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SANTIAGO KOVADLOFF CONTÓ DETALLES DEL ENTIERRO
“No se puede estar bien, la Argentina no tiene rumbo”, dijo ayer el filósofo Santiago Kovadloff (foto) -uno de los oradores en el entierro de Alberto Nisman que se realizó el jueves en el cementerio judío de La Tablada- durante una entrevista con el periodista Marcelo Longobardi en “Cada Mañana”, el programa que conduce en Radio Mitre.
Sobre su discurso en el entierro del fiscal Nisman, Kovadloff contó un momento emocionante: “La más chiquita, un ángel divino de 8 años, hermosa nena, no estaba donde estaba porque su cabecita no le permitía, en parte por suerte, estar donde se encontraba. Ella, con 8 años, frente al ataúd de su padre que acababa de ser sepultado, con los oídos abiertos a los golpes de la tierra que caían sobre ese ataúd. No sabés lo que eran los ojos de la hija mayor fijados en los míos cuando yo leía, mientras yo decía que su orfandad era también la nuestra. Con los ojos mirándome a mí, como diciendo ‘¿de qué estás hablando?’. Esa madre, que al igual que la hija menor, parecía estar traspasada por la imposibilidad de digerir lo que vivía, lo que se veía. Y ese cementerio... que como todo es la expresión de una tragedia. Ese rito judío y esa letanía terrible. Y esa oración que dice ‘gracias Señor por haberlo tenido entre nosotros’. Es muy fuerte”.
LA INTIMIDAD
El filósofo dio más detalles de la íntima despedida de Nisman: “Ese era el ambiente. Familiares, amigos, no eran muchas personas. Afuera estaba la gente, el pueblo, en su abundancia, con humildad, con pequeños cartones toscos que pedían justicia; personas que se acercaban para dar un abrazo y pedir justicia. Gente humilde, no ajena a lo que pasaba, que sentía que había sido violentada en lo más íntimo de su ser. Ese era el clima y ésa era la atmósfera. Nos fuimos todos y quedó la familia: la madre, las nenas, su mamá, la hermana, solos como corresponde en un momento de intimidad, tratando de encontrar la privacidad que se merecían”.
Conmovido, el escritor afirmó que “no estoy bien. No se puede estar bien porque ser testigo y partícipe al mismo tiempo de esta atmósfera y tragedia, y tener 72 años como tengo yo, es estar abrumado por la eternidad del día que vive la Argentina a merced del delito, con instituciones frágiles”.
Kovadloff fue uno de los encargados del último adiós.
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