Mohamed Kuno, presunto cerebro de la matanza
por GIACOMO GALEAZZI
CIUDAD DEL VATICANO (Vatican Insider). «Los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos juntas. El exterminio de los cristianos se da en la indiferencia de las instituciones mundiales».
Dos minutos de prostración, en el suelo, ante el altar, en el silencio absoluto. Con este gesto Papa Francisco comenzó la celebración litúrgica de la Pasión del Viernes Santo, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Después de la lectura del Evangelio, la homilía del padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, que reflexionó sobre los «mártires perfectos».
Los cristianos, subrayó Cantalamessa, «no son solamente las víctimas de la violencia homicida que hay en el mundo, pero no se puede ignorar que en muchos países ellos son las víctimas más frecuentes».
Y añadió: «Es de ayer la noticia de 147 cristianos asesinados por la furia yihadista de los extremistas somalíes en un campus universitario de Kenya. Quienes se interesan por el destino de la propia religión, no pueden permanecer indiferentes frente a todo esto».
Por lo demás, recordó, «Jesús dijo un día a sus discípulos: “Llega la hora en la que quien los mate crea que honrará a Dios”. Nunca en la historia han encontrado un cumplimiento tan puntual como hoy».
Un obispo del siglo III, Dionisio de Alejandría, dejó el testimonio de una Pascua celebrada por los cristianos durante la feroz persecución del emperador romano Decio: «Nos exiliaron y, solos entre todos, fuimos perseguidos y abandonados a la muerte. Pero incluso entonces celebramos la Pascua. Cada lugar en el que se sufría se convirtió para nosotros en un lugar para celebrar la fiesta: un campo, un desierto, una nave, una taberna, una prisión. Los mártires perfectos celebraron la más espléndida de las fiestas pascuales, al ser admitidos al festín celeste».
Advirtió el padre Cantalamessa: «Será así para muchos cristianos incluso la Pascua de este año, el 2015 después de Cristo». Por ello, hay que denunciar «la inquietante indiferencia de las instituciones mundiales y de la opinión pública frente a todo ello, recordando a qué ha llevado en el pasado tal indiferencia».
De lo contrario «corremos el riesgo, todos, instituciones y personas del mundo occidental, de ser Pilatos que se lavan las manos».
Y, subrayó: «los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos juntas: hemos tenido muchos ejemplos recientes. Es Él quien a los 21 cristianos coptos asesinados por el EI en Libia el 22 de febrero pasado dio la fuerza para morir bajo los golpes, murmurando el nombre de Jesús».
El padre Cantalamessa exhortó a «no pensar en las plagas sociales, colectivas: el hambre, la pobreza, la injusticia, la explotación de los débiles. Se habla de ellas a menudo, aunque nunca lo suficiente, pero el peligro es que se conviertan en abstracciones, categorías y no personas. Pensemos más bien en los sufrimientos de los individuos, de las personas con un nombre y una identidad precisas; en las torturas decididas a sangre fría e infligidas voluntariamente, en este mismo momento, por seres humanos contra otros seres humanos, incluso niños».
Entonces, explicó el predicador de la Casa Pontificia, «perdonar con la misma grandeza de ánimo de Jesús no puede implicar simplemente una actitud negativa, con la que se renuncia a querer el mal para quien hace el mal; debe traducirse, por el contrario, en una voluntad positiva de hacerles bien, incluso con una oración dirigida a Dios en su favor».
Hoy «el problema de la violencia nos escandaliza: ha inventado formas nuevas y espantosas de crueldad y barbarie. Nosotros los cristianos reaccionamos aterrorizados ante la idea de que se pueda matar en nombre de Dios», porque «el genuino pensamiento de Dios está expresado en el mandamiento: “No matarás”. La violencia no podrá nunca, ni siquiera remotamente, reflejar a Dios».
Además, observó el padre Cantalamessa: «Jesús venció a la violencia, no oponiendo una violencia más grande, sino sufriéndola y poniendo al desnudo toda la injusticia y la inutilidad. Inauguró un nuevo tipo de victoria. Vencedor porque era víctima». Y nosotros «debemos ofrecer el perdón incluso a nuestros más crueles enemigos».
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