Natalia de la Sota
por PABLO ESTEBAN DÁVILA
CIUDAD DE CÓRDOBA (Diario Alfil). El peronismo cordobés despejó ayer (lunes 30/03) las dudas que existían sobre su futuro inmediato. Al cierre de la presentación de listas para las elecciones internas, la fórmula Juan Schiaretti – Martín Yaryora será la que dispute la gobernación, procurando retener el poder que Unión por Córdoba detenta desde hace 16 años.
No hubo otros competidores anotados para este tramo; sin embargo, habrá competencia para elegir el candidato a intendente capitalino.
Esteban Dómina deberá enfrentar a Eduardo “Lalo” Barrionuevo en la que, a priori, parece la primer chance seria del justicialismo para llegar al Palacio 6 de Julio con nombres de su propia cantera.
Aunque el panorama del oficialismo contrasta nítidamente con la novela de enredos en que se ha convertido la definición de la fórmula opositora, existen cuestiones que no han sido saldadas convenientemente.
Una de ellas es la postulación de Eduardo Accastello por fuera de la estructura oficial del partido. El intendente de Villa María sigue siendo un peronista de pies a cabezas y, como tal, un hombre pragmático.
Las penosas inundaciones que sufrió la localidad de Idiazábal le permitieron reencontrarse con José Manuel de la Sota en una situación de catástrofe y, como tal, en un contexto de prudente neutralidad política. Ni lerdo ni perezoso, el gobernador lo puso al frente del comité de crisis en el centro de la provincia, algo que, sin duda, fue del agrado de Accastello.
Por esta razón no tardaron en recomponer relaciones (que, por otra parte, nunca estuvieron cortadas del todo) al punto tal que se especuló que el villamariense regresaría a la PJ provincial. Esto finalmente no ocurrió.
Accastello optó por postularse a gobernador por fuera del partido, tal como lo amagó en más de una oportunidad. Hasta último momento, el propio De la Sota ofició de padrino intentando su retorno como candidato a vicegobernador, pero Schiaretti se opuso protestando que el precio a pagar era demasiado alto.
¿Será uno menor tenerlo al frente en una elección general y dividiendo los votos justicialistas?
Las aritméticas schiarettistas deben ser lo suficientemente holgadas como para correr este riesgo. Al igual que el segmento provincial, la presentación de listas para intendente de Córdoba también tuvo su cuota de suspenso.
La concejala Olga Riutort mantuvo una posición ambigua respecto a si disputaría o no las elecciones partidarias, cosa que finalmente no hizo. Pero, a diferencia de Accastello, ella insistió que efectivamente participaría si se le daban las garantías necesarias.
El problema fue que, desde el principio, Riutort interpretó que tenerlas significaba el triunfo porque, mutatis mutandi, su derrota sólo sería posible si el proceso estuviese amañado. Es obvio que su razonamiento no fue ni congruente ni sensato.
Si alguien compite en una interna, va de suyo que uno de los dos resultados posibles es, precisamente, se derrotado, más allá de la neutralidad del procedimiento electoral. Tal vez hubiera sido más genuino de su parte reclamar para sí la candidatura como condición al retorno partidario, aunque tal demanda hubiera sido impracticable si, como finalmente ocurrió, surgían otros dirigentes con similares aspiraciones.
Pese a sus innegables méritos políticos, Riutort demostró que prefiere dividir a la fuerza con la que dice identificarse antes que competir por dentro de su estructura. Podría acusársele, en este punto, de ser otro de los dirigentes que contribuyen al deterioro del sistema de partidos con sus pretensiones personales, pero sería injusto hacerle cargar esta mochila en soledad.
Desde 2001 en adelante, las principales señales que ha emitido la política argentina han sido contrarias al desarrollo de una vigorosa vida partidaria. En su lugar, se ha celebrado el ascenso de solitarias figuras mediáticas como si fueran una auténtica renovación de la política que, las más de las veces, resultaron en grandes fiascos.
No obstante que Riutort no pertenece a esta categoría, sus pretensiones de cumplimiento imposible terminan haciendo el juego a los advenedizos que reniegan de los partidos. La pelea será, por lo tanto, entre Dómina y Barrionuevo, con el aditamento que el apellido De la Sota se encontrará mezclado en la disputa.
La hija del gobernador, Natalia, es candidata a vice intendente del primero, algo que agregará un sabroso condimento a la campaña. Si su fórmula terminase alzándose con el triunfo interno, las elecciones capitalinas contarían, nuevamente, con un De la Sota disputando el poder municipal, tal como lo hizo su padre en el retorno de la democracia.
A pesar de este antecedente tan notable, existe un dato curioso que relativiza la histórica voluntad justicialista por hacerse del triunfo en la ciudad. Luego de De la Sota en 1983, de Miguel Balestrini en 1987 y de César Albrisi en 1995, el peronismo nunca más tuvo un candidato propio a intendente de Córdoba.
Germán Kammerath (1999), Alfredo Keegan (2003), Roberto Chuit (2007) y Oscar “Pichi” Campana (2011) fueron candidatos extra partidarios y, de todo ellos, sólo el ucedeísta pudo cantar victoria.
Vale decir que, después de 20 años, los justicialistas tendrán un representante genuinamente peronista que, por si fuera poco, llegará en un momento asaz propicio. Ocurre que, si como parece previsible, triunfase la fórmula Dómina – De la Sota, el panorama que encontrará será inédito.
Con el oficialismo municipal sin candidato a la vista (Ramón Mestre jura que disputará la gobernación), la elección podría dirimirse entre dos peronistas, uno del partido oficial y la otra a través de una franquicia.
Y, si por alguna alquimia, el actual intendente también intentara la reelección, ninguno de los tres parecería contar con una preeminencia notable por sobre los demás. La gran novedad será, por supuesto, la desaparición del Frente Cívico como protagonista de la próxima campaña municipal, a menos que Luis Juez sorprenda con su postulación para este tramo.
Si esto no ocurriese (existen pocas probabilidades que suceda) la fuerza que en 2003 sorprendió logrando el 60% de los votos habrá dejado de existir electoralmente en el circuito. Pero tendrá en el propio Dómina un legatario inesperado y tardío.
El precandidato peronista es actualmente concejal por aquella fuerza tras haber sido su candidato a intendente en 2011 y, por cierto, es un edil muy destacado.
Tal como le hubo de sucederle con tantos otros dirigentes de valía, Luis Juez no pudo retenerlo a su lado. El senador ha mostrado, en esta notoria capacidad de eyectar aliados, la coherencia que la ha faltado en sus adhesiones nacionales.
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