victoria de la Presidenta presenta un solo motivo de preocupación. Han desaparecido los partidos políticos, y no solamente los que no pudieron saltar la frontera del 1,5 %. Un periodista oficialista de una radio de claras señales oficialistas dijo que la presidenta ya era la jefa de la nación. Debería escribirlo con mayúsculas, pero no. Son las vísperas de la impunidad total del sistema financiero, de las corporaciones que depredan aire, tierra y agua, y el triunfo total de la patria sojera. No interesa demasiado, porque lo que está en la superficie del modelo se siente en los bolsillos, en el boom del consumo, en la justa saciedad de justicia en parte satisfecha, y en la demostrable alegría por la humillación y derrota de la derecha fascistoide. Ya sabemos que el kirchnerismo nunca habló de revolución, y el último que la mencionó con la cualidad de productiva es hoy una referencia indeseable, aunque haya sido el que diseñó una cópula peronista liberal que hoy se refleja en la fórmula presidencial triunfante. Las internas abiertas que denominé externas cerradas clausuran aquello que supuestamente enfatizan. Negada la lucha de clases, sostenido el capitalismo con la única condición de que sea serio pero no amargado, y permitiendo sumas y factoreo de candidatos, la política comienza a ser sinónimo de bienestar del Estado. O sea: de la insoportable ausencia estamos instalados en una soportable presencia. Por ahora. El “fútbol y avisos para todos” es un puntapié para sostener la lucha contra monopolios mediáticos y procurar la construcción de un pensamiento cuasi único. Y también acompañado de una acción única. La denominaré asignación. Asignar y designar para no resignar. El poder no se comparte, solamente habrá asignaciones, como la de elegir un vicepresidente que llegó tarde al peronismo, más o menos tan tarde como Barone dijo que había llegado a los derechos humanos. Pero sabemos que los últimos serán los primeros, en tanto los primeros acepten ser los recontraúltimos. Por eso en este momento de euforia triunfalista, que presagia mayores euforias aún, es bueno pensar desde la frustración de aquel que nuevamente votó a una opción derrotada, que estamos en un momento singular de nuestra historia. El milagro para Cristina es justamente ese: haber quedado como Única. Ni Partido, ni Frente, ni Alianzas. Todas las fotos todas, todas las imágenes todas, Cristina ya es una marca en sí misma. Por suerte sin el mal gusto de los hermanos puntanos, si no estarían hablando de “la Cristina”. Pero ha sido un milagro que luego de la pesadilla genocida de la dictadura en la que hicieron actividades jurídico comerciales, luego de la pesadilla privatizadora de los 90 en la cual participaron entusiastas, luego de la presentación en sociedad de la mano del cabezón que nos obliga a no olvidarnos de Cabezas ni de la masacre del Puente Pueyrredón, hoy la marca sea la de un producto que arrasa con muchos de sus antiguos aliados. Es evidente que algo sucedió y que algo que tendría que haber sucedido, nunca se produjo. Hasta la izquierda necesita milagros, pero el milagro es otro. Es construir un alucinatorio social donde poniendo un peso en la alcancía de la AFIP, el país funciona. Sin que nadie vuelva a mencionar el carácter confiscatorio de un IVA generalizado del 21% que incluye alimentos de la canasta básica. Una asignación monstruosa para el fisco. Tal vez esto tenga algo que ver con el crimen del hambre, de la falta de viviendas, de la precarizada salud pública. Las provincias que se declaran partidarias de la marca, tienen situaciones de nulidad democrática. Quiero decir: donde la democracia es apenas la marca de la injusticia institucionalizada. No es bueno que el hombre y la mujer estén solos, pero es mucho menos bueno que estén mal acompañados. Y la presidenta en no pocos lugares está muy mal acompañada. Pero de eso tampoco se habla y cada vez se hablará menos. Mas allá de la lógica partidaria y de la pulverizada transversalidad, el nombre de la presidenta es una Marca que abarca mucho y aprieta mas. Sin embargo, para Virginia Ogando no hubo ningún milagro. Para Romina Tejerina y para Karina Germano, tampoco. El 50% no puede ser utilizado con la lógica del rating televisivo. La presidenta puede atravesar la lógica de la marca y del triunfalismo, que también es mediático. Como las acusaciones contra Zaffaroni. Probablemente tengamos 4 años para enterarnos si quiere. No conviene confiar demasiado en los milagros.
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