SOCIEDAD / "SONRÍE, MAÑANA SERÁ MEJOR"
por ENRIQUE CHAIJ
Fuente: http://www.juntosbien.org/
Con el propósito de investigar la capacidad de los vendedores de tiendas, un grupo de especialistas en la materia realizaron una curiosa investigación.
Diversos comercios del ramo fueron visitados por un supuesto cliente, quien en cada caso contaba que había perdido todo su equipaje en un viaje aéreo. Y añadía: "No tengo más que lo puesto; quisiera comprar una camisa".
El resultado del estudio fue sorprendente. Casi todos los vendedores se limitaron a vender apenas la camisa solicitada. Tan solo en la quinta tienda, el empleado se esforzó por venderle al cliente algo más que una camisa, en vista de que supuestamente había perdido todo su equipaje.
Mientras los primeros vendedores se limitaron a su estricta obligación vendiendo una camisa, el quinto empleado supo ver la oportunidad de hacer una gran venta.
La persona optimista sabe aprovechar cualquier buena oportunidad que se le presente. Donde otros no toman iniciativas de progreso personal, porque prefieren la comodidad del menor esfuerzo, el optimista acepta con valor los variados desafíos que la vida le depara.
Prueba tu optimismo con estas preguntas
1. ¿Temes fracasar en algún emprendimiento de tu vida o sabes mantener una mente positiva en cualquier actividad?
2. ¿Te conformas con lo que eres o procuras mejorar tu carácter con esfuerzo constante?
3. En tus conversaciones, ¿dedicas más tiempo para hablar de hechos negativos o prefieres hablar y escuchar sobre temas positivos?
4. Cuando debes cambiar tu rutina diaria ¿lo haces con cierto malestar o lo tomas como una oportunidad para conocer a nuevas personas y nuevas tareas que beneficien tu vida?
Recuperando el optimismo
No siempre el optimismo termina tan bien como hubiéramos querido. Porque quizá fue apenas una ilusión o una pretensión excesiva. Y en tal caso, el final negativo ya se veía venir.
O, a veces, puede tratarse de un contratiempo imprevisto, o de un esfuerzo insuficiente. Algo falló y, aparentemente, el optimismo fracasó.
Sin embargo, un nuevo intento o un cambio de rumbo pueden asegurar el éxito anhelado. Recordemos la siguiente historia: Nicolás Paganini acababa de presentar uno de sus grandes conciertos de violín en el teatro La Ópera, de París.
El concierto había tenido un éxito extraordinario. Fue muy aplaudido por el numeroso público presente.
A la salida, junto a la puerta exterior del teatro, había un pobre hombre de avanzada edad, tocando el violín para que el público que salía le diera alguna limosna.
En medio del gentío, apareció inesperadamente el propio Paganini quien, al ver la indiferencia del público, tomó el violín del anciano y comenzó a tocar una de las piezas que había interpretado dentro del teatro.
Entonces sí, todos se detuvieron para escuchar de nuevo al célebre concertista. Y cuando terminó, el mismo Paganini tomó el sombrero del anciano y, pasándolo entre el público, recogió una abundante suma de dinero que gustosamente entregó al despreciado mendigo.
Algo semejante puede pasarnos a tí y a mí, cuando no nos va bien en lo que hacemos o cuando nuestros esfuerzos terminan en fracaso.
Entonces, nuestro optimismo parece derrumbarse. Pero en esa hora de abatimiento, el Músico divino puede tomar nuestra vida y arrancar de ella las mejores melodías del éxito personal.
Con el paso de los años, es muy común que la gente se torne, inconscientemente, negativa.
Es natural que la persona mayor idealice los días de su juventud, y sienta nostalgia por ese tiempo que no volverá.
Entonces, en medio de su melancolía y sus recuerdos, verá con desagrado muchos aspectos de la vida moderna. Condenará las costumbres, las actitudes y el modo de ser de la gente actual.
La persona que incurre en crítica y pesimismo no está en condiciones de influir favorablemente sobre otros. Más bien, estará sembrando tristeza, decepción y amargura, con lo cual aumentará el enfoque negativo de su vida.
Si tienes tendencia al pesimismo, por tu propio bien, esfuérzate para liberarte de esta flaqueza crónica de tu alma. Deja de criticar y descalificar el buen nombre de los demás, y tendrás mayor satisfacción interior. Abandona tus comentarios desvalorizantes acerca de quienes tienes a tu lado.
El mejor optimista no es aquel que sueña o se ilusiona con mayor facilidad. No. Es un gran error suponer que el optimista es un mero soñador. Sí, sueña, anhela y ambiciona. Pero lo hace con un sentido de proporción, teniendo ideales elevados y, a la vez, conociendo sus limitaciones.
El verdadero optimista es realista y es racional, es decir, que no se mueve por el impulso de sus primeros sentimientos o impresiones. Al escuchar el dictado de su razón, examina las ventajas y los riesgos que pueda tener en cualquier plan de acción.
Él sabe que el verdadero ingrediente de toda decisión es el sentido común. A partir de allí, sabrá qué decidir y qué camino tomar.
El optimista que sólo sueña no va muy lejos. Tal es la suerte del que practica el juego de azar. Juega una y otra vez, pensando que algún día ganará. Pero siempre pierde.
Un tren se deslizaba en rápida carrera por los escarpados montes alpinos. Por momentos parecía que el maquinista había perdido el control sobre el convoy. Los vagones se sacudían como si quisieran descarrilar. Y, desde su asiento, una mujer, llena de temor, alcanzó a ver en otro asiento cercano, a un niño que jugaba despreocupadamente.
Entonces, la mujer le preguntó:
-¿No tiene miedo de que nos matemos por la velocidad que lleva el tren?
-No, señora -respondió con tranquilidad el pequeño-,porque el maquinista es mi papá.
Y la admirable respuesta del niño le infundió confianza y serenidad a la temerosa pasajera del tren.
¡Cuántas veces nos llenamos de temor en el viaje de la vida! Nos parece que nuestros esfuerzos no darán buen resultado, que nuestros problemas no tendrán la solución deseada, o que nuestro matrimonio no recuperará la felicidad perdida.
Y así nos vamos llenando de sombrío pesimismo.
Pero, en medio de tales temores y sacudidas, bien podríamos recordar las tranquilizadoras palabras del niño del relato: "El maquinista es mi papá".
En el tren de la vida, nuestro Padre celestial es el maquinista. Al menos, él desea serlo, si se lo permitimos.
Entonces, el temor da seguridad, el pesimismo se convierte en feliz optimismo y la incertidumbre es reemplazada por una serena confianza en Dios.
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