GESTIÓN / IRREGULARIDAD ENQUISTADA
Le adjudican al fallecido boxeador de Parque Patricios, Natalio 'Ringo' Bonavena, una anécdota que viene a cuento del sordo avance de los delitos informáticos en las corporaciones.
Se desplomaba en el banquito del rincón al terminar cada round después de recibir soberanas tundas. El manager no daba abasto para suturarle las múltiples heridas en el intervalo y, mientras tanto, lo alentaba a seguir así porque iba bien.
Hasta que el popular boxeador, que aún groggy tenía chispa, le respondió: “Bueno, entonces vigilá al árbitro porque alguien me está fajando”.
La impunidad y el fraude erosionan las organizaciones, pero más que a acechanzas externas obedecen a camuflajes intestinos.
La alta rotación de personal y la tercerización de servicios que caracterizan a las exitosas gestiones de management han sido modernas fuentes de ganancias, pero a costa de filtraciones de corrupción que comprometen la salud interna y la imagen de las compañías: cuanto más personal tienen, peor es.
Crecen en la región los delitos económicos de los que son víctimas, según detectan encuestas como la frecuente que realiza PwC y la anual de la consultora norteamericana Kroll Global, donde queda claro que en dos de cada tres corporaciones en América Latina reportan fraude y que hay que cuidarse más de los de adentro que de los de afuera, inclusive en el hackeo, que es una actividad ilegal en constante evolución.
Las organizaciones no es mucho lo que denuncian ni lo que previenen para afrontar la corrupción, lo que en gran parte se explicaría en que las deslealtades se manifiestan de arriba hacia abajo y, por lo tanto, optan por el silencio para no quedar expuestos públicamente.
“Es preferible que trascienda hacia afuera que un ejecutivo es alcohólico y no chorro”, suele aducirse. La malversación de activos sigue siendo el principal delito reportado (78% de los casos), gracias a que anida principalmente en economías con inflación y elevada presión tributaria, que se prestan al escamoteo en río revuelto.
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