PANORAMA / GEORGIA RATIFICÓ LOS PROBLEMAS
El papa Francisco celebró una misa en un estadio casi vacío en su visita a Georgia, una escena inusual para cualquier pontífice católico habituado a las multitudes.
La Iglesia cristiana ortodoxa pidió a sus seguidores mantenerse alejados de la visita de Francisco, lo que influyó para que muchos no asistieran al servicio y que una delegación ortodoxa tampoco apareciera.
Esta ha sido una de las congregaciones más pequeñas vistas para una misa papal al aire libre durante los viajes al extranjero de Francisco.
Los asistentes a la capital de Georgia, Tiflis, dijeron que la visita del líder católico era buena para el país.
"Este es un evento muy importante, tanto para el país y para los fieles de toda la parroquia católica", dijo Keti Khitarikhvili a la agencia Reuters.
"Él es un verdadero Papa, no es sólo una figura religiosa, sino también una figura muy política. Creo que con esta visita el papel de Georgia crecerá sensiblemente en el escenario mundial".
Con una población católica de menos del 1%, no era un destino obvio para el Papa, quien ha intentado tender puentes con las iglesias ortodoxas para superar las diferencias doctrinales que los dividen desde el siglo XI.
Juan Pablo II visitó Georgia en 1999, y fue tratado como jefe del Estado Vaticano, en lugar de un líder religioso.
Solo el 1% de los habitantes de Georgia profesa la religión católica. La mayoría pertenece a la Iglesia ortodoxa rusa.
Los intentos del Vaticano para reparar los lazos con la Iglesia rusa hasta el momento no se han traducido en una visita a territorio ruso.
Por otra parte, Georgia aspira a ingresar a la Unión Europea y la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
De a cuerdo con la Associated Press, solo unas miles de personas asistieron a la misa en el estadio Meshki, que tiene una capacidad para 25.000 espectadores.
El patriarcado ortodoxo dijo en su sitio web: "Mientras haya diferencias dogmáticas entre nuestras iglesias, los creyentes ortodoxos no participarán en sus oraciones".
"¿Se imaginan lo que sería si un predicador sunita (musulmán) llegara a la Irán chiita e hiciera oraciones en un estadio o en otro lugar?", preguntaba el padre David Klividze.
Sin embargo, el líder de la Iglesia, el Patriarca Ilia, había dado la bienvenida a Francisco el viernes como su "querido hermano" y le dijo: "que el Señor bendiga a la Iglesia Católica de Roma".
El presidente georgiano, Georgy Margvelashvili, asistió a la misa, y otros políticos se mantuvieron distantes debido a la cercanía de las próximas elecciones.
El domingo el Papa tiene previsto visitar la vecina Azerbaiyán, que tiene menos de 300 católicos en su población mayoritariamente musulmana.
Sin embargo, la coexistencia religiosa es un tema importante para Francisco, quien visitó Turquía, de mayoría musulmana, en noviembre de 2014.
DESPEDIDA
"A pesar de nuestros límites y más allá de cualquier distinción histórica y cultural, estamos llamados a ser “uno en Cristo Jesús” y a no poner en primer lugar la discordia y las divisiones entre los bautizados", le dijo Francisco, en la antigua catedral patriarcal de Svetyskhovelie en Tiflis, a Ellas II, Patriarca georgiano, según el relato vaticano de Andrea Tornielli.
En el centro espiritual de la Iglesia georgiana, un edilicio cuya forma actual tiene 1.000 años y que domina la ciudad desde una colina, el Papa fue acogido por Elías II, quien fue a recibir a su huésped a la entrada. Ambos líderes religiosos entraron juntos, teniéndose las manos, mientras un coro cantaba un canto tradicional.
LA CRÓNICA:
"(...) Se nota la enfermedad y el sufrimiento del Patriarca. Francisco y Elías se detuvieron a rezar en silencio ante el edículo de Santa Sidonia, en donde, según la tradición, fue sepultada la santa con la preciosa túnica del Crucificado. Se encendieron dos velas votivas.
El Patriarca saludó a Bergoglio y le dio la bienvenida «a la más antigua e importante iglesia georgiana», que custodia «la reliquia de la túnica de Jesús». Recordó la decapitación de «cien mil cristianos» en Tiflis porque se negaron «en el siglo XIII a pisar los íconos».
«Nuestra unidad —concluyó— se encuentra en la verdadera fe y solo la verdadera fe educa a la humanidad. Quisiera expresar otra vez, Santidad, mi profundo aprecio y el amor fraterno hacia usted».
Francisco, al tomar la palabra, agradeció a los ortodoxos georgianos por su «conmovedor testimonio de fe, que me ha hecho tanto bien. ¡También quiero agradecerles por el buen corazón de los georgianos!».
