AGENCIA / DEBATE-INFORME
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Idesa). La maternidad adolescente es un factor de riesgos sanitarios y sociales. A tan corta edad, la madre todavía no alcanzó su pleno desarrollo y los cuidados del embarazo muchas veces no son los apropiados.
A su vez, induce la interrupción de los estudios lo que generalmente se traduce en bajos niveles de educación e inactividad laboral. Esto luego tiene impactos negativos en la crianza del hijo. Por estos motivos, aunque la decisión de tener un hijo pertenece al ámbito privado, el tema del embarazo adolescente es un asunto de política pública que debe ser tratado con mucha delicadeza y sensibilidad.
Un estudio sobre los impactos de un programa de capacitación en República Dominicana demostró que la maternidad adolescente puede disminuir hasta un 20%. La relevancia de la experiencia es que señala que la maternidad temprana no sólo está asociada a déficits de educación sexual y mala difusión de métodos anticonceptivos sino también a la falta de oportunidades que sufren la mayoría de las jóvenes pertenecientes a hogares pobres.
Datos oficiales recopilados por el Banco Mundial muestran la importancia que el tema de la maternidad adolescente tiene en la Argentina. Según esta fuente se observa que:
- En los países avanzados la tasa de fertilidad promedio es de 1,6 nacimientos por mujer y la tasa de fertilidad adolescente de 10 nacimientos por cada 1.000 mujeres.
- En la Argentina estas tasas son de 2,2 y 54, respectivamente.
- Es decir que, mientras la tasa general de fecundidad es un 38% más alta, la tasa de fertilidad adolescente es más de 5 veces superior a la de los países avanzados.
Estos datos muestran la enorme distancia que separa a la Argentina de los países avanzados en materia de maternidad adolescente. Entre las mujeres con menos de 20 años de edad, en la Argentina hay 5 veces más nacimientos que en los países desarrollados.
La alta tasa de embarazo adolescente en Argentina debería atenderse con políticas públicas a la luz de que la experiencia de los países avanzados sugiere una fuerte asociación entre reducción de los embarazos a edades tempranas y progreso social.
El programa ejecutado en República Dominicana busca mejorar la empleabilidad de las adolescentes para elevar la autoestima y las expectativas sobre su futuro. Para ello incluye 150 horas de educación técnica, 75 horas de desarrollo de habilidades socio-emocionales y 3 meses de prácticas en empresas.
El estudio de impacto difundido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) destaca que las adolescentes mejoraron sustancialmente sus expectativas respecto a conseguir un mejor empleo, ser propietarias de un negocio, vivir en un mejor barrio y ofrecer una vida mejor a sus hijos.
Esto redundó en que muchas adolescentes postergaran la maternidad.
Un programa de estas características en la Argentina podría hacer que haya 24.000 nacimientos de madres adolescentes menos.
Esto se explica porque en Argentina se producen aproximadamente 120 mil nacimientos de madres adolescentes cada año. Por esta vía, se podría hacer una contribución importante en el combate a la pobreza estructural. Pero, para ello, se requiere una actitud seria y profesional en lugar de minimizar el problema a través de las manipulaciones en el INdEC o directamente negando su relevancia.
Aun así, la enorme brecha con los países avanzados demuestra que el embarazo temprano demanda un abordaje más integral e intenso desde las políticas públicas.
La maternidad adolescente no sólo se origina en nacimientos no deseados sino también en la falta de proyectos de vida.
Ante la ausencia de oportunidades y perspectivas desalentadoras, la maternidad aparece como la última y única alternativa para generar una identidad y dar sentido a la vida.
Por el contrario, cuando a las jóvenes se les ofrece una vía para ser artífices de su progreso a través del estudio, la capacitación y el acceso a buenos empleos, sus actitudes en relación a la maternidad cambian.
Esto señala el déficit de los programas asistenciales tradicionales, como la Asignación Universal por Hijo.
Al limitarse a transferir ingresos tienden a perpetuar la pobreza. Pero si junto con las transferencias monetarias se contemplaran acciones que estimulen entre las jóvenes la construcción de proyectos de vida, se convertirían en potentes herramientas de promoción social.
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