Francisco con los líderes religiosos de Myanmar. Foto: Lapresse |
"¡¡¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!!!", Salmos 133:1. Ese fue el versículo que eligió el líder de la iglesia católica para referirse al conflicto que se vive en Myanmar entre el pueblo musulmán rohinyás y su Estado, que los considera como "nuevos inmigrantes" y le niega la ciudadanía, por lo que deben huir hacia Bangladesh, que también los niega como ciudadanos.
Sin ir más lejos, las Naciones Unidas los considera el pueblo más perseguido en el mundo. "Por tres veces uno de ustedes usó la palabra armonía. Esa es la paz: la armonía, la armonía. Nosotros, en este tiempo que nos toca vivir, experimentamos una tendencia mundial hacia la uniformidad, a hacer todo igual. Eso es matar la humanidad. Eso -afirmó- es una colonización cultural. Y nosotros debemos entender la riqueza de nuestras diferencias (étnicas, religiosas, populares), y desde esas diferencias se da el diálogo. Y desde esas diferencias uno aprende del otro, como hermanos… que, como hermanos, se van ayudando a construir este país, que incluso geográficamente tiene tantas riquezas y diferencias. La naturaleza en Myanmar ha sido muy rica en las diferencias. No tengamos miedo a las diferencias. Uno es nuestro padre. Nosotros somos hermanos. Querámonos como hermanos. Y si discutimos entre nosotros, que sea como hermanos. Que enseguida se reconcilian. Siempre vuelven a ser hermanos. Yo pienso que solo así se construye la paz", consideró el Sumo Pontífice.
Como de costumbre, Francisco marcó su posición y envió señales hacia las autoridades locales: "Estoy agradecido que hayan venido a visitarme. Soy yo que estoy visitando a ustedes. Y quisiera al menos que espiritualmente tuvieran esa (visita): la de un hermano más. Gracias. Construyan la paz. No se dejen igualar por la colonización de culturas. La verdadera armonía divina se hace a través de las diferencias. Las diferencias son una riqueza para la Paz".
"De hermano a hermanos. Una antigua bendición que nos incluye a todos: 'El Señor los bendiga y los proteja, haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia. Les descubra su rostro y les conceda la paz'", finalizó.
Según Tornielli, el Papa Francisco llegó a Nay Pyi Taw, la capital de Myanmar, la ciudad-fortaleza que parece una ciudad fantasma y en donde desde 2005 reside el centro del poder político y militar del país.
Dos encuentros a puertas cerradas para el Pontífice: el del palacio presidencial con el presidente de la República, Htin Kyaw, que recibió al Pontífice bajo el sol en la gran explanada verde, y el encuentro con la Consejera de Estado y Ministra del Exterior, Aung San Suu Kyi, que se llevó a cabo en la sala del cuerpo diplomático del mismo palacio.
Dos visitas de cortesía antes del discurso a las autoridades políticas del país. La ciudad de Nay Pyi Taw, completamente diseñada y que surgió de la nada en pocas décadas, cuenta con varios complejos. Los palacios del poder se encuentran en una colina rodeada por un foso enorme, atravesado por grandes puentes de metal. Fue estudiada para garantizar la seguridad de quienes están en el poder y permitir vías de fuga, gracias a las enormes calles que tiene: la que rodea el palacio presidencial tiene 20 carriles; las demás solamente 8, pero todas ellas permiten el aterrizaje o el despegue de vehículos militares.
Los barrios residenciales, en donde viven los habitantes de la capital “fantasma” (oficialmente más de un millón) están mimetizados en grandes zonas rodeadas por agua, sumergidas en el verde, con edificios de cuatro o cinco pisos y rejas en las ventanas.
Grandes hoteles semidesiertos constelan la zona, además de museos y áreas para exposiciones. Por las calles hay muy pocos automóviles, lo contrario de Rangún, la vieja capital, en la que siempre hay tráfico. También los autobuses con los periodistas que viajan con el Papa, a pesar de la escolta de la policía, tuvieron dificultades para llegar al aeropuerto, pues se quedaron embotellados entre los coches. Nada de todo esto sucede en la capital, ciudad prohibida a los periodistas occidentales por motivos de seguridad.
No pronunció nunca la palabra “Rohinyá”, el grupo étnico de religión musulmana que vive en Myanmar y que ha sido objeto de discriminaciones y persecución. Pero la alusión en sus palabras fue muy clara. El Papa Francisco habló frente a las autoridades de Myanmar en el gran auditorio del International Convention Centre, en la nueva capital del país, Nay Pyi Taw.
Lo estaban escuchando la Consejera de Estado y Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, los miembros del gobierno de Myanmar y el cuerpo diplomático. La Iglesia católica local le pidió al Pontífice que no nombrara a los Rohinyá en su discurso, para no provocar nuevas reacciones violentas en un país con una democracia todavía frágil, en la que los militares todavía tienen una gran influencia.
Francisco aceptó la petición, pero no renunció a un claro y firme llamado en defensa de las minorías. La Consejera de Estado y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, pronunció un discurso antes de que el Papa tomara la palabra: "Entre todos los desafíos que nuestro gobierno está afrontando, la situación en el Estado de Rakhine –afirmó, refiriéndose a la situación de la minoría de los Rohinyá– ha capturado con fuerza la atención del mundo. Mientras afrontamos cuestiones de vieja data a nivel social, económico y político, que han afectado la confianza y la comprensión, la armonía y la cooperación entre las diferentes comunidades de Rakhine , el apoyo de nuestro pueblo y de los buenos amigos que desean solamente ver que lo lograremos con nuestros esfuerzos, ha sido inestimable. Su Santidad, los dones de compasión y de aliento que nos trae serán preciosos, mientras atesoramos sus palabras en el mensaje en ocasión de la 50° Jornada Mundial de la Paz, del primero de enero de 2017".
El primer día de citas públicas en Myanmar, para el Papa que llegó ayer a la que hasta 2015 era la capital, Rangún, comenzó en el Palacio presidencial de Nay Pyi Taw, un enorme complejo construido hace doce años, durante el pasaje a la nueva capital.
Se trata de una verdadera fortaleza con muros blancos neoclásicos y rodeada por un foso que se atraviesa gracias a una serie de puentes separados unos de otros para que sea más seguro en el caso de que se verifiquen ataques.
Una imagen que describe más que mil palabras la fragilidad de la nueva democracia birmana. Primero Francisco fue recibido por el presidente de la República de la Unión de Myanmar, Htin Kyaw, hijo de un conocido poeta; después, en la sala del cuerpo diplomático, se encontró con la Consejera de Estado y ministro del Exterior Aung San Suu Kyi, fundadora de la Liga Nacional para la Democracia, inspirada en la no-violencia de Gandhi, y que vivió condenada al arresto domiciliario durante quince años por el régimen militar.
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