domingo, 21 de octubre de 2018

¿QUIÉN PUEDE CREER LA MENTIRA SAUDITA?

GLOBAL / ASESINATO DE KHASHOGGI 

Hatice Cengiz y Jamal Khashoggi: Un futuro trunco.

Ya anticipado por fuentes estadounidenses pero imposible de creer: 

"La Fiscalía General de Arabia Saudí aseguró este sábado 20/10 que los resultados preliminares de su investigación sobre el caso del periodista Jamal Khashoggi muestran, según afirman, que murió en el consulado saudí en Estambul "después de una pelea con personas con las que se encontró allí", según un comunicado citado por medios estatales. 


"Las investigaciones están todavía en marcha y 18 ciudadanos saudíes han sido arrestados", asevera la nota, que afirma también que un asesor real, Saud al-Qahtani, y el N°2 de los servicios de inteligencia, Ahmed Al Asiri, han sido despedidos de sus puestos.

El comunicado no ofrece más detalles sobre la relación de ambos con el periodista que desapareció en Turquía el 02/10 cuando entró en la sede diplomática saudí. (...)".

Al Asiri es el antiguo vocero de la intervención militar saudí en Yemen y un cercano asesor del príncipe heredero, Mohamed bin Salmán.

El diario The New York Times había anticipado, basándose en varias fuentes, de la intención de Riad de acusar al general Al Asiri. Según esta versión, el heredero habría dado a Al Asiri la orden de capturar y llevar a Arabia Saudí a Khashoggi —lo que ya constituiría un delito en sí mismo—, pero el general se habría excedido en sus funciones al pedir al equipo enviado a Estambul que asesinase al periodista.

¿Y qué sucederá con Salah Mohamed Tubaiqi, el descuartizador de Khashoggi? Tubaiqi se encargó de acabar con el articulista Yamal Khashoggi: de acuerdo con fuentes policiales citadas por la prensa, 7 son los minutos que Tubaiqi tardó en descuartizar a Khashoggi dentro del consulado saudí; 7 minutos son su especialidad forense. 7 minutos es el tiempo que el funcionario saudí se jactaba de tardar en realizar una autopsia hace 4 años, en un reportaje para el diario 'Asharaq al Awsat' sobre fallecimientos de peregrinos durante su trayecto en la Meca.

Según la web 'Middle East Eye', aquel artículo mencionaba una clínica móvil diseñada por el mismo Tubaiqi para usar en "casos de seguridad que requieran la intervención de un patologista para realizar una autopsia o examinar un cuerpo en el lugar del crimen".

Hasta el momento, los medios de comunicación han atribuido a Tubaiqi los cargos de director forense del Departamento General de Pruebas Criminales de la Seguridad Pública saudí, así como una lista de cargos más, como responsable del consejo científico de Medicina Forense dentro de la Comisión Saudí de Especialidad es de Salud, otro puesto cercano a la cúpula del reino del desierto.

Nacido en 1971, todas las menciones dan a entender que el experto forense de la Universidad Naif Arab no es ajeno a la corte. Tubaiqi aterrizó en Estambul en el 1ro. de los 2 aviones privados, fletados presuntamente por el entorno del príncipe heredero Mohamed bin Salman, el 02/10/2018. Él cruzó el control de pasaportes a las 3:38 de la madrugada. Se registró para más de una noche en el hotel Mövenpick, cercano al consulado, y luego acudió a la sede diplomática.

Él dejó Turquía hacia las 20:30 del mismo día. Según aseguraron fuentes policiales turcas al 'The New York Times', Tubaiqi llevaba una sierra.

 ¿Qué papel jugó exactamente Salah Tubaiqi en los últimos minutos de vida de Khashoggi? Lo deben determinar sus investigaciones. Por ahora, la mayor prueba en su contra, de acuerdo con el periódico turco progubernamental 'Yeni Safak', es una grabación en la que supuestamente se le oye hablar.

Según este rotativo, poco después de que Khashoggi entrase en la legación diplomática, a primera hora de la tarde, el articulista fue aprehendido, golpeado y trasladado a las dependencias del cónsul general. Allí, después de drogarle, le amputaron las falanges de las manos mientras seguía con vida.

El relato de 'Middle East Eye' detalla cómo en la cita que tienen en manos los policías se escucha a Khashoggi gritar hasta que lo acaban sedando y decapitando. Durante este proceso, Tubaiqi da muestras de una sangre fría propia de alguien ducho en la materia.

"Cuando hago esta tarea oigo música. Ustedes deberían hacer igual", se oye decir a alguien que los investigadores identifican como el forense, dirigiéndose al resto de integrantes del grupo enviado con la misión expresa, según cree la Policía turca, de matar a Khashoggi.

