FÚTBOL / OPINIÓN
POR LOBIZNO
La Conmebol puso a Boca en penitencia pero guarda en sus manos que esconde detrás de la espalda una golosina para cuando acabe el castigo ejemplar. River a cuartos de la Copa y aquí no ha pasado nada.
Dale Bo, dale Bo, dale Bo, dale Boca que no ha pasado nada, canta la hinchada "xeneize" en los momentos de adversidad de un partido y sentencia como sentenció la Conmebol para el caso más bochornoso que a equipos argentinos haya involucrado en la historia de la Copa Libertadores de América.
El periodista Jean-Baptiste Alphonse Karr escribió en una columna publicada en la revista Las Avispas, allá por 1849, aquello de "cuanto más cambie, es más de lo mismo" que luego el italiano GIuseppe Tomasi di Lampedusa adaptó en su obra El Gatopardo (1958) con su "cambiar para que nada cambie" o anunciar una revolución conmovedora para en la práctica conservar intacto el núcleo de las cosas.
Y ese fue el mensaje que anoche cerró un capítulo vergonzoso del fútbol sudamericano.
Boca debe hacer por lo menos un gol y no puede, apenas si se acerca al arco rival y se van 0-0 al entretiempo.
Momento de volver a la cancha. Un grupo de hinchas de Boca lanza un químico en plena manga habitada por los jugadores de River, los quema, les provoca cegueras temporales, jugadores y cuerpo técnico del equipo local quieren seguir, ante la evidencia de que esto no podía ocurrir.
Discuten, amagan a pelearse con los rivales. El público local anuncia que todo será peor. Lanzan un dron con un fantasma.
Llenan botellas con agua y las lanzan contra los jugadores, que sólo podrán irse del campo de juego 2 horas y 24 minutos después de haber tenido que iniciar el segundo tiempo no sin antes, cómo olvidarlo, saludar a los hinchas que, representados por aquel de la manga, provocaron un escándalo que el mundo miró asombrado.
Se anunciaba lo lógico: un castigo ejemplar.
El desarrollo de los episodios era insólito y en esa sintonía falló la Conmebol. Boca eliminado, River a cuartos, un puñado de partidos sin público en la Bombonera, un poco de plata y nos damos la mano. Que tampoco es para hacer de esto un escándalo, che.
¿Cambiar? ¿Qué es eso de cambiar? ¿Sancionar a Boca, el del negocio millonario para todos? ¿A quién se le ocurre?
Ahora, que no se atreva un hincha de un club de segunda línea a lanzar gas pimienta contra los jugadores del equipo rival porque ahí si, ahí sí ¿eh?, ahí se termina la joda y castigamos con todo el peso de la ley y bla bla bla...
La Conmebol, como papá o mamá cuando se pasan de permisivos amparados en el sentimiento, le dijo a Boca "esta vez te la dejo pasar. Te saco de la Copa con todo el dolor del alma porque si no esto será un escándalo pero es la última vez. La próxima no habrá concesiones" y el chico... el chico sabe que es demasiado grande e importante para que ese papá o esa mamá cumplan con la advertencia. No pasará.
"Son las reglas del juego, el fútbol es para vivos", grababa en marzo de 2012 un Juan Carlos Crespi con su particular modo de barrabravear las declaraciones en el marco de la inclusión poco clara del jugador Santiago Silva por parte del club.
El dirigente dejó una marca con aquella frase que ayer funcionó una vez más con la sagacidad de Daniel Angelici en su descargo en Asunción ante el tribunal disciplinario de la Conmebol que valoró los esfuerzos del club por aportar datos para el esclarecimiento de los hechos y presentarse a su vez como querellante en la causa.
El letargo en la oficialización del fallo hacía caer con el paso de los minutos la coartada del fallo ejemplificador, del llamado de Blatter, de los ojos del mundo mirando a Sudamérica. Y cerca de la medianoche, cuando el cansancio de una jornada agitada ya no deja lugar para el pataleo, hubo sanción que dice, básicamente, que ganaron los dos.
Boca por lo que pudo haber sido y no fue (sanción severa a la Bombonera y la expulsión por un tiempo prudencial de competencias internacionales) y River porque pasó a cuartos faltándole disputar 45 minutos ante Boca, como visitante, y con apenas un gol a favor.
Se olvidaron los integrantes del tribunal (el urugayo Adrián Leiza, el brasileño Caio César Vieira Rocha y el boliviano Alberto Lazada; los otros dos no pudieron llegar a Paraguay) del atraco a los jugadores de River, de la bandera que anunciaba el desastre, del dron con el fantasma, de las botellas lanzadas al campo de juego, de la falta de solidaridad entre, al fin y al cabo, colegas de trabajo y de ese saludo final para congraciarse con la hinchada que fue en definitiva el sello que el propio Boca, a través de sus jugadores con los brazos en alto, le puso a esta historia y que la Conmebol legalizó.
Aquí Boca, aquí no ha pasado nada.
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