Foto: Claudio Perin / Diario Popular |
(DP) - No hay caso con River. Ni siquiera dejó un margen para continuar sumando excusas que justifiquen su mal andar y sus errores propios disfrazándolos hasta de un modo inconveniente, que durante la semana su presidente debió atemperar.
Un equipo desganado, vulnerable, no importa quiénes fuesen sus once titulares. Un equipo flaco, vacío, con dudas, fácil de absorber física y tácticamente y con apenas destellos de peligrosidad en alguna contra o alguna acción de pelota parada en ataque. Muy poco para un plantel jerarquizado y pensado para ganar todo lo que tenga por delante, como la Copa Libertadores que en horas comenzará nuevamente a desandar tras el fracaso del año pasado cuando era número puesto.
La Superliga no lo registra. Está casi caído de la tabla, en una posición que invita al chiste macabro de sus detractores. Un momento el de River que no sabemos si será capaz de torcer como si nada anterior existiese, cuando comience a jugar en el terreno sudamericano. Porque no es común verlo perder en continuado, no sumar, no pelear arriba, teniendo tamaño caudal individual.
De momento, está individual y colectivamente condenado a fracasar y eso no solo no es bueno, sino que no se condice con nada que hubiese sido capaz de generar Marcelo Gallardo desde la dirección del grupo.
Vélez y sus urgencias por sumar, por escapar a la zona descenso y por encontrar una identidad futbolística con un nuevo entrenador, basándose en una sumatoria de juventud realmente envidiable pero que el contexto hasta hace muy poco era completamente negativo.
Un Vélez que se propuso atorarlo a River, presionarlo arriba, quitarle la pelota y llegarle. Y Vélez fue capaz. Por lapsos, dejó la impresión de que no lo sería. Que el cotejo se le iría en buenas intenciones y en una superioridad sin gol, exponiéndose inclusive a que River, aun en bajísima forma, le acertase una y lo tumbara.
Pero Vélez fue un equipo que no dudó. Que se brindó por una idea de juego donde lo físico juega demasiado, porque requiere mucho ritmo, intensidad y concentración. Cubero mandando atrás aun expuesto a sus conocidas brusquedades.
Juego y dinámica en el medio, pasaje lateral de sus defensores y el intermitente Mauro Zárate de tres cuartos para adelante para generar, encontrando en Robertone y en NicolásDomínguez a dos laderos de buen pie y dispuestos a vulnerar al blando fondo de River, donde solo Pinola apareció con alguna pierna bien puesta haciéndose respetar.
El ingreso de Ponzio fue importante para que River se sostuviese mejor en la zona media. Pero en conjunto, incluyendo a Mora para insistir arriba, no varió en cuanto a sus defecciones. Con once o con diez tras la expulsión de Enzo Pérez. Y Vélez fue.
De la fuente y Matías Vargas perseveraron en una carga por la derecha y el balón cruzado al medio encontró el derechazo justo de Robertone para el golazo del éxito.
El gol que no dejaría dudas de quién debía ganar. Entre tanto nervio, tanta enjundia y también, tanta decepción de alguien no habituado a sentirla.
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