La cadena 'Al Jazeera' ha informado, en base a fuentes policiales turcas, de que los investigadores han hallado huellas dactilares de Salah Tubaiqi durante sus inspecciones. Resulta absurdo que el rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz, ha encargado al príncipe heredero y responsable del asesinato de Khashoggi, Mohamed bin Salmán, que reestructure los servicios de inteligencia del país.

La agencia France Presse informó que será Mohamed bin Salmán -a quien hasta los servicios secretos de USA apuntan como autor intelectual del crimen- quien se encargará de que 'no vuelva a suceder'.

Según la agencia Reuters, hay mucho ajetreo en Arabia Saudí porque la decisión de Bin Salmán ha llevado a que numerosas empresas y Gobiernos boicoteen un importante foro empresarial preparado con mucha anticipación en Riad.

¿Y qué ocurrió con Hatice Cengiz, la novia de Khashoggi, que no pudo contraer matrimonio el 03/10 en Estambul?

Aquí un relato publicado en el suplemento Crónica, del diario madrileño El Mundo, a propósito de una entrevista de la agencia turca Anadolu: "La última vez que Hatice Cengiz vio a Yamal Khashoggi vivo, él le sonrió. No era para menos. Su boda con aquel saudí de 60 años de mirada brillante estaba al caer. Todo había sucedido fugazmente: se habían conocido el mayo pasado en una conferencia sobre política de Oriente Medio y el Golfo Pérsico.

Tras acabar su ponencia, ha explicado ella, Hatice se acercó al orador con una pregunta. «Lo admiraba desde hacía tiempo», reconoce la joven. Pronto «nos involucramos emocionalmente y decidimos casarnos».

Hasta entonces, apostilla un amigo, sólo el padre de ella, algo reacio a permitir que su hija de 36 años consumara su matrimonio con alguien notablemente mayor, se había interpuesto en los planes de la pareja. Al final, en la pedida de mano, dio su brazo a torcer. Ella es una turca piadosa, estudiante de doctorado de la Universidad de Estambul. Él, no menos religioso, un azote del incipiente estilo de gobierno impuesto por el flamante príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman en Arabia Saudí.

A Khashoggi no le gustaba el marcado autoritarismo del treintañero que lleva las riendas del reino del desierto desde junio de 2017. Ni su guerra en Yemen, ni su persecución de quienes disienten. Khashoggi era uno de ellos. Hace un año, coincidiendo con el inicio de sus colaboraciones para el rotativo The Washington Post, el columnista se impuso el exilio en Estados Unidos. Su nueva vida iba viento en popa. Tanto como para que el amor le sonriera de nuevo entre las calles de la urbe turca que los mares abrazan.

Por eso, ungidos en felicidad y urgidos a ponerse los anillos cuanto antes, el 2 de octubre pasado, a las puertas del consulado saudí en Estambul que se engulliría a Yamal Khashoggi para siempre, no había lugar para una despedida final. «Yamal no tenía dudas», recuerda Hatice a la agencia semioficial turca Anadolu, «porque en su primera visita al consulado, el 28 de septiembre, todo era positivo. Lo recibieron bien en el consulado y le felicitaron por casarse. Dejó el consulado feliz y relajado tras su primera visita».

En la segunda, el feliz articulista había sido citado para obtener su certificado de soltería, necesario para firmar un nuevo matrimonio después de su divorcio previo, y su partida de nacimiento. No puede decirse que anduviese despreocupado: «Una vez le pregunté a quién debería contactar si le ocurriera algún problema inesperado relacionado con su posicionamiento político respecto a su país. Me dijo que Yasin Aktay [un asesor del presidente turco Erdogan] era un viejo amigo, y que podría llamarle», rememora.

En aquel maldito 2 de octubre, pasadas las 13:30 de la tarde, Hatice y Yamal se dijeron adiós frente a las vallas policiales que flanquean la legación diplomática saudí, en el distrito de Levent. Para cumplir con las normas del despacho, ella se quedó fuera, con el teléfono de él, y prometieron verse al poco en el mismo sitio. Él penetró en el edificio. Casi dos horas después de separarse, junto a una foto de un cielo azul radiante sobre el consulado, Hatice tuiteó: «Como si asistiéramos a los últimos días del verano...».

Lo cierto es que el otoño de su vida ya había comenzando adentro, tras las dos cimitarras que componen el escudo de la casa de Saúd, incrustadas en las puertas del consulado. (...) Fuera del consulado, Hatice se impacientaba. Y esperó. Esperó. Esperó. Esperó. El aire fue cobrando densidad hasta hacerse irrespirable.

«Experimenté un gran temor como nunca antes en mi vida», recuerda. «El mundo empezó a girar a mi alrededor, estaba confundida y no sabía qué hacer», explicó a la agencia Anadolu la prometida. Obedeciendo a Khashoggi, Hatice llamó a Yasin Aktay. Luego, contactó con otro amigo del columnista, el periodista turco Turan Kislakçi.

