AGENCIA / NOTA DE OPINIÓN
Foto: Sergio Urribarri espera a sus invitados, dentro de una área restringida rodeada por 2.000 vallas metálicas, 3.000 policías y 200 patrulleros, en nada se parece a la Navidad del Dios liberador que se encarna entre los pobres...
Por OSVALDO A. BODEAN
CONCORDIA (Elentrerios.com). Se supone que la democracia y los privilegios individuales se contraponen.
En la democracia es el pueblo el que gobierna. Por tanto, es el único privilegiado.
El pueblo es el mandante y los representantes sus mandatarios, sus delegados, elegidos no para que se instalen en una cúspide inaccesible, distante de la gente, a salvo del común de los mortales, sino para que sirvan a la comunidad, compartan su destino y lo engrandezcan.
¿Qué sería compartir el destino de una sociedad?
Simple: caminar sus calles y rutas, enviar los hijos a sus escuelas públicas, atenderse en sus hospitales, sentirse cuidado por el mismo policía que protege al resto de los vecinos. En fin, ser uno más, progresando al mismo ritmo que lo hace cualquier persona de bien y de trabajo.
¿Comparten nuestros gobernantes el destino de sus pueblos? Poco. Casi nada. Cada vez menos.
"Hoy la oligarquía está constituida por la clase política. Basta ver su nivel de vida, viajes, autos, casas, etc. Todo un lujo hecho con dinero de dudosa procedencia", escribía un lector de El Entre Ríos.
¿A alguien le importa que pase esto? A muy pocos.
La más perversa de las devaluaciones que hemos sufrido en estos 31 años ha sido la de los grandes ideales.
Si hasta parece subversivo, revolucionario, plantear la igualdad de oportunidades como consigna de lucha...
Suena a entretenimiento de nenes de mamá, que entre la play y el cole les queda algún resquicio para ponerse una remera del Che Guevara y acordarse de que hay pobres.
El anti modelo del gobernante enriquecido, que -apelando a una frase de Arturo Jauretche- sube al caballo por la izquierda y se baja por derecha, que construye su mansión en algún lugar inaccesible para que el pueblo no lo descubra, apenas si da lugar a alguna que otra crítica aislada...
Mientras algo reparta, mientras deje caer algunas migajas de la mesa, está todo bien... Que robe, que embolsille vergonzosas coimas, no importa con tal de que algo haga y algo dé...
Pareciera que se nos hubiera adormecido el alma ante la injusticia.
Como si un conformismo atroz hubiera absorbido nuestras energías. Ya no aspiramos a la plenitud de la salud social. En vez de exigir la curación definitiva, apenas si nos dan las fuerzas para pedir que no nos saquen el respirador artificial.
La mayoría de los planes sociales son pulmotores. Nadie duda de que el pulmotor sea un genial invento para prolongar la vida en una emergencia. Pero el ideal no es vivir conectado para siempre al respirador. El ideal es la salud, respirar por sí mismo.
En el campo de lo social, respirar por sí mismo es el empleo digno y la educación liberadora. ¡Nunca menos!
Eso es salud económica, social, cultural y espiritual. Es el único sueño por el que vale la pena luchar. Y no es un sueño sólo entrerriano. Es un sueño universal, humano. Aunque ya ni en los discursos opositores se insinúe.
Tal vez algunos de los mandatarios que concurran a la Cumbre del Mercosur en Paraná encarnen el ideal de la democracia. Por caso, al "Pepe" Mujica se lo ve, al término de su gobierno, igual que cuando asumió... Como si nunca hubiera dejado de ser uno más de su pueblo.
Pero el cónclave, en su gestación, en la forma en que fue concebido, en su estilo, es una exaltación de los privilegios.
Me remito a la impecable descripción de Mario Alarcón Muñiz: "Nadie cree que los presidentes y sus comitivas se ocupen demasiado de saber dónde están. (..)
Una vez instalados, observarán a la distancia, desde los grandes ventanales del hotel, el majestuoso río Paraná, apreciarán el parque Urquiza, verán florecidos los chivatos y nada más.
Ni siquiera los veleros podrán navegar, no pasará ni una solitaria canoa, la gente no circulará por el parque, los gurises no andarán en bicicleta, los aerobistas habrán desaparecido, quienes acostumbran a matear allí por las tardes deberán hacerlo río abajo, en Bajada Grande o quedarse en su casa.
Todos son peligrosos y nadie podrá merodear el lugar, ni acercarse".
Más adelante, Mario agrega: "A ninguno de los visitantes se le ocurrirá visitar el volcadero de Paraná, donde los gurises buscan algo de comida en los camiones de basura. Ni detrás del Paracao donde la gente carece de agua potable".
Si hubiera que adosarle una imagen a esta cumbre, acorde con el fin de año, encajaría bien con la de Papá Noel. Brillos y mucho dinero de dudoso origen para desparramar en obsequios y lujos.
El área restringida rodeada por 2.000 vallas metálicas, 3.000 policías y 200 patrulleros, en nada se parece a la Navidad del Dios liberador que se encarna entre los pobres...
Es que, según el INdEC, ya casi no hay...
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