Acuña ensaya la volea ante la mirada de Vera, en La Plata. (DyN)
En La Plata se presentaron el último campeón del fútbol argentino y el siempre complicado Estudiantes, que arrancó el año como uno de los candidatos a dar pelea en todas las competencias.
Las expectativas surgían. Pero no: anoche, ambos equipos entregaron uno de los peores primeros tiempos del campeonato. Los dos llegaban a la cita con variantes tácticas.
El local se paró 3-5-2, pero jugó replegado, sin presionar. La visita volvió al 4-4-2 que tanto rédito le dio, aunque esta vez con Alvarado jugando “de Videla”.
Lo traicionó la costumbre al ex San Lorenzo y pasó mucho más tiempo metido entre los centrales que generando fútbol en el mediocampo. Entonces no tuvo circuitos de juego Racing, porque Acuña quedaba en soledad y Milito aún no recuperó el despliegue que mostró durante el torneo pasado.
No hubo conexiones y fue un festival de pases errados.
A los 15 minutos, Grimi no pudo darle la pelota a Milito desde un lateral; a los 19, Sánchez Miño cruzó la cancha de izquierda a derecha y le dio una asistencia... ¡al cuarto árbitro!; después, Domínguez erró su tercer pase fácil.
El recuento de pelotas regaladas podría llegar a 30 y tal vez sea un número generoso, por lo que mostraron unos y otros en 45 minutos desangelados.
¿Situaciones de gol? Una media vuelta de Ezequiel Cerutti, quien buscó con su movilidad habitual, y un cabezazo de Cabral que tapó Navarro con la punta de sus dedos. El resto fue el obsequio permanente, la pelota a la tribuna y las manos en la cabeza de los plateístas, incrédulos de lo que estaban viendo.
La presencia de Carrillo, aun sin estar muy fino, le cambió la cara al equipo platense. También a Racing le vinieron bien los cambios que hizo Diego Cocca.
Salió Milito, que había aportado poco y nada, e ingresó Brian Fernández, rapidito en ataque. También dejó la cancha Nagüel y entró Camacho para organizar. Entonces se iluminó Jara y armó la gran jugada que terminó en el gol de Sánchez Miño.
Y al ratito, llegó lo que se presumía que podía cambiar el destino de un partido chato. Un error defensivo. Y Bou aprovechó para empatar. ¿Por qué no entró antes Acosta? No se animó Pellegrino.
Y el pibe que jugó en Boca fue importante, aunque el más parejito haya sido Gil, que quitó y distribuyó en el medio. Acosta tuvo en sus pies el triunfo y Saja lo evitó con sus notables manos.
Fue empate, nomás. Pero nadie se fue contento. Maximiliano Uría http://www.clarin.com/
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