La escolarización en los adolescentes y jóvenes
El sistema de educación formal está conformado por el conjunto de establecimientos educativos que imparten enseñanza en sucesivos niveles desde el inicial hasta el superior. Datos y números de una Argentina que muchos quieren ocultar bajo la alfombra.
A pesar del pujante crecimiento económico que vivió nuestro país desde la devaluación en el 2002 hasta el año 2008, el sistema educativo ha ido en franca caída, con una cada vez mayor deserción escolar y una exclusión que supera los índices que habían sido un orgullo de nuestro país por su alta cobertura social.
En los últimos años, hemos acudido a un brutal descenso de la calidad educativa en la Argentina , por lo que se hace necesario que desde el Estado se planteen políticas acordes a lo que necesita la educación hoy en día, y la escuela vuelva a tener el papel preponderante que se merece en cualquier sociedad que se dicte civilizada. Se deben brindar las armas para que se pueda aprender con igualdad de oportunidades, y eso sólo se hace con decisión política y encarando políticas activas que tiendan ala inclusión y que permita el acceso y permanencia de los estudiantes.
La inequidad, la falta de igualdad de oportunidades, el alto desempleo, la pobreza, la marginación, la desigualdad, la desnutrición infantil, son algunas de las causas que han llevado a que la situación de la educación en la Argentina esté pasando por un estado terminal y se precisen política de Estado rápidas y precisas que sirvan para la solución de un problema que se ha ido agravando con el correr de los años y sin vistas de arreglo en el corto plazo.
Un informe elaborado por el Análisis de la Situación de Población en la Argentina (ASP), realizado por un equipo de investigadores/as del Centro de Estudios de Población (CENEP) a solicitud del Fondo de población de las Naciones Unidas en Argentina (UNFPA), muestra como ha sido el sistema de escolarización en los adolescentes y jóvenes de nuestro país.
El UNFPA, es una agencia de cooperación internacional para el desarrollo que promueve el derecho de cada mujer, hombre y niño a disfrutar de una vida sana, con igualdad de oportunidades para todos. El UNFPA apoya a los países en la utilización de datos sociodemográficos para la formulación de políticas y programas de reducción de la pobreza, y para asegurar que todo embarazo sea deseado, todos los partos sean seguros, todos los jóvenes estén libres de VIH/SIDA y todas las niñas y mujeres sean tratadas con dignidad y respeto.
Los niveles intermedios de enseñanza fueron denominados primario y secundario hasta la implementación de la Ley Federal de Educación en el año 1993, educación general básica y polimodal durante la vigencia de esta ley y, nuevamente, primario y secundario a partir del ciclo lectivo 2007 cuando entró en vigencia la Ley de Educación Nacional.
Para el UNFPA, la principal tendencia la creciente incorporación al sistema de educación formal de los adolescentes y jóvenes desde 1960 en adelante. La población escolarizada de 5 a 29 años de edad que, al momento de cada censo cursaba en alguno de sus niveles, pasó de 3,5 millones de individuos en el año 1960 a 6,1 millones en 1980 y a 10,1 millones en 2001.26 La población en edad de escolarizarse también aumentó durante el periodo, pero lo hizo en menor cuantía: llegó sólo al doble.
El dispar crecimiento de estas dos subpoblaciones a lo largo del período tiene como reflejo un ininterrumpido aumento de las tasas netas de escolarización por edad en cada momento censal, que pasaron de 40 por ciento (1960) a 63 por ciento (2001). El mayor ritmo de incorporación al sistema escolar se dio durante los años 70 y 80; el menor ritmo de crecimiento durante los años 1990 debe llamar la atención no sólo porque fue el más bajo del largo período analizado sino también porque durante esos años el período de obligatoriedad escolar se incrementó de 7 a 10 años.
Las tasas de la población en edad de asistir al nivel primario (6-12 años) indican que, mientras que durante los años 80, la escolarización en esa población creció un 3 por ciento, durante los 90 sólo creció 1 por ciento. En cambio, durante los mismos períodos, el cambio porcentual de la incorporación a la escuela de los adolescentes y jóvenes entre 13 y 17 años (edades teóricas para cursar el nivel medio) fue mayor en los 90 (13 y 19 por ciento, respectivamente).
Más específicamente, se observa la tendencia de incorporación de los adolescentes (12-14 y 15-17) y se ve que se acentúa el más alto cambio porcentual de los noventa con respecto al de los ochenta. Así, en los años 90 la tasa de escolarización de los adolescentes del primer grupo etario ( 12 a 14 años) creció más del doble que en los años 80 (8 y 3 puntos porcentuales, respectivamente). Una diferencia similar puede apreciarse entre los jóvenes en edad de cursar el polimodal (15-17).
De estas cifras pueden extraerse algunas conclusiones: primero, que la extensión de la escolarización obligatoria establecida por la reforma de los 90 debe haber tenido su impacto en el aumento de la asistencia escolar de la población en edad de hacerlo; segundo, que, si bien el cambio porcentual de los niveles de inserción del conjunto de la población escolarizable (5-29 años) durante los años 90 fue sólo 1/3 del de los 80 (18 y 6 por ciento, respectivamente), ello se debió, en gran parte, a que las cohortes que más elevaron sus niveles de escolarización durante los 90 (12-17 años) son menos numerosas que las que lo hicieron durante los 80 (6-11 años) y, por ello, tuvieron menor incidencia en aquella tasa total.
Durante los años 90 parece haberse generalizado a todo el país un fenómeno que en realidad se debería analizar a nivel provincial, habida cuenta de que el ritmo y modo de implementación de la reforma quedó en manos de cada provincia. En un trabajo reciente se constató la existencia de una correspondencia entre dos aspectos centrales de la reforma educativa de mediados de los 90 (la extensión de la obligatoriedad escolar y el cambio de la estructura escolar) y el aumento de la inserción escolar en las provincias. También se advirtió que la tendencia nacional de mayor crecimiento de la cobertura escolar durante los años 90 en las edades más afectadas por el impulso de la reforma estructural (EGB-3 y polimodal) fue consecuencia, en gran medida, de la intensidad con que la reforma avanzó en las provincias.
La calidad educativa es algo que tendría que estar relacionado con lo que puede ser un valor agregado de la educación. Nunca en términos absolutos. Una escuela que toma de entrada a los mejores chicos (ya sea por notas o por exámenes de ingreso), y donde los profesores están deseando estar en ese establecimiento, obviamente los resultados van a ser mejores. Lo que debe darle calidad a una escuela es como entran los chicos y como salen.
Los objetivos a los que el gobierno nacional debería apuntar para una excelencia educativa, son sencillos, primero, recuperar la concepción humanista de la educación y darle un mayor desarrollo; segundo, incorporar como valor fundamental el respeto a la diversidad; y tercero, evitar profundizar la fragmentación social que se da a través de la aplicación de modelos que dicen ser inclusivos, pero que sólo responden a intereses mezquinos y ajenos al ideario popular.
Desde el Estado nacional debe darse el debate de saber ¿qué país queremos para nuestro y para el futuro?, y a partir de allí, generar el Plan Estratégico que dé respuesta a la inequidad, a la exclusión, inclusión y justicia social, que tanto se pregona desde los atriles y actos públicos, pero pocas veces llevadas a la realidad, para que a partir de allí con su profundización sean las instituciones educativas.
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