«La historia de Georgia es como un libro antiguo en el que cada página nos habla de testimonios santos —continuó el obispo de Roma— y de valores cristianos, que han forjado el alma y la cultura del país.
Este valioso libro narra, también gestas de gran apertura, acogida e integración. Son valores inestimables y siempre válidos, para esta tierra y para toda la región, tesoros que reflejan bien la identidad cristiana, la cual se mantiene cuando permanece bien fundamentada en la fe y al mismo tiempo está siempre abierta y disponible, nunca rígida o cerrada».
«El mensaje cristiano —continuó el Papa— (este lugar sagrado nos lo recuerda) fue durante siglos el pilar de la identidad georgiana: ha dado estabilidad en medio de tantas agitaciones, incluso cuando el destino del País ha sido abandonado por desgracia tantas veces amargamente a su propia suerte.
Pero el Señor nunca ha abandonado a la amada tierra de Georgia». Francisco después se refirió a la reliquia más preciosa que custodia la iglesia: «La tierna y compasiva cercanía del Señor está aquí representada de manera particular por el signo de la túnica sagrada», que representa un «misterio de unidad» y «nos exhorta a experimentar un gran dolor por las divisiones de los cristianos habidas a lo largo de la historia: son desgarros reales infligidos en la carne del Señor».
«Por lo tanto —continuó Francisco—, a pesar de nuestros límites y más allá de cualquier distinción histórica y cultural, estamos llamados a ser “uno en Cristo Jesús” y a no poner en primer lugar la discordia y las divisiones entre los bautizados, porque realmente es mucho más lo que nos une que lo que nos divide. (...)".
¿QUÉ SUCEDIÓ EN EL AÑO 1054?
La fecha es simbólica. Es el punto final de una división que se venía gestando durante siglos. En 1054, el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla se excomulgaron mutuamente y así comenzó lo que se conoce como el gran cisma del cristianismo, que aún pervive.
Pero las iglesias cristianas de Oriente y Occidente se habían ido separando desde hacía siglos, sobre todo culturalmente. En Occidente se hablaba latín, mientras que en el Oriente bizantino prevalecía la cultura helenística griega.
La cuestión, sin embargo, iba más allá de lo lingüístico y cultural. El enfrentamiento, además de en las diferencias rituales, se sustenta en cuestiones teológicas o doctrinarias como el concepto de purgatorio y la llamada "controversia trinitaria".
Mientras en Occidente se cree y se reza al Espíritu Santo, que de acuerdo con las corrientes teológicas más extendidas en la Iglesia occidental "procede del padre y del hijo", los ortodoxos prescinden de la figura del hijo.
Es el conflicto por lo que en latín se denomina "filioque" ("y del hijo").
"Esa única palabra ha generado concilios, guerras, malentendidos. Por ella nos hemos peleado un milenio", afirma a BBC Mundo Philip Goyret, vicerrector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.
En cuanto al purgatorio, la Iglesia católica incluye en su credo esta etapa donde las almas purgan sus pecados leves antes de llegar al paraíso, pero la Iglesia ortodoxa la desconoce.
Pero el tema clave de esta relación es el modo distinto de entender la función de quién manda en la iglesia.
El patriarca Kiril mantiene una relación estrecha con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
La función del Papa en la católica se entiende como máxima figura de autoridad.
La Iglesia ortodoxa, en cambio, está dividia en patriarcados entre los que existe una igualdad.
Hay uno, el de Constantinopla, que actualmente ocupa Bartolomé, al que se considera "primero entre iguales".
Bartomolé tiene cierta preeminencia, pero no tiene jurisdicción sobre toda la Iglesia ortodoxa.
Además, su patriarcado, con sede en Estambul y con unos 10.000 fieles, no tiene el peso del de Moscú, que con Kiril al frente suma unos 120 de los 200 millones de creyentes ortodoxos.
La católica, por su parte, reúne a unos 1.200 millones de fieles.
La iglesia ortodoxa rusa siempre ha estado muy vinculada con el poder, ya fuera con el emperador, con el zar o con el secretario general del Partido Comunista durante la era soviética.
Ahora, Kirill, patriarca desde 2009, mantiene una estrecha relación con el presidente ruso, Vladimir Putin. La oposición al Kremlin critica habitualmente la sintonía entre Iglesia y Estado.
El cisma tuvo mucho que ver también con el poder.
En el siglo XI, Europa se estaba evangelizando y comenzaron las luchas por ver a qué iglesia correspondía una determinada misión.
"Ha habido un conflicto de poderes", explica Goyret. Y de alguna manera persiste y es fuente de tensiones.
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