RIO 2016 / ATLETISMO
Usain Bolt completó su tercer triplete olímpico al integrar la cuarteta de Jamaica que ganó esta noche la posta 4 por 100 metros de los Juegos de Río 2016, un triunfo con sabor a despedida de las olimpiadas, como él deslizó apenas llegó a la ciudad carioca.
Bolt agotó los adjetivos al ganar los 100 metros el domingo, los 200 y ayer la posta, para coronar su paseo triunfal por Río de Janeiro, tal como lo hizo en Beijng 2008 y Londres 2012.
Tal como lo hizo en los cuatro mundiales que ganó.
Asafa Powell, Yohan Blake y Nickel Ashmeade fueron sus compañeros en la victoria y los testigos privilegiados de su inmensidad, que no se agota en su metro y 96 de estatura, se mide por los millones que forman parte de su legión de admiradores.
La carrera fue el punto culminante de una noche que tardará mucho en olvidarse. Pareció pareja hasta la última entrega del testimonio, hasta que llegó a las manos del rey indiscutido de la velocidad, para completar un tiempo de 37s. 27, a 43 centésimas del récord olímpico y mundial.
Suficiente para superar cómodamente a la sorprendente Japón (Ryota Amagata, Shota Iizuka, Yoshihide Kiryu y Aska Cambridge) con 37s. 60 y a Canadá (Akeem Haynes, Aaron Brown, Brendon Rodney y André De Grasse) con 37s. 64.
Estados Unidos (Mike Rodgers, Justin Gatlin, Tyson Gay y Trayvon Bromell), tercero en pista con 37s. 62 fue descalificado.
Después llegó la ovación, el paseo triunfal alrededor de la pista, el beso a la pista y la coronación ante los gritos de la gente: ¡¡U-sain-Bolt, U-sain.-Bolt!!. Esperada y emotiva.
Y es que Bolt es el símbolo del atleta del siglo XXI, así como lo fueron Jesse Owens, Abebe Bikila o Carl Lewis en la centuria anterior.
El jamaiquino declaró en su momento que aspiraba a ser un Muhammad Ali del atletismo y esta noche quedó claro que lo consiguió al llenar el estadio Olímpico con un público entusiasta que simplemente vino a rendirle honores.
Por gentileza con los simpatizantes locales al llegar a Río agregó a su lista de musas inspiradoras a Pelé, pero es bien sabido que O Rei nunca compitió en una olimpiada y el inmortal Alí ya pintaba para fenómeno en Roma 1960.
Su imagen atrapa y él devuelve el afecto desde sus gestos y ademanes histriónicos, desde el momento que ingresa a la pista y le apunta a las cámaras de televisión.
La competencia, mejor dicho las competencias, parecen una excusa para darse cita a un estadio y admirarlo, porque él no divide aguas. Es local en todos lados.
Esta noche la "Cidade Maravilhosa" fue el escenario de la que quizás fue su última gran función en un Juego Olímpico.
"No me veo en Tokio (2020), estoy un poco viejo...", ironizó tras ganar su prueba favorita, los 200 metros.
Si esto sucede, un nuevo dios habrá ingresado esta noche en el Olimpo del deporte. (Télam)
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