miércoles, 6 de julio de 2016

UN DEBATE INCONCLUSO

SOCIEDAD DEBATE 



por MARÍA LILIA GENTA 

Por segunda vez en muy poco tiempo me siento presa de la desolación. Temo caer en una suerte de desierto espiritual. Cuando las sorpresas, impensadas, nos la depara la Iglesia, se reabren heridas que creíamos cerradas para siempre. Poco importan los golpes que nos pueda asestar algún político falaz; éstos nos resbalan sobre las heridas. 


Pero los que provienen de la misma Iglesia, no. En un curioso neo martirologio, que va in crescendo y no paree detenerse, se proclama, ahora, mártires a los cinco religiosos palotinos asesinados el 4 de julio de 1976 en la Parroquia de San Patricio, en Buenos Aires.

Siempre creí que mártires son aquellos que mueren asesinados por odio a la fe verdadera. En el caso de los palotinos -crimen abominable, por cierto- me pregunto si fueron asesinados por odio a la Fe Católica o a la fe en Carlos Marx, Trotsky, Stalin, Fidel, Mao o el Che.

Tengo personalmente una idea, que comparten algunos obispos, muchos sacerdotes y muchos laicos, sobre quienes murieron mártires, efectivamente, durante la tremenda guerra que se libró en Argentina en los años setenta. No los voy a nombrar porque respecto de uno de ellos me comprenden “las generales de la ley”.

Pero eso sí, no puedo dudar de las razones que tuvieron sus asesinos porque ellos mismos se encargaron de hacer llegar una carta, una especie de “certificado”, en la que aseguraban que los habían matado por considerarlos “soldados de Cristo Rey”.

Esta frase estaba estampada en medio de sacrílegas burlas sobre su religiosidad. La carta a la que aludo ha sido publicada y reproducida en varios libros y revistas en el transcurso de más de 40 años.

En cuanto al crimen de los palotinos ya en aquellos años se sabía que en la Parroquia de San Patricio funcionaba una suerte de célula de la organización terrorista Montoneros. Con total impunidad y desvergüenza lo han “certificado” algunos de sus miembros que sobrevivieron a la llamada “masacre de San Patricio”.

Voy a transcribir uno solo de esos “certificados” para no alargar la nota; pero todos están publicados en distintos libros, artículos, portales de internet, al alcance de quien los quiera consultar.

La revista 3 Puntos, en su número 133, del 20/01/2000, sección Lectores, aparece la respuesta a una nota de Miguel Bonasso (montonero confeso) publicada en el número anterior de esa misma revista, del ex Oficial 1ro. Montonero, Ernesto Jauretche, escritor y periodista, militante desde 1955 en el peronismo de izquierda.

En esa respuesta escribía Jauretche: “La sorpresa de leer un testimonio que me involucra remueve mis recuerdos. La vibrante anécdota de ese día de mayo del 76 que relata Bonasso en el número 132 de 3 Puntos, tiene, sin embargo, otras aristas no comentadas en la brevedad del texto publicado. Es cierto que estuvieron esperando mi llamado de control. Pero no lo es menos que mi tarea de ese día consistía en atravesar todo Buenos Aires trasladando en un Rapiflex el mimeógrafo y un abultado paquete de originales de Evita Montonera hasta una parroquia palotina de la calle Estomba.

Tiempo después el grupo de sacerdotes que me recibieron, conocidos hoy como víctimas de la intolerancia religiosa, sumaron sus nombres a la vasta nómina de mártires montoneros. Con más ánimo de agregar detalles que de acometer un tardío alegato para justificar mi falta, debo aclarar que al regreso no pude ver la macetita en el alféizar de la ventana del 6to. piso que indicaba “aquí estamos; todo en orden” porque, lógicamente, la habían retirado mientras transcurría la “emergencia” que Miguel relató y que yo observaba alelado desde una mesa del café de la vereda de enfrente”.

El texto se comenta solo. Hay otra cuestión sobre la que quiero detenerme. Como el crimen de los palotinos suele habitualmente imputarse a un grupo de tareas de la ESMA, es muy interesante leer la declaración indagatoria del capitán de fragata Antonio Pernías ante el juez Torres en mayo de 2006, publicada por su defensor, Florencio Varela en el portal de internet Harry Magazine.

Dicha declaración abunda en detalles sobre las actividades de diversos montoneros (varones y mujeres) vinculados con la causa de los Palotinos. Esta imputación a la Marina nos pareció siempre un tanto inconsistente a los que vivimos muy de cerca, en aquella época, los acontecimientos.

Unos días antes, una joven, Ana María González, de apenas 18 años, miembro activo de Montoneros, fingiendo estrecha amistad con una de las hijas de la que sería su víctima, compañera de colegio, aprovechó la confianza que la familia había depositado en ella y colocó un explosivo debajo de la cama del entonces Jefe de la Policía Federal, Gral. Cesáreo Cardozo.

Fue el segundo jefe de la Policía Federal asesinado por la guerrilla en aquella época; el primero había sido el comisario Alberto Villar muerto un año y medio antes en uno de los más resonantes atentados de Montoneros.

Al parecer la Policía Federal en sus investigaciones llegó a conocer el lugar donde se había refugiado Gonzalez después del asesinato de Cardozo: no era otro que la Parroquia de San Patricio. Más aún: dos días antes de la masacre de los religiosos ocurrió otra masacre.

En efecto, el 2 de julio de 1976, Montoneros colocó una bomba en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal, atentado en el que murieron 23 personas y 60 quedaron heridas.

Teniendo en cuenta estos antecedentes que acabo de enumerar siempre me incliné a creer, como más probable, otra versión que circuló por aquellos días, a saber, que los palotinos fueron asesinados por un grupo de policías federales, desbordados, que actuaron por su cuenta en venganza del asesinato de Cardozo y de la bomba en el comedor de Seguridad Federal que fue la gota que rebalsó el vaso.

Las crónicas de esos días consignaron 2 frases escritas por los asesinos en el suelo de la parroquia. Una decía: "Estos eran zurdos que envenenaban las mentes vírgenes". La otra rezaba: "Esto es por los muertos en el comedor de la Policía Federal."

La tesis de la represalia policial la sostienen, también, L. Wiernes y P. Torres, en su obra Policía y Montonero, publicada en 2010, en Buenos Aires por la Editorial Tutchei Tansec.

Esto certifica los motivos que movieron a los asesinos de los 5 religiosos que, como se ve, no fue el odio a la fe. Desde el primer momento se dijo, también, que algunos de los muertos no pertenecían a Montoneros y que, por tanto, eran inocentes.

Pero es muy difícil sostener esta inocencia: el haber refugiado a Ana María González los hace cómplices a todos. Por último quiero agregar que muchos de los que formaron parte de Montoneros provenían de los mismos círculos católicos a los que pertenecíamos mi marido y yo.

Siempre me pregunté qué o quienes llevaron a transitar el camino de Cristo a Carlos Marx a numerosos jóvenes de mi generación a la que siempre llamé la generación partida.

La respuesta es siempre la misma: los sacerdotes tercermundistas comprometidos con la lucha armada. Sigo esperando que nuestra Santa Madre la Iglesia, institucionalmente, revise este maridaje inaceptable entre el evangelio y el marxismo violento y militante.

He escrito esta nota en un tono quizás demasiado personal. Es que se trata no de la historia que leí sino de la que viví.

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