-por Silvana Melo (APe)-
(APe).- Agua Rica se llama el nuevo megaemprendimiento minero lanzado en 2009. Ahí cerquita no más de Andalgalá. Dicen que será dos veces más grande que Bajo
Catamarca vive, en estos días, el gesto violento del poder cuando se le acaba la paciencia y sospecha en peligro la inmensa y festiva caja que brota de los vientres de la tierra. A los 13 Juan supo lo que era un calabozo cuando la policía rompió el acampe de Belén. Y Facundo, en brazos de su madre, atontados los dos por los gases y los golpes, pasaron efímeros y neblinosos por las cámaras de televisión. En Tinogasta miles de gentes del pueblo, hartos de que los cerros les desaparezcan frente a los ojos, puestos a defender la identidad y la vida, una historia de arraigo en la tierra que pisan, se sentaron al paso de los camiones que alimentan el Bajo
Pero las empresas canadienses y suizas no tienen de qué preocuparse. No necesitan ensuciar sus manos con el sudor terroso de la gente de pie. Tienen gobiernos que les ofrecen con avidez sus aparatos represivos, sus estructuras judiciales y sus leyes fláccidas para que sea feliz y sin ripio el camino del despojo.
La represión de madrugada en la tucumana Amaicha del Valle –la oscuridad es una vieja aliada del terror-, los perros feroces lanzados contra la gente en Tinogasta, la mujer que muestra la mordedura tan cerca de uno de sus pechos, balas de goma contra la espalda de cualquiera, gases que asfixian a los niños, golpes y palos y patadas en la cara de los viejos, Facundo en brazos de su madre que se desvanece, las amenazas contra los medios comunitarios, las casas allanadas, las listas, el piquete pro minero de gerentes, empleados, familiares de empleados y policías que sitia Andalgalá y no permite la entrada de sospechosos. Y la gente como blanco móvil. Terroristas de los pueblos de la cordillera –dentistas, boticarios, almaceneros, peones rurales, limpiadoras de casas y sus criaturas, maestras, cosecheros- que subvierten el orden establecido por los superpoderes económicos que siguen gobernando en las sombras. En sombras que, de vez en cuando, cuando es necesario, descorren y muestran sus incisivos listos para clavarse en cualquier yugular con pretensiones libertarias.
Decenas de miles de pobladores anónimos resisten junto a sus cerros. Una voz del pueblo que no es voz de dios para
El Antonio que no era y que satisfizo la necesidad de legitimación que
En Catamarca, los “seudoambientalistas” que no dejan trabajar en paz al Antonio que no era, saben que Bajo
En la mañana del 9 de febrero Facundo apenas podía respirar en los brazos de su madre. Semidesvanecida, intentaba esquivar las balas de goma y los escudos que le golpeaban la cara. En la tarde del 9 de febrero tres militares y dos civiles quedaban presos por decisión de los jueces que tratan de determinar quiénes y por qué persiguieron y asesinaron a Carlos Alberto Moreno 35 años atrás. El abogado de AOMA defendía a los obreros de la embolsadora de Loma Negra, condenados a aspirar un polvillo que levantaba paredes de cemento en los pulmones. Y se morían cuando todavía no había que morirse. Tratando de respirar. La dictadura tuvo aliados incondicionales. Y poderes con incisivo feroz en cualquier yugular con intenciones libertarias. Una hora después de esa misma tarde del mismo 9 de febrero
Vaya uno a saber qué dios hará oír su voz en estas horas por los rincones de Tinogasta, de Belén, de Andalgalá, de Famatina, de Chilecito, de Jáchal, de Amaicha. Acaso sea la de Atahualpa, el inca secuestrado por Pizarro. Por cuya cabeza pedía una habitación llena de oro hasta los cielos rasos. Dicen que la gente de Andalgalá juntó todo el oro de la tierra y armó una cadena con eslabones tan gruesos como el puño cerrado de los fuertes. Se la echaron a la espalda y caminaron a
Acaso sea ésa la voz de Dios.
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