Foto: Delfo Rodríguez - NA /Diario Popular |
(DP) - Lo jugó como una final y así lo ganó. De arco a arco. Con la solidez de Armani bajo los tres palos y un regreso a puro fútbol de Gonzalo Martínez, abanderado de esta conquista de River, que con autoridad y eficacia, le ganó a un muy tibio Boca por 2 a 0.
Tal como todos imaginaban se dio un partido de dientes apretados, muy peleado en el medio pero sin especulaciones en cuanto a la planificación de un juego de ataque; los dos, con mucha gente dispuesta en favor ofensiva, intentaron asumir el protagonismo desde el vector de la iniciativa.
Y en la primera copia de esa foto, Boca pareció más entero, más práctico para saltar las vallas rumbo al área rival. Sin embargo, River que apostaba al buen pie de Nacho Fernández y Pity Martínez para progresar, encontró sobre el cuarto de hora una ocasión inmejorable: Cardona tocó de atrás a Fernández, lo bajó en el área, Loustau dio el penal y Martínez lo transformó en el 1 a 0 abriendo el botín izquierdo para colocar la pelota contra un palo.
El juego continuó circulando sobre rieles similares, con mucha tensión, pero pocas ideas. De hecho, casi no volvieron a inquietar seriamente. Un gran pase del Pity para Mora que el delantero desaprovechó y un remate bajo, también de Martínez, que Rossi desvió sobre un palo, fue lo más claro de River; un par de centros al segundo palo a espaldas de Montiel, los únicos acercamientos de Boca.
En la segunda parte, Boca acusó recibo y, en base al empuje propuesto por Pablo Pérez y Barrios, empezó a coquetear con el empate ante un River más retrasado. Pero cuando Boca encontró claridad chocó con la figura enorme de un Armani infranqueable: manoteó de manera magistral un toque de emboquillada de Pavón y, al rato, un tiro de Pratto, con la espalda, contra su propio arco.
Luego, el arquero se lució con una doble tapada ante Fabra primero y Nández en el rebote. De ese momento de terror, River se recuperó de la mejora manera: una réplica explosiva conducida por Nacho Fernández, pase al Pity Martínez, gran maniobra en el área y centro rasante para que Scocco, en la segunda pelota que tocaba, aumentara la ventaja.
El tramo final no ofreció mayores sorpresas. River pastoreó esos minutos con calma hasta la hora del abrazo con la gloria.
Boca, lejos de sus actuaciones más comprometidas con su historia, se quedó masticando impotencia en una noche que, se sabía, repartiría sonrisas y bronca.
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