JAIME DURÁN BARBA |
por DIEGO DILLENBERGER
CIUDAD DE BUENOS AIRES. "El mal se hace todo junto, y el bien se administra de a poco": es una de las sentencias más célebres de El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo.
Y esa recomendación es tan célebre porque se probó en la era moderna una de las más acertadas del consultor florentino del siglo XVI. Se la podría traducir al siglo XXI: "las malas noticias hay que darlas todas de golpe, para ir administrando luego las buenas".
Vale para gobiernos, pero también para la gestión de crisis de comunicación empresaria: la imagen de Volkswagen estaría hoy mejor si hubiese reconocido de entrada y en un solo acto que todos sus modelos a diésel tenían el software que manipulaba los testeos de emisiones.
El gobierno de Mauricio Macri sorprendió al mundo con una inesperada velocidad para tomar decisiones: cumplió con la promesa de campaña de liquidar inmediatamente el cepo cambiario, derogó casi todas las retenciones a las exportaciones, eliminó los arbitrarios permisos de importación, consiguió promesas de préstamos para darle liquidez al Banco Central quebrado que dejó el kirchnerismo y anunció el fin de los subsidios energéticos para la clase media metropolitana.
La sola enumeración da vértigo. Sus rivales políticos sostenían que todo eso solo se podía hacer gradualmente, y buena parte de la campaña electoral había quedado dominada por el debate de ‘gradualismo versus shock’.
Pero muchos economistas, periodistas y otros ansiosos se preguntan ahora si el gobierno de Cambiemos va a encarar con el mismo vértigo el ajuste del elefante de gasto público que dejó el kirchnerismo y así terminar con el déficit fiscal y asegurar que no haya más inflación en Argentina.
Ese ajuste puede ser una mala noticia para algunos beneficiados del gasto público, que seguramente pondrían el grito en el cielo si se tocan sus intereses. Periodistas bien informados, como Marcelo Bonelli o Ignacio Fidanza, sostienen que el gurú y estratego de Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, desafiando a Nicolás Maquiavelo recomienda que Macri postergue el ajuste para no generar una impronta negativa de su gestión en el arranque.
Seguramente Durán Barba es partidario de otro principio de comunicación, que no se le atribuye a ningún gran pensador, pero no por eso es menos sabio: "no hay una segunda oportunidad para una primera impresión".
¿Podrá postergar Macri el ajuste de un gasto público que se lleva más del 50 por ciento del PBI? ¿Quién tiene razón: Maquiavelo o Durán Barba? Todos los presidentes de la democracia parecieron actuar según el consejo de Durán Barba: Alfonsín esperó dos años para abrazar el Plan Austral de Juan Surrouille.
Menem esperó dos años hasta dar con Domingo Cavallo y su Convertibilidad, y De la Rúa reincidió con Cavallo en su segundo año de mandato. Alfonsín terminó mal, De la Rúa no terminó, y la Convertibilidad de Menem fracasó con De la Rúa en 2001.
¿Qué hubiese pasado con esos presidentes de haber obedecido a Maquiavelo? Vale la pena reflexionar, porque hoy la opinión pública es aún menos paciente que entonces.
¿Le dará tiempo a Macri para dar malas noticias más adelante? Hasta ahora las medidas de su equipo fueron todas buenas noticias y tuvieron buen impacto en la sociedad: según una encuesta de Carlos Fara, el 63% aprueba los primeros pasos de Macri.
Podría ser un punto para Durán Barba. Sin embargo, ese sondeo de los primeros días de la gestión Macri en Capital y GBA también indica que el 59% es consciente de que la situación económica que deja el kirchnerismo es mala, y el 62% ya da por descontado que va a haber un ajuste. No por eso la gente lo anhela: el 72% está preocupado por las posibles consecuencias de ese ajuste.
El sondeo de Fara, bien analizado, le daría la razón a Maquiavelo: el ajuste de arranque es posible, porque la gente ya está resignada. Pero quién le puede discutir a Durán Barba con un consejero del Siglo XVI, si el ecuatoriano hizo ganar a Macri con una estrategia acertada que parecía imposible y contradiciendo al proverbial ‘círculo rojo’ que lo criticaba permanentemente.
Como se ve, la elección ya pasó, pero el debate ‘gradualismo o shock’ sigue tan vigente como entonces, aunque ahora tome la forma de Maquiavelo versus Durán Barba.
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