Enrique Angelelli en tarea pastoral en La Rioja. |
(U24) - Aquí la novedad relatada por Alver Metalli, en Vatican Insider, pero desde Ciudad de Buenos Aires: Todo está listo en la provincia argentina de La Rioja para el «memorable evento» «El himno de los cuatro mártires» ha sido ensayado y vuelto a ensayar por el coro que lo interpretará en la misa de beatificación frente al pueblo que asistirá a la pobre provincia argentina desde todos los rincones del país.
Las cuatro cortinas, una para cada uno de los beatos, están en su lugar y serán inauguradas el martes 23 de abril por el nuevo obispo de La Rioja Dante G. Braida. A partir de entonces habrá conferencias, presentaciones de libros, representaciones teatrales, manifestaciones artísticas, proyecciones de películas, conciertos, exposiciones fotográficas inspiradas por y en Angelelli, Murias, Longueville y Pedrenera, obispo el primero, religioso el segundo, sacerdote el tercero y laico el cuarto, para representar idealmente todas las vocaciones ordenadas de la Iglesia católica.
Después, la larga vigilia que comenzará alrededor de la media noche del viernes 26 de abril, con la caminata de 7 kilómetros desde las puertas de la catedral hasta el parque de la ciudad, y que concluirá el sábado 27 por la mañana para dejar espacio a la ceremonia de beatificación verdadera, presidida por el cardenal Giovanni Angelo Becciu, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos desde hace poco menos de un año.
En nombre del Papa Francisco, evidentemente, que puede ser considerado el gran “patrocinador” de los nuevos beatos argentinos. «El Papa Francisco conoció a Angelelli como provincial jesuita y en esos años visitó la diócesis en la que trabajaban algunos sacerdotes de su congregación, algunos de los cuales también sufrieron la persecución y la cárcel en esos días», cuenta Marcelo Colombo, hoy arzobispo de Mendoza y durante mucho tiempo obispo de La Rioja, otro de los grandes promotores de la beatificación que se llevará a cabo dentro de pocos días.
Colombo recuerda que «en 2006, en ocasión del 30 aniversario del asesinato de Angelelli, Bergoglio presidió las celebraciones con la participación de muchos obispos y sacerdotes. Su homilía de entonces fue elocuente. Todos la recuerdan con emoción».
Fue Bergoglio el que, en calidad de presidente de la Conferencia Episcopal argentina, decretó la creación de una comisión de investigación sobre la vida y la muerte de los cuatro próximos beatos. También se debe a Bergoglio la búsqueda y el envío a los magistrados de dos cartas que el obispo argentino Angelelli llevaba consigo cuando fue asesinado. Algunos días después también se enviaron copias al Vaticano y llegaron a las manos del Papa, quien las envió al tribunal que condenó a la cadena perpetua a los militares Menéndez, Estrella y Vera en febrero de 2013.
«En la causa de monseñor Angelelli fue decisiva la incorporación de dos documentos que el Papa nos envió para que los presentáramos ante los tribunales argentinos», afirmó el obispo Colombo.
Su sucesor, el obispo Braida (también nombrado por el Papa Francisco) puso a toda la diócesis de La Rioja en «estado de beatificación» y extendió «a toda la Iglesia en la Argentina la invitación a unirse con el pueblo de Dios para que los testimonios de Angelelli, Wenceslao, Carlos y Gabriel nos impulsen hoy a prestar “un oído al pueblo y otro al Evangelio”», citando una famosa frase atribuida a Angelelli.
También las biografías oficiales de los próximos beatos están listas y serán leídas durante la ceremonia. Resalta el nacimiento francés de Gabriel Longueville, con todo y su servicio militar en Argelia en 1956, que en ese entonces era todavía colonia francesa. Longueville llegó a Argentina en 1968 como misionero y, después de algunos años, se unió, «con convicción», según precisa su biografía, «al proyecto pastoral de monseñor Angelelli».
«Trató de conocer y comprender a su grey, visitando los pueblos y los lugares más remotos, animando la organización de la Caritas y el acompañamiento de los más pobres y excluidos». Hasta que fue secuestrado por la policía junto con el sacerdote Murias, y con él asesinado.
Este último tuvo un camino muy diferente en el entorno de Angelelli. Murias abandonó los estudios de ingeniería para comenzar la vida consagrada y, mientras Longeville maduraba la decisión de ir de Francia a Argentina en el fatídico ’68, Murias pronunció la confesión simple como franciscano conventual ese mismo año.
El 31 de diciembre de 1971 pronunció la profesión solemne. Después de haber completado la formación filosófica y teológica, el 17 de diciembre de 1972 Murias recibió el presbiterio de manos del obispo Angelelli.
En esos años, el joven Murias entró en contacto con las “villas miseria” de la periferia de Buenos Aires, que evidentemente han anunciado grandes festejos populares con motivo de la próxima beatificación. Murias se mudó a La Rioja para establecerse con una comunidad de la Orden de los Frailes Menores Conventuales.
El vínculo con Angelelli se fue estrechando, hasta el trágico domingo del 18 de julio: mientras estaba cenando en la casa de las “Monjas de San José”, algunas personas que se presentaron como miembros de la policía se lo llevaron y lo asesinaron por la noche con Longueville.
Wenceslao Pedernera, en cambio, era un padre de familia de origen campesino. La biografía oficial de su beatificación lo presenta como comprometido en el ámbito de las cooperativas rurales y en el “Movimiento rural de Acción Católica Argentina”.
Se encontró con el obispo Angelelli durante un curso de formación en la provincia de La Rioja y poco después se mudó con su mujer y sus tres hijas al mismo territorio. Un paso que tuvo consecuencias en su vida.
«En Argentina, en ese momento, este servicio a favor del asociarse solidario de los trabajadores era sospechoso y estigmatizado como subversivo, y por este motivo, particularmente después de la instauración de la dictadura militar, Wenceslao recibió diferentes amenazas con sus familiares».
Entre el 24 y el 25 de julio de 1976, mientras estaba reposando en su casa, fue atacado por un grupo de hombres armados que lo acribillaron frente a su esposa y sus hijas; gravemente herido, murió pocas horas después en el hospital Chilecito, «pero no antes de haber perdonado a sus asesinos y de pedir a su familia que no odiara».
El más conocido de los cuatro es el obispo Enrique Angelelli. Su decreto de beatificación recuerda que le fue encomendada la guía de la diócesis de La Rioja en julio de 1968, en una de las zonas más pobres de la Argentina. Allí desempeñó su acción pastoral siguiendo las huellas de la opción preferencial por los pobres.
La biografía de Angelelli establece una relación estrecha entre el contexto político que se creó después del golpe militar de marzo de 1976 y la persecución que sufrió con sus colaboradores.
Hasta el momento fatal del 4 de agosto de 1976, mientras recorría la carretera nacional 38 (ahora llamada “Ruta monseñor Enrique Angelelli”), a la altura de la localidad de Punta de los Llanos, con el falso accidente automovilístico en el que perdió la vida.
El decreto de beatificación firmado por el Papa también recuerda que con el fin de la dictadura hubo un largo proceso penal que emitió una sentencia por parte de los magistrados. La justicia argentina, efectivamente, volvió a abrir el caso en 2010 después de que varios testigos, personas bien informadas, algunos ex militares arrepentidos, y pruebas aplastantes dejaran en evidencia la falsedad de la tesis oficial del accidente automovilístico.
El 4 de julio de 2014 una sentencia reconoció «la naturaleza dolosa del accidente, organizado por los que poseían el poder político en la Argentina de esos años».
Hay que subrayar que la figura de Angelelli, según se deduce de los últimos documentos tanto de la Iglesia argentina como en las palabras que serán pronunciadas dentro de pocos días en las celebraciones de La Rioja, tiene una relación explícita con el Vaticano II y se conecta con la tradición post-conciliar latinoamericana que cuenta con momentos de síntesis que se desarrollan a lo largo de medio siglo y que llegan a la Conferencia general de Aparecida de 2017, pasando por figuras como la de monseñor Romero en El Salvador.
Angelelli es, pues, situado en la estela de Romero más de lo que sugieren las simples analogías de la muerte violenta y de las denigraciones que sufrieron ambos en vida. A pesar de todo, fue uno de los primeros obispos latinoamericanos asesinados por la violencia política, y su sacrificio ha sido el último en ser reconocido
No hay comentarios:
Publicar un comentario