La fiesta dirigencial continúa, ¿quién la pagará?
El divorcio entre la clase dirigente y la ciudadanía es cada día más evidente, y se verá como nunca el próximo mes de octubre en las elecciones presidenciales. ¿Quién se hará responsable de pagar los “platos rotos” en este distanciamiento y el retroceso que sufre nuestro país década tras década?
En las próximas semanas asistiremos a una campaña electoral en la que si todo sigue como hasta el momento, lo único que reinará en la misma será la mediocridad y la chateza de un discurso muy pobre de contenido y carente de propuestas.
El marcado retroceso con respecto a la idea de transformación y superación que estos tiempos amerita, para nada pudo ser contentada por el grueso de la mayoría de candidatos, ni los publicistas han podido romper la abulia y la anomia, que envuelve por estos tiempos a la ciudadanía argentina, donde la sociedad parece que ya no tiene esperanzas de cambio.
En casi 28 años de democracia en forma ininterrumpida en nuestro país, se ha encaminado a un franco retroceso en la Argentina , donde es evidente que no se pudo hacer pié y cuando esto sucede, la posibilidad de golpearse es permanente, dando una y otra vez contra un paredón y entrando a un callejón sin salida del cuál va a ser muy difícil encontrar un camino feliz para los argentinos.
La dirigencia mira para otro lado, se hace la desentendida y lo único que logra es minar la confianza de la sociedad. Mientras lo más grave para los ciudadanos de a pié pasa por la inflación y la inseguridad, desde las autoridades nacionales se niega ambos fenómenos, sosteniendo que en nuestro país no hay inflación y que la inseguridad es una mera “sensación” y más un invento de los medios de comunicación que lo que se vive día a día.
A pesar de los optimistas índices oficiales, la pobreza y la marginalidad crecen sin parar. Un informe de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que conduce Pablo Micheli, sostiene que más de la mitad de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza y que los ingresos que reciben no alcanzan para comprar los alimentos necesarios par cubrir la canasta básica de alimentos.
Las palabras vacuas de contenido son una constante en dirigentes que parecen preocuparse más por los resultados de una elección circunstancial, que por el bien generalizado de una población que no hace más que caer en su nivel de vida, dejando de ser aquel país florecido de fábricas y de esperanzas que supo ser hace 60 años atrás.
Por eso es que cabe preguntarse por el pago de "los platos rotos", es decir, los dirigentes cada vez más alejados del público en general, donde en ningún momento manifiestan hacerse cargo de este retroceso cívico, más dramático, en el cual los dirigentes en su conjunto actúan como si el pasado en nada les perteneciera.
Día a día se van conociendo índices económicos que denotan el agravamiento de la situación social en nuestro país, con una fuerte y sostenida fuga de capitales, con una inversión privada que no despega a pesar del crecimiento económico, y con un futuro de estancamiento que de hacerse realidad llegará para quedarse y no irse por un largo tiempo.
De no revertirse estas pautas sociales a tiempo por parte de quienes la responsabilidad de conducir a nuestro país, la ciudadanía tendrá que acostumbrarse a campañas a puro marketing y sin la mínima esperanza de algún contenido.
CNA
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