Foto: Télam |
Por FRANCO TOSSI / LA NACION
La jugada que empleó Guillermo Barros Schelotto era arriesgada. Poner a sus mejores hombres a cuatro días del duelo ante River por la Supercopa no parecía una buena idea. Sin embargo, había dos justificaciones reunidas en una: retomar la confianza en la Superliga tras la caída ante Argentinos y obtener todavía una mayor motivación para encarar el clásico del miércoles.
Sin embargo, su Boca tiene varias facetas en la victoria. Anoche, en la Bombonera, mostró una nueva: le ganó agónicamente (2-1) a Tigre en un partido en el que la cabeza estuvo -durante varios minutos- puesta en Mendoza.
Los hinchas, desde los cuatro costados, habían arrancado el repertorio de canciones priorizando el partido ante el Millonario: "¡Cueste lo que cueste, en Mendoza tenemos que ganar!".
En esa misma sintonía terminaron cuando Germán Delfino decretó el final de una victoria emocional, de esas que contagian a sus protagonistas. Arriesgando a sus titulares, lo que el Mellizo buscaba era lo que se vivió: que su plantel gozara de un envión anímico semejante.
Con la vuelta de Pablo Pérez, el equipo recuperó algo del funcionamiento que extrañaba, pero no alcanzó para conformar. Se notó en los fanáticos, que lanzaron algunos murmullos en las tantas pelotas perdidas por Pavón y Tevez, dos hombres que son de los más aplaudidos.
La causa del flojo rendimiento de varios no parece ser otra: la mente estuvo depositada en el que probablemente sea el partido más importante del semestre.
De hecho, desde la vereda de enfrente, Ignacio Scocco había reconocido que es difícil concentrarse teniendo un duelo trascendental a la vuelta de la esquina.
El xeneize sufrió por sus propios fantasmas. Sus bajones futbolísticos, sus pequeñas distracciones. Porque el empate que había conseguido Pérez Acuña no estaba dentro de las probabilidades: el Matador había hecho poco y nada. Y Boca había errado mucho.
Lo cierto es que los hinchas terminaron ratificando, a modo de motivación, el mensaje que habían dado previo al grito enfurecido de Leonardo Jara: "Dale, Boca, que no ha pasado nada". Al contrario, terminó sucediendo todo.
Todo lo que los Mellizos soñaron para este partido: ganar merecidamente sobre el final y que sus soldados ahora preparen sus armas con confianza para sumar una estrella más ante el rival de toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario