A 23 años del frustrado asalto a La Tablada, la última aventura guerrillera
El 23 de enero de 1989 un grupo de 42 militantes del MTP intentó copar el cuartel militar del Tercer Regimiento de Infantería Mecanizada con asiento en La Tablada, con el objetivo de evitar un presunto golpe de Estado. Se enfrentaron durante 30 horas a efectivos de la Policía y del Ejército, hasta que finalmente se rindieron. 39 personas murieron, de las cuales 28 eran guerrilleros, 9 militares y 2 policías. Ésta fue la última aventura guerrillera en la Argentina, de la cual aún circulan versiones diferentes.
AGENCIA/CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) El 23 de enero de 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, un grupo de 42 militantes del MTP (Movimiento Todos por la Patria) -liderados por Enrique Gorriarán Merlo- simuló pertenecer al movimiento golpista 'carapintada' y asaltó el cuartel militar del Tercer Regimiento de Infantería Mecanizada 3 "General Belgrano" con asiento en La Tablada, provincia de Buenos Aires.
De ese hecho resultaron 39 personas muertas, de las cuales 28 eran guerrilleros, 9 militares y 2 eran policías. Podría decirse que ésta fue la última aventura guerrillera en la Argentina.
La decisión de tomar el cuartel, según su versión, respondió a una información sobre un supuesto e inminente golpe de Estado que estarían gestando militares carapintadas. Y encontraron su justificación en el artículo 21 de la Constitución Nacional, que establece la obligación de los ciudadanos de armarse en defensa de la Nación, según su interpretación.
Los militantes lograron ingresar al cuartel, pero tuvieron que enfrentarse durante 30 horas a 3.600 efectivos de la policía y el ejército que rodearon la unidad. El Ejército recurrió a la utilización de blindados y al bombardeo del lugar. Los civiles caídos fueron 28 y hubo 3 desaparecidos. La policía y el Ejército tuvieron 11 muertos, la mayor parte a consecuencia de sus propios bombardeos. Las personas capturadas -según testimonios posteriores- habrían sido torturadas.
Al momento de realizarse el ataque en la conducción del MTP se encontraban, además de Gorriarán Merlo, otros que como él habían militado en el ERP pero que habían estado en la cárcel hasta el retorno de la democracia a la Argentina en diciembre de 1983, como Francisco Provenzano, Roberto Felicetti y Carlos Samojedny, que participaron en La Tablada.
La versión del MTP elaborada en las memorias de Gorriarán Merlo es que el ingreso al cuartel por parte del grupo tuvo como finalidad detener un nuevo alzamiento carapintada, que debía producirse el día 23 de enero. Este presunto alzamiento en preparación se habría propuesto no limitarse a los cuarteles sino salir a la calle. El complot también habría incluido, según denuncias de la dirección del MTP al diario Página/12, al militar carapintada Mohamed Alí Seineldín, al entonces candidato a presidente Carlos Menem y a otros dirigentes del peronismo. El lanzamiento de volantes según esta versión sería simplemente una «táctica de guerra» de parte del grupo armado.
Existen otras versiones que indican que el MTP habría sido víctima de una operación de inteligencia del Ejército o de la Junta Coordinadora Nacional del político radical Enrique Nosiglia. Según este razonamiento, los militares habrían alimentado la versión de una conspiración para instigar a la acción preventiva del MTP y así cobrarse cuentas pendientes a antiguos militantes del ERP, reverdeciendo la teoría del carácter agresor de la guerrilla en la represión de los '70 y enalteciendo su propio papel en el mantenimiento de las instituciones frente al accionar renovado de la guerrrilla y, eventualmente, de los propios sectores carapintadas. Quienes señalan a la Coordinadora de Nosiglia aducen que, al denunciar un pacto Menem con Seineldín, la intención habría sido desprestigiar al candidato opositor al radicalismo que se perfilaba como el potencial triunfador en las elecciones de 1989.
# Los hechos
Alrededor de las 6.30 de la mañana del lunes 23 de enero, un camión de Coca Cola robado minutos antes en San Justo derribó el portón de ingreso al Regimiento III de La Tablada. Detrás del camión ingresó una fila de seis autos, y de estos vehículos se inició un ataque armado contra la guardia de prevención del cuartel. Antes del ingreso al cuartel los atacantes, algunos de ellos con sus caras pintadas, arrojaron volantes de un ficticio Nuevo Ejército Argentino mientras gritaban "Viva Rico", relata la investigadora Claudia Hilb.
Y continúa: "el ataque se extendió al resto del Regimiento, al sector de Casino de oficiales y de los Galpones de blindados, donde los atacantes encontraron una importante resistencia. A partir de media mañana ya nadie bien informado ignoraba que los ingresantes no eran carapintadas sino civiles; la presencia de mujeres y de hombres muy jóvenes apoyaba la tesis de una reedición de la guerrilla de cuño setentista".
"Desde el momento en que, a media mañana del lunes 23 de enero de 1989, se comenzó a confirmar la sospecha de que quienes habían irrumpido de manera violenta en el cuartel de La Tablada no eran militares carapintadas sino civiles, hombres y mujeres según toda apariencia ligados al Movimiento Todos por la Patria y en algunos casos antiguos militantes del PRT-ERP, la perplejidad y la consternación cayeron como un pesado manto sobre grandes sectores del espectro político y político-intelectual local. ¿Qué explicación –se preguntaban, nos preguntábamos– podía encontrarse para ese asalto a un cuartel militar en pleno régimen alfonsinista, por parte de integrantes de una agrupación que sostenía, hasta donde era públicamente conocido, un discurso político amplio, democrático y aglutinador de las fuerzas progresistas del país? ¿Qué lógica, qué confusión o desvarío podían explicar ese hecho, a primera vista inentendible, que evocaba inmediatamente reminiscencias del accionar guerrillero de la primera mitad de los 70? ", se pregunta Hilb en otra parte de su investigación.
"De allí en más, la intervención del ejército sería cada vez más violenta y si bien ya nadie creía que el ataque podría resultar victorioso, el desenlace se estiraría hasta la mañana siguiente".
Tal como hemos informado, la versión oficial -de los guerrilleros- se erige fundamentalmente sobre la afirmación de que el ingreso al cuartel por parte del grupo del MTP tuvo como finalidad detener un nuevo alzamiento carapintada, que debía producirse el día 23 de enero. Ese alzamiento, se afirma, tenía su base de lanzamiento en dicho cuartel, y de producirse -según aseguran- habría tenido características particulares que lo harían especialmente peligroso: el alzamiento en preparación se habría propuesto no limitarse a los cuarteles sino salir a la calle y producir una suerte de noche de San Bartolomé, orientada contra dirigentes progresistas. A su vez, ese alzamiento por venir debía ser enmarcado en un complot más vasto, que incluía a Carlos Menem y a otros dirigentes del peronismo, y que colocaba en el horizonte cercano la destitución del presidente Raúl Alfonsín y su sustitución por el vicepresidente Victor Martínez.
En sus Memorias, Gorriarán explicó que la idea "era ganar la iniciativa, parar el golpe y exigir al gobierno firmeza frente a los planteos militares. Pensábamos que con la gente en la calle y los militares aún no movilizados en conjunto se dificultaría mucho la represión posterior; claro que no descartábamos nuevos enfrentamientos pero ya en mejores condiciones. En aquel momento el poder político estaba cada vez más condicionado, el pueblo se sentía cada vez más separado de ese poder político, y los golpistas estaban cada vez más envalentonados. Con La Tablada intentábamos frenar ese proceso y ayudar a un cambio de rumbo que despejara el camino a la democracia".
# Declaraciones del vocero presidencial, José Ignacio López, el 24 de enero de 1989
1. Antes de la visita del Dr. Raúl Alfonsín a La Tablada (11:30 hs)
El Frente de la Resistencia Popular sería quien se atribuye esta operación, fundamentando a través de lo que permito calificar, desde ya, como una patraña y una novela. Aparentemente, una operación destinada –según se lo pretende hacer creer– a defender la Constitución por esta vía inaceptable, como si la Constitución ayer hubiera estado en peligro por vía de otros elementos a quienes allí se les pretende atribuir la responsabilidad que no ha existido en ningún momento, al menos, en la situación de ayer.
Porque allí, como ustedes los habrán visto por alguna comunicación que ha obtenido ayer alguna agencia de noticias, se pretendía hacer creer como que se estaba en vísperas de un golpe y que esto se hacía para salvar a los argentinos de un golpe. Esta es una patraña, una novela.
2. Al regreso de la visita presidencial (17:00 hs)
Periodista: ¿Qué nos puede decir de la visita?
Vocero Presidencial: Éstas son situaciones en las que uno debe confesar que no tiene palabras; no tengo palabras para expresar lo que acabo de ver. Es realmente muy difícil tratar de exteriorizar el sentimiento que a uno le provoca ver la demencia puesta en acción. Ahí vemos lo que puede la alucinación si es que se puede emplear esta palabra para calificar de alguna manera este ataque a mansalva, esta entrega de vidas, esta muerte.
Realmente, los argentinos, creíamos que ya habíamos pagado la cuota de dolor y sangre que toda la sociedad está pagando para construirse. Realmente creo que esto nos puede llenar de estupor y también nos debe estimular el coraje, la decisión, la valentía, la disposición de esos hombres de las Fuerzas Armadas, del Ejército y de las Fuerzas de Seguridad: esos hombres, con cara pintada y sin cara pintada, que se dispusieron a dar la vida para que nosotros podamos seguir viviendo en libertad.
# El ataque en los medios
> Nota de La Nación, 25 de Enero de 1989:
Panorama desolador después del final
Sólo quedaban cuerpos mutilados, municiones dispersas y edificios destruidos donde se había desarrollado un cruento combate.
Ya había sido abierto el tránsito a los vehículos particulares por la avenida Crovara que pasa por delante del Regimiento. Ese detalle y los innumerables curiosos que se comenzaron a congregar por centenares delante de las cámaras de televisión y frente al alambrado del cuartel, pese al agobiante calor, eran los signos de que las dramáticas horas vividas ya habían quedado atrás.
Distribuidos en varios grupos y acompañados por el jefe de prensa del Estado Mayor General del Ejército, coronel Roque Troiano, los periodistas realizaron una luctuosa visita al lugar, minutos después de que el presidente Alfonsín se retirara de allí.
Participaron en la invasión aproximadamente cincuenta delincuentes. Más de veinte fueron abatidos y hay unos diez detenidos. Desconocemos si algunos lograron escapar. Entre el armamento encontrado hay granadas de origen soviético.
En el pasillo que forman esas dos construcciones estaban los cuerpos de tres atacantes abatidos: dos hombres y una mujer.
Los vehículos con que habían ingresado los agresores al cuartel estaban literalmente aplastados, ya que las tanquetas les habían pasado por arriba. La mayoría tenían los baúles repletos de panes de trotyl y de proyectiles antitanques.
Había cinco Renault 12, una camioneta Ford y un Ford Falcon incendiados. También estaba el camión de reparto de gaseosas con el frente totalmente destruido y con el que habían roto el portón de la entrada principal de la unidad militar.
Los edificios de la guardia principal y donde están los calabozos fueron también escenario de las escenas más violentas. Después de los disparos de grueso calibre y con las bombas incendiarias, los dos lugares se incendiaron completamente. Adentro yacían en una habitación los cuerpos de tres personas calcinadas, ubicados uno al lado del otro.
El coronel Troiano confirmó que el segundo jefe de la unidad, el mayor Fernández Cutiellos, tuvo una actuación realmente heroica, tal como se había dicho en la crónica de anteayer. Indicó que repelió la agresión, pero que después de haber caído herido fue liquidado por los subversivos con un balazo en la garganta.
El teniente coronel Jorge Echezarreta acompañó a Fernández Cutiellos en los últimos momentos de su vida. Lo llamé como lo hacía siempre, por su apodo. Me acerqué y me tomó la mano fuertemente al tiempo que levantaba el pulgar de la otra mano para darme a entender que todo estaba bien, dijo el militar con la cara crispada por la emoción.
Tenía burbujas de sangre que le salían por la cara y poco después murió, dijo Echezarreta.
> Nota de Clarín, 25 de enero de 1989
El retorno de la subversión
Como una pesadilla recurrente, la subversión volvió a irrumpir el lunes con estrépito en la escena política argentina.
Los hechos ocurridos en una unidad militar de La Tablada, cuando un grupo de sediciosos copó a sangre y fuego las instalaciones y las retuvo con armas sofisticadas contra la policía provincial y efectivos del Ejército, constituyen un episodio confuso. Pero indudablemente forma parte de la crónica de la subversión, esa crónica que creíamos cerrada para siempre en el país. Se trató, además, de un episodio de inusitada crueldad por los métodos usados en el combate. Y demencial, pues nadie advierte cuál pudo ser en definitiva su propósito ni su objetivo. Todo lo cual no impide que pueda ser apreciada claramente su importancia. Habrá, evidentemente, un antes y un después del 23 de enero.
La guerrilla parecía sepultada tres lustros atrás. ¿Por qué renace? Esta pregunta y sus posibles respuestas llenarán el análisis político de las próximas semanas. Entretanto, sorprende que el Gobierno no haya podido vislumbrar la magnitud del riesgo que se aproximaba y alarma que los insurrectos hayan podido exhibir una libertad tan amplia para agruparse, entrenarse, aprovisionarse y atacar.
La realidad ha mostrado que había una guerrilla esperando en las sombras para operar. Ante ello, será del caso replantearse con todo cuidado el papel de las Fuerzas Armadas en casos de conmoción interna. Es otro tema para el debate próximo. Lo que sí está claro es que necesitamos Fuerzas Armadas integradas a la Nación y conscientes de su dignidad.
Repitámoslo: la Argentina necesita de un gobierno democrático y representativo, consagrado a los fines nacionales. Necesita Fuerzas Armadas preparadas para defender la soberanía en forma idónea e integrada al cuerpo de la Nación.
> Nota de La Nación, 26 de enero de 1989
El desafío más grave y decisivo
El Presidente de la República doctor Alfonsín expresó en su mensaje de anteayer que los episodios vividos en La Tablada constituyen el desafío más grave y decisivo de mi gobierno y que el país se encuentra bajo la agresión de elementos irregulares de filiación ultraizquierdista, con lo cual salió del paso de los sectores que, desde dentro del Gobierno y fuera de él, se empeñaron inicialmente en disimular una filiación que resultaba innegable desde el primer instante.
Hemos podido repeler este acto subversivo –dijo el Presidente– porque hubo hombres en disposición y con la decisión de pelear.
Esta expresión podría aplicarse, también, a la lucha que las Fuerzas Armadas sostuvieron con anterioridad a la restauración del régimen constitucional y el mismo reconocimiento formulado anteayer por el primer mandatario lo merecen por aquellos hechos del pasado cercano.
Porque si es verdad que en aquella lucha hubo excesos y que los responsables debieron ser juzgados y condenados –posición que siempre hemos compartido desde esta columna editorial– no es menos cierto que esos excesos no pueden llevar a ignorar ni los méritos de la defensa contra la subversión ni la existencia de una guerra que no fue declarada ni iniciada por las Fuerzas Armadas.
Cuando el Presidente dijo con referencia a los sucesos de La Tablada ...hubo argentinos que murieron para que otros argentinos pudiésemos mantener nuestra libertad, preservar nuestro estilo de vida, nuestra convivencia... bien puede extenderse ese agradecimiento a los hombres de las Fuerzas Armadas y de seguridad que en los años anteriores al 10 de diciembre de 1983 murieron, igualmente, detrás del mismo objetivo.