«Cuando me llamó, lo primero que sentí es temor por él. Pero no creí que lo fuesen a matar. Durante tres días creímos que lo retenían para interrogarlo. Pero después de tres días fuimos informados por algunas fuentes de que podrían haberlo matado de una forma bárbara», explica Kislakçi a Crónica.

Los inspectores tardaron apenas cuatro días en dar por sentado que Khashoggi había sido asesinado dentro del consulado. No aportaron pruebas concretas más allá de imágenes que demostraban que jamás había salido de él. De haber salido, según relató Hatice en una tribuna para el Post, hubiesen acabado la tarde como cual quiera de esas parejas de tortolitos que consumen ansiosos los últimos metros hacia el altar.

Pensaban a lo grande. En una vida a caballo entre EEUU y Turquía. Aquel día infame planeaban dedicar la tarde a hacer recados, comprar electrodomésticos y rematar la jornada cenando con unos familiares de Cengiz. Jamal, subrayó ella, se sentía cada vez más enérgico. El sol salía un año después de huir de Arabia Saudí.

«Él estaba excitado con su nuevo matrimonio», dice Turan Kislakçi, quien no duda en definir al articulista como «uno de los periodistas más importantes de la región, pero al mismo tiempo gentil y caballero. Siempre generaba un buen ambiente a su alrededor, con sus sonrisas y su bondad». Él y su prometida, añade, «estaban acondicionando todo para su nuevo hogar mientras preparaban la fiesta de celebración de la boda. Khashoggi estaba muy contento de poder empezar una nueva vida con ella».

(...) Hatice Cengiz confesó lo duro que ha sido suspender todos los preparativos de la boda: «Ha sido una carga pesada tener que detener e incluso cancelar todo lo que habíamos empezado», dijo a CNN, cuando todavía albergaba alguna esperanza. La novia mantuvo su fe hasta ayer (sábado 20/10), cuando Arabia Saudí confirmó oficialmente su muerte en una «discusión» mientras estaba en el consulado.

Tuiteó el 6 de octubre: «Yamal no mató y no puedo creer que fuese asesinado»; el 11: «¡A quienes preguntan por mi condición...! Como si viviese entre la vida y la muerte, entre el cielo y la tierra, entre el paraíso y el infierno... Estoy mejor al dormir esperanzada y pierdo toda esperanza al amanecer... ¡Muero mil veces al día!».

El 16: «Dios dice: A aquél que mate intencionadamente a un creyente le corresponde el infierno». Esta última sentencia procede de la sura An Nisa del Corán y da cuenta de la profunda religiosidad que envolvía el proyecto de matrimonio. Yamal Khashoggi era un ferviente creyente, a la par que un reformista. A diferencia de otros activistas compatriotas, Khashoggi defendía la capitalidad del islam en la vida política. Entre sus facetas criticadas están sus entrevistas a Osama bin Laden, o su apoyo público a la hermandad de los Hermanos Musulmanes, una organización política «terrorista» según Riad.

«Era un patriota de Arabia Saudita», resume Kislakçi. «Nunca se describió a sí mismo como opositor. De hecho, jamás criticaba al país. Él sólo criticaba la política de Mohamed bin Salman en Yemen, Siria o Palestina». Eso es lo que dotaba a la figura de Khashoggi, al que países como EEUU dan por muerto, de una pátina resbaladiza. No era un disidente al uso, sino alguien próximo a los intrincados círculos de poder del reino del desierto opuesto al puño de hierro d e su inflamable gobernante de facto.

«Lo he conocido durante siete años. Hemos compartido exposiciones, mesas redondas y cenas en Londres, Berlín, Riad, Bahrein y Washington. Sentado con Yamal, uno no podía sino constatar una bondad en su alma que doblegaría incluso a su oponente intelectual más fiero», ha escrito el investigador saudí Mohamed Alyahya, afiliado al Centro de Investigación del Golfo.

«La indignación que ha seguido a la desaparición de Khashoggi está justificada», remacha. El mundo periodístico se ha solidarizado con Hatice Cengiz. El Post ha sido uno de los que ha plantado cara con más firmeza al príncipe heredero saudí, conocido por las siglas MbS. Alguien ovacionado en Occidente tanto por los pingües beneficios proporcionados a sus arcas -bin Salman se fue de Madrid el pasado abril dejando atrás su firma estampada sobre un contrato de compra de corbetas por casi 2.000 millones de euros -como por ciertos gestos modernizadores. Uno de ellos, permitir mujeres al volante.

A mediados de esta semana, el Washington Post publicó la última tribuna firmada por Yamal Khashoggi. Versaba, paradójicamente, sobre la falta de libertad de expresión y de prensa en los países árabes y la persecución de editores, articulistas e informadores.

«Estas acciones ya no tienen la consecuencia de una reacción dura de la comunidad internacional. En su lugar, estas acciones quizás desencadenen una condena seguida rápidamente del silencio». No hablaba de él; pero hoy es como si lo hiciera."

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