APe / NOTA DE OPINIÓN
Por SILVANA MELO
(APe).- Se miran como confesándose que no se eligieron. Ella no decidió tