-por Ignacio Pizzo (APe)-
“Es cuco de niños y de no tan niños
su figura triste cruzando el andén,
porque nadie ha visto sus ojos cansados,
la cruz del olvido temblando en sus pies.”
(De “el Viejo Matías” de Víctor Heredia)
(APe).- La naturaleza es sabia, la bestia capitalista también. El consenso sobre lo realizado es casi unánime. El diseño es quirúrgicamente orquestado. Organizadas las neoformas de extermino sistemático bajo un repugnante fascismo con careta progresista, al mismo tiempo se legitima el esquema para vendarse los ojos sin culpas. Las caretas y el lavado de manos, un Poncio Pilato que duerme con su conciencia apañada por la ley.
Matías y su dolor, acuden como último recurso al hospital solo por apaciguar su álgido sentir. Hasta el día de la consulta, la atención sanitaria estaba siendo reemplazada por la perversa analgesia de la pasta base, que es al mismo tiempo caricia para su síntoma y garra despiadada para su sistema nervioso. Llevaba cuatro días de un quijotesco aguante por un traumatismo en el tórax ocasionado por la indiferencia de algún automovilista que se impuso sobre su bicicleta. Él no quiso concurrir a atenderse por guardia ese día, y tiene sobrados motivos, porque la mejor respuesta que encontrará, es la no respuesta.
Ahora hay excusas para dejarlo ir, por un lado acusando dieciocho años, ya es mayor, por otro lado el hospital es de “puertas abiertas”, aunque contamos con el principio de autonomía de la persona, o con la nueva legislación vigente en el área de salud mental, donde quien decide es el usuario. La pregunta es si el usuario afectado por todos los frentes, carente de caricias y nutrientes desde la cuna y con la compañía siniestra de la muerte disfrazada de humo eufórico, se encuentra con conciencia plena para tomar la decisión de abandonar un tratamiento.
Esta práctica iatrogénica de instituir legislaciones que utilizan términos contra-hegemónicos, esperados durante tanto tiempo, no se acompaña de una política concreta y menos de inversión económica, para pasar de un ejercicio represivo y manicomial a una instancia que contemple un proyecto de vida para esa alma herida por las municiones silenciosas que representan las drogas.
En un cable de la agencia TELAM de marzo del 2011 se puede leer que 70 mil jóvenes del conurbano bonaerense son afectados por el consumo de pasta base. Ana Lía Kornblit investigadora del CONICET, ha elaborado numerosos trabajos sobre la situación de las adicciones, con respecto a la pasta base, la menciona utilizando cifras del SEDRONAR, la evidencia es contundente, en el 2005 el consumo aumentó un 200 por ciento respecto del 2001 en chicos entre 13 y 17 años escolarizados. Por otro lado en adolescentes no escolarizados se registra el nivel más alto de consumo. De la misma fuente se obtienen datos del 2007 y para ese año se habría quintuplicado el consumo de pasta base-paco en comparación con los tres años previos, registrándose un crecimiento en la búsqueda de este tipo de estupefacientes por sectores medios de la población. En la ciudad autónoma de Buenos Aires, el incremento que se registró en asentamientos y barrios pobres luego de la crisis del 2001 fue exponencial.
En una contracara que parece irrisoria, y derrama una mezcla de impotencia, furia y por último una anedonia escalofriante, al momento de intentar una estrategia terapéutica con nuestros chicos, nos sorprende un gran agujero negro, al realizar llamados telefónicos que contestan con esperas, desidias o desembocan en las infraestructuras plagadas de podredumbres estatales que albergan el óvulo fecundado de la opresión.
En mayo del 2010 Claudio Izaguirre, presidente de
“El Gobierno bonaerense está ahogando financieramente a las Comunidades Terapéuticas (CT), desfinancia los Centros de Prevención de Adicciones (CPA) en Buenos Aires, además impulsa reformas legales que reducen las condenas al narcotráfico, dicta fallos judiciales que los benefician y presentan al consumo y experimentación de drogas como una etapa más en el desarrollo del adolescente. Todo el panorama blanquea una decisión política y sus efectos ya se hacen sentir” detalló Izaguirre.
Pareciera que siempre hace falta recurrir al método científico, a los datos de la medicina basada en la evidencia y a ese positivismo acérrimo, entonces no cuenta la subjetividad, la visión de las circunstancias que son “...tiempo en carne viva… pero mas de una vez nos llevan a remolque…”, según palabras de Mario Benedetti. La medicina de nuestros tiempos nos despojó de humanidad, nos dejó desprovistos de una caricia sanadora y sólo es apañada por la lógica del mercado.
Matías ya no está en la cama de la habitación. Seguirá en su peregrinaje por los barrios de Lanús hasta que por ahí, lo ultimo que le queda que es su vida de alma en pena, se desplome en la fosa común de los pequeños héroes del anonimato. Su madre debe seguir hurgueteando en el injusto desierto de la culpa que el sistema le imprime a las familias, para no hacerse cargo de ninguna de sus pestes a excepción, claro está, de la población sobrante y peligrosa representada por las huestes de adolescentes pobres que visten disfraces de zombies, impregnados de ese odio que con certeza se transformará en la pesadilla vívida de los que detentan poder, cuando cansados de agonía les arrebaten por asalto el cielo que les pertenece.
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