El Presidente se refirió, más adelante, al legítimo orgullo de ver a los hombres del Ejército que nuevamente han dado prueba fehaciente de su valentía, de su decisión de defender nuestra independencia y de resguardar, por consiguiente, la soberanía popular. Hay, asimismo, en este párrafo, una palabra clave: nuevamente. Quiere decir que se acepta que el lunes último y anteayer los hombres del Ejército y de las fuerzas de seguridad hicieron lo que ya tuvieron que hacer años atrás.
El Presidente encarna la soberanía legítima de orden constitucional y el Ejército es el brazo armado de la República que lo protege. Así debe ser siempre, y cuando las Fuerzas Armadas y de seguridad entregaban sus vidas en la guerra cruel desatada por la subversión estaban haciendo posible esta realidad de hoy.
> Nota de Clarín, 29 de enero de 1989
Ante otro país
Por Joaquín Morales Solá
La ceguera política de los insurgentes, las características mismas del episodio, plantean todavía interrogantes que los investigadores no pueden responder. Pero, entre todo eso, sobresale la más tenaz y cruel de las preguntas ¿ha sido sólo un hecho loco y aislado o ha sido, en cambio, el principio de una ola de violencia cuya dialéctica le dará una dinámica propia a la política?
Con un ejército nuevamente lacerado por muertos y heridos, la administración y los políticos en general debieron replantear rápidamente su relación con los militares. Ya no es el pasado lo que signa esa convivencia sino el duelo del presente y el estado de necesidad del que advierte un futuro incierto.
Una operación supuestamente rápida y no frontal no necesitaba complicar a dos jefe del nivel de Gorriarán Merlo y Jorge Baños. Si bien la presencia de Gorriarán Merlo es confusa aún, el cadáver de Baños con las armas en las manos elude toda polémica.
Es un caso sorprendente. Baños había logrado perfilar cierta imagen como abogado defensor de derechos humanos y se había abierto paso en publicaciones de centro izquierda o de izquierda como articulista. ¿Por qué mandar al sacrificio a un hombre de esa importancia?
… Recurren al ejemplo de los montoneros, cuando el propio Firmenich debió protagonizar el secuestro y el posterior asesinato del ex presidente Aramburu. Una certeza no es cuestionada por nadie: Gorriarán Merlo fue jefe supremo de esta irrupción guerrillera con el nombre de guerra de Richard o Ricardo, seudónimo el primero que aparece a la cabeza del organigrama de la célula hallado entre las ropas de un sedicioso.
La presencia de Gorriarán Merlo ha desdoblado la investigación. Hombre de extrema confianza del ministro del Interior de Nicaragua y dirigente fuerte del régimen sandinista, Tomás Borge, Gorriarán fue entrenador del sector del ejército nicaragüense que responde directamente a Borge.
Estupor tras estupor
Ese lunes de lágrimas deparó dos sorpresas al presidente Alfonsín. Una de ellas fue que su gobierno se encontró jaqueado por la subversión de izquierda; en verdad, la administración demoró muchas horas en convencerse a sí misma que estaba ante un rebrote del extremismo que asoló la década pasada.
Para las concepciones políticas del Presidente era imposible que el terrorismo se solazara con un gobierno de origen democrático. ¿No había visitado él personalmente a Fidel Castro para reclamarle que frenara el extremismo chileno porque éste le hacía daño al proceso de democratización en el país de Pinochet?
..... Sin mirar el detallismo legal, creó por sí solo el Consejo de Seguridad que, por primera vez en cinco años, reúne en un ámbito común a dirigentes civiles y a la cúpula militar.
Ya no había dos Ejércitos como él había dicho apenas días antes. La reaparición del viejo enemigo abroqueló a los hombres uniformados y quita todo margen a los arabescos internos de unos y otros. La situación en el Ejército ha entrado en un statu quo que no puede modificarse hasta donde llega la mirada.
Expresiones oficiales que trabajaron estos días con jefes uniformados dicen que han advertido un cambio ostensible en ellos: Han encontrado una razón de ser, una mística nuevamente, aseguran. Señalan, inclusive, que hubo oficiales rebeldes que abandonaron su prisión domiciliaria para combatir en las defensa de La Tablada y luego retornar a la anterior condición.
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