AGENCIA / SALUD
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Aunque es prevenible y si se lo detecta a tiempo es curable en el 90% de los casos, el cáncer colorrectal (CCR) sigue rodeado de mitos que atentan contra los pacientes y el diagnóstico temprano.
Por eso, el 31 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Cáncer Colorrectal, con el fin de generar una mayor concientización sobre esta enfermedad que se ubica entre las de mayor incidencia y mortalidad, tanto a nivel global como en nuestro país.
El CCR es un tumor maligno que se desarrolla en la última porción del tubo digestivo, que está compuesto por el colon (intestino grueso) y el recto.
En más del 80% de los casos, se produce primero un pólipo (un crecimiento anormal de las células de la pared interna del intestino grueso) denominado adenoma, que puede crecer lentamente durante más de 10 años.
Si éste se detecta y extirpa de manera precoz, el paciente evita el riesgo de desarrollar cáncer; sino, con el tiempo, puede transformarse en CCR. El 90% de los casos de CCR se producen en personas mayores de 50 años y tiene una incidencia levemente mayor en hombres que en mujeres.
Según el Instituto Nacional del Cáncer (INC), en la Argentina el CCR es el segundo tipo de cáncer más frecuente en ambos sexos, con un promedio de 13.558 casos anuales (sólo es superado por el de mama, con 19.300 casos al año).
En 2012 fue el responsable de 6.958 muertes en el país (11% del total de las muertes por tumores malignos), ubicándose en el segundo lugar luego del cáncer de pulmón.
Los tratamientos estándar para el CCR son la cirugía, quimioterapia y las terapias biológicas. El problema es que los primeros signos y síntomas del CCR suelen ser ambiguos y pueden confundirse con otras enfermedades como el síndrome de intestino irritable o la enfermedad de Crohn, lo que hace que muchos pacientes sean diagnosticados en una etapa tardía, cuando el tumor ya se ha expandido a otras partes del organismo.
En ese punto, la enfermedad es más difícil de tratar y el pronóstico para el paciente es significativamente peor.
Por lo tanto, es vital tomar conciencia sobre los riesgos y realizarse chequeos de manera periódica.
Hay dos formas de prevenir el cáncer colorrectal. Por un lado, mediante la práctica de estilos de vida saludable: con una alimentación rica en frutas y verduras y con bajo contenido en grasas; realizando ejercicio físico de manera regular; evitando el consumo de tabaco y la ingesta excesiva de alcohol.
Por otro lado, se recomienda que las personas sin antecedentes personales o familiares de CCR se realicen a partir de los 50 años un test de sangre oculta de materia fecal de manera anual y que se practique una videocolonoscopía (VCC) de screening a toda la población de 50 años o más, porque el cáncer colorrectal, igual que el de mama, se puede detectar de manera temprana y eso cambia drásticamente el futuro de los pacientes: el hallazgo precoz de un pólipo, su extirpación en el momento y el posterior análisis histopatológico es lo que permite la curación de estos pacientes.
Además, el Programa Nacional de Cáncer Colorrectal, del Instituto Nacional del Cáncer, aconseja que quienes tienen antecedentes familiares o personales de pólipos o CCR vean a un especialista para que les recomiende los estudios preventivos más adecuados.
Y que cualquier persona –con o sin antecedentes– debe consultar de inmediato a un médico ante la aparición de síntomas como sangrado o cambios en la forma de evacuar el intestino, dolor abdominal o rectal frecuente, anemia o pérdida de peso.
Lamentablemente, las pruebas de detección temprana de este tipo de tumor maligno son poco comunes en la región, lo que hace que la enfermedad se suela detectar en estados avanzados.
Con el objetivo de mejorarles la sobrevida, los pacientes a los que se les diagnostica cáncer colorrectal avanzado o metastásico (CCRm) son tratados en un primer momento con quimioterapia, por lo general en combinación con las llamadas terapias biológicas o dirigidas.
Desde la incorporación de éstas (que consisten en la administración de anticuerpos monoclonales) a la primera línea de quimioterapia de elección, el pronóstico de la enfermedad en estado avanzado ha cambiado favorablemente. El primer gran paso en este sentido ocurrió internacionalmente en 2004, con la aprobación del anticuerpo monoclonal bevacizumab (de Roche), y en la Argentina, un año más tarde.
Gracias a toda la evidencia científica recopilada durante más de una década, quedó claro que estos tratamientos consiguen prolongar la sobrevida global con buena calidad de vida a los pacientes en estados avanzados. En 2013 se avanzó un paso más, cuando la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) permitió el uso de bevacizumab en combinación con quimioterapia como segunda línea de tratamiento, esto es, en los casos en los que la enfermedad metastásica empeora o regresa luego de haber recibido una terapia inicial con bevacizumab y una quimioterapia diferente a la que se elige en este segundo intento.
Es que si bien muchos pacientes responden inicialmente al primer tratamiento, hasta en el 50% de ellos el cáncer regresa. Y hasta ese momento no había muchas opciones para brindarles. A partir de esta incorporación, se han logrado nuevamente avances significativos en la sobrevida.
“En los últimos años se ha producido un cambio importante en el pronóstico de los pacientes con cáncer colorrectal metastásico. En tres décadas hemos conseguido duplicar la mediana de supervivencia, que hoy está por encima de los 24 meses, y que en la mayoría de los estudios ya vemos que ronda los 30 meses”, explica la Dra. Pilar García Alfonso, jefa de sección del Servicio de Oncología Médica y responsable de la Unidad de Tumores Digestivos del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, de Madrid.
Y concluye: “El cambio ha sido espectacular. Cuando yo empecé en oncología, el CCR era un tumor que se consideraba quimio refractario y, sin embargo, ahora mismo hemos conseguido cronificar la enfermedad, incrementar la supervivencia, mejorar su calidad de vida y hasta hemos conseguido curar pacientes”.
De todas maneras, las chances de curación más altas ocurren cuando la enfermedad se detecta en su etapa inicial. Y para eso, como ya se explicó, la mejor herramienta es un control anual a partir de los 50 años de edad.
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