sábado, 2 de abril de 2016

ATLÉTICO DIO MUESTRA DE SU AMOR PROPIO ANTE UN HURACÁN QUE SE LA HIZO DIFÍCIL HASTA EL FINAL

FÚTBOL / TORNEO TRANSICIÓN

 foto de DIEGO ARÁOZ


LEO NOLI / lnoli@lagaceta.com.ar

El "Globo" fue un digno rival, tan digno que Atlético explotó su intelecto futbolista hasta toparse con el premio mayor. Jugar con la cabeza. Tirarse de cabeza...


Atlético encontró anoche su nirvana, resultado de la liberación de un deseo multiplicado por dos (además de miles de corazones), después de noquear a su némesis contemporáneo, Huracán.

No solo remendó una vieja cuenta pendiente el “Decano” sino también que después de ese 2-1 agónico, forjado a los 95’ de partido en el Monumental, quedó a nada del final de obra de su gran objetivo de la temporada: mantenerse en la elite del fútbol argentino.

Para Tucumán, eso ya es historia, señores. Y para Atlético, ni hablar. Juan Manuel Azconzábal refutó al rato de consumado quizás el triunfo más esperado de todos eso de que lo que ayer fue una prueba de carácter. No, aseguró el “Doctor”.

Habló de profesionalismo, de profesionales, de trabajo. De crecimiento. Le faltó decir al entrenador que su equipo terminó de madurar, de salir del capullo. Porque eso hizo ante un rival con un conocimiento desmedido de sus virtudes.

Huracán no fue nada sencillo. Fue un dolor de cabeza persistente. Sin la pelota, cubrió cuanto espacio quiso explotar el “Decano”. Y con la pelota, ratificó lo que es ser un equipo de la A: jugar a dos toques y cruzar la aduana del medio enemigo con la naturalidad de quien abre la heladera de su casa en penumbras durante la noche.

 Huracán fue un digno rival, tan digno que Atlético explotó su intelecto futbolista hasta toparse con el premio mayor. Fue una olimpíada matemática lo de anoche. Estrategia pura. Pero, además, hubo corazón, ese corazón que manda cuando las paredes parecen irrompibles y la cabeza comienza a fallar.

 Nunca desesperó el “Decano” y con eso ya marcó la diferencia. Porque en cuanto a individualidades los dos tenían para una exposición de arte. Luis Rodríguez capitalizó su condición de ídolo absoluto. Marcos Díaz, de la contra, su percha de arquero casi imbatible.

“Pulguita” lo peloteó como pocos y Díaz respondió, salvo en aquel centro recto del “Torpedo”José Méndez que peinó Cristian Menéndez sobre el cierre del acto uno. Le quedó servida la pelota al señor “99”.

Rodríguez cantó gol. El triunfo fue una consecuencia de tanto intentar ir al cántaro. Claro, la sutileza del cantante de Simoca ofició de apertura de telón de un nuevo partido. Otro. Huracán ya no pudo especular. Salió a buscar el empate y, por qué no, el triunfo.

Atlético, entre Cristian Lucchetti y una zaga central notable con Bruno Bianchi y Franco Sbuttoni, se lo negaron. Díaz hizo lo propio en el otro arco: se atajó todo. Pero todo, eh.

 Entonces, como si se tratase de una regresión de mal gusto, ocurrió lo que en la última derrota de Atlético en el Monumental, allá por noviembre de 2014, precisamente contra Huracán, hace 29 duelos.

 Hubo un remate, un rebote (en Villalba) y la entrada en soledad de Mariano González para picarle la cabeza al anfitrión y poner el 1-1. Era injusto, sí.

 Pero después ya no más, porque Atlético entró a desesperar, a apurar la jugada cuando habiendo hecho todo lo contrario se había quedado con la frutilla del postre.

Pero... Lucchetti salvó una contra mal ejecutada y abrió rápido a Nicolás Romat. Pase a Menéndez, al toro Menéndez. Slalom, amague, punch y pase de billar a Rodrigo Aliendro.

Pausa shaolin y definición con clase. Gol. Golazo. Atlético, a los 95’, encontraba nuevamente lo que nunca debió perder anoche: la victoria.

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