CULTURA - OBITUARIO
Fuente: http://www.abc.es/ - Foto: J.P. QUIÑONERO
Ha muerto Aurora Bernardez. Mucho más que una escritora, traductora: una leyenda, inmortalizada en varias obras maestras de Julio Cortázar, que fue su amigo, su compañero, el hombre de su vida y muchas más cosas que forman parte de la historia íntima y la historia de las literaturas.
Sus padres eran gallegos. Y ella pasó parte de su infancia en Lugo. Pero creció y se hizo una mujer en Buenos Aires. Aunque su patria definitiva la encontraría en el destierro parisino. Aurora Bernardez y Cortázar comenzaron a conocerse en Buenos Aires, «embrujados» ambos por el «opio» (título legendario de un libro de Cocteau que influyó mucho en la pareja) de la literatura.
Cuando Cortázar tomó el camino del exilio, para instalarse en París, donde terminaría trabajando en la Unesco, como traductor, Aurora sintió que también ella debía «volar».
La pareja definitivamente formada en un París legendario -el París del «be bop», inmortalizado en el más célebre de los cuentos de Cortazar,
El perseguidor- consagrados a la literatura, la vida, el arte, la traducción. Quienes los conocieron por aquellos primeros años han recordado en muchas ocasiones una pareja encantadora, niños sabios y eruditos, curtidos en las más gloriosas artes de la conversación literaria.
Rayuela, la novela de Cortázar, es el gran monumento épico de aquella aventura íntima, que terminó en tragedia.
En lo más alto de la felicidad personal, la pareja Cortázar – Aurora viajó a Cuba en 1963. Cortázar volvió a París convertido en un escritor político, bastante próximo al castrismo y una cierta izquierda hispanoamericana.
Aurora volvió horrorizada: no deseó volver nunca a La Habana. Comenzó entonces un dramático alejamiento físico.
Cortázar encontró un amor mucho más político, en brazos de su agente o «lectora», en Gallimard, Ugné Karvelis. Tras la ruptura con aquel amor, Cortázar pidió a Aurora Bernardez que aceptase el divorcio, para contraer matrimonio con Carol Dunlop.
La separación definitiva de la pareja puso fin a una historia maravillosa, que Aurora Bernardez vivió en relativa soledad. Cortazar y ella habían realizado grandes trabajos, juntos (traducciones de Poe, Yourcenar, Calvino).
Cada uno firmó un trabajo. Pero no es un secreto que las traducciones de Cortázar y Aurora Bernardez deben mucho al «otro».
Tras la muerte de Cortázar, Aurora siguió en París y se convirtió en el algo más que albacea del legado intelectual del autor de Rayuela.
Ella vivía con cierta modestia en el parisino distrito XIV, relativamente alejado de la mítica geografía de Rayuela.
El pasado día 5 de este mismo mes de noviembre sufrió un pequeño accidente doméstico y fue hospitalizada en el servicio de neurología del hospital Sainte-Anne.
Era el principio del fin, antes de entrar en los campos elíseos de la leyenda.
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