GERÓNIMO RULLI |
Cuando las cosas se hacen mal, difícilmente terminen bien. Es lo que pasó con la Selección argentina de fútbol en los Juegos Olímpicos.
Un equipo que se formó "de última" en medio de un caos en la AFA, que se llevó puesto todo y a todos. Los jugadores y el técnico son, quizás, los que menos responsabilidad tiene en la derrota frente a Honduras.
A ellos sólo les cabe lo que no pudieron hacer dentro del campo de juego. Nada más. Todo lo otro es responsabilidad de los dirigentes. Que provocaron la salida de Martino y que no se calentaron por esta competencia.
Nunca hablaron/gestionaron con los clubes europeos para que las figuras que juegan en el exterior como Icardi, Dybala, Funes Mori, Kranevitter y Vietto, puedan estar presentes en Río 2016.
Se lavaron las manos y dejaron toda la responsabilidad de participar a los jugadores. Sólo algunos pocos como Correa y Rulli se plantaron ante sus clubes y pidieron jugar. Los demás prefierieron seguir cómodos en el viejo continente.
Qué decir del juego, del equipo. La verdad es que casi no reviste análisis. Es un grupo que se juntó 10 días antes de la competencia y con un DT que entró por la ventana. Era un milagro soñar con una medalla.
Argentina nunca tuvo juego. Nunca tuvo una táctica y sólo se paró en la cancha para ver lo que hacían los jugadores. Sin embargo, las individualidades no alcanzaron.
Porque el fútbol es un juego de equipo. Aunque algunos quieran hacernos creer que es sólo correr detrás de una pelota.
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