Algo funciona mal en las rutas navegables
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). A contramano de lo que por estas horas ocupa y preocupa a buena parte de la ciudadanía y del gobierno (aunque no lo reconzcan) algunos funcionarios parecen empecinados en tomar decisiones que preocupan en el universo empresario y gremial del transporte fluvial.
La propia Presidente, en su largo discurso de 01/03, le dedicó a la hidrovía Paraná-Paraguay varios minutos de explicación, advirtiendo que, en tramos más largos que 300 Km . de distancia, el transporte carretero pierde en la ecuación frente al tráfico fluvial.
Pocos días antes, ella había encabezado por videoconferencia la inauguración de obras de dragado y balizamiento en el alto Paraná y en el brazo al puerto de Resistencia, y una y otra vez argumentó que el volumen de transporte de las exportaciones agrícolas en los próximos años por esa vía fluvial crecerá en forma notable.
Para tener idea del desafío, un dato: los trenes de carga argentinos movilizaron en 2011 unas 13,3 millones de toneladas de granos y subproductos, según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). El volumen representa 55,2% del total del transporte de cargas del país, y aún así la mayor parte de la cosecha nacional se mueve por camión. El transporte fluvial tiene una considerable oportunidad.
Los gremios marítimos y los empresarios del sector reciben esas noticias con optimismo, a causa de los consecuentes incrementos en mano de obra ocupada y en ganancias por concepto de fletes.
Pero, a la vez, difieren en un cuanto a un concepto fundamental: mientras muchos empresarios piensan en incrementar el escape de sus flotas a Paraguay y Bolivia por -entre otros motivos– pagar una menor cantidad de tributos, afrontar menos controles técnicos y liquidar una menor masa salarial -un total que les permite, a igualdad de valor de flete por tonelada transportada, incrementar sus ganancias-, los gremios alertan por los dispares estándares de calidad de la mano de obra empleada.
Por lo tanto, la ruta hídrica está perdiendo cierta uniformidad indispensable en la cualificación de quienes la navegan.
Dirigentes del sector ya hablan de las graves diferencias, aludiendo a "asimetrías" técnicas, impositivas, salariales y de formación profesional.
Los marinos argentinos formados desde hace años en la Escuela Nacional Fluvial -hoy dependiendo de la Secretaría de Transportes, en el pasado de la Armada Argentina- tenían una formación considerable que hay peligro de perder, y al respecto todos miran hacia el capitán de ultramar (aunque nunca ejerció tal cargo) Sergio Dorrego, "el hombre de los 2 cargos".
Durante las últimas semanas, Dorrego (a la vez, director nacional de Transporte Marítimo y Fluvial, y director de la Escuela Nacional de Naútica), ordenó que algo tan especificamente distinto como lo son la formación y capacitación de marinos de ultramar y fluviales, resulten equivalentes.
Lo más grave es que se acusa a Dorrego de habilitar a que los alumnos desplazados por bajo rendimiento intelectual de la Escuela Nacional de Náutica, se incorporen en forma equivalente al grado de estudios alcanzados a la Escuela Nacional Fluvial.
Es obvio que una sociedad que no sabe si hoy funcionarán los subterráneos, si el tren frenará mañana al llegar al andén o si el vuelo de Aerolíneas Argentinas será reprogramado en un rato, debería preocuparse por las decisiones de Dorrego.
En poco más de 1 año o 2, habrá jóvenes con habilitaciones profesionales jóvenes para cumplir tareas para las que no están preparados.
El nuevo secretario de Transportes que reemplazará Juan Pablo Schiavi, debería considerarlo porque será su responsabilidad. Y debería exigir a Dorrego que explique sus acciones, incluyendo las políticas de habilitación para tripular buques, que provocan comentarios alarmantes en el sector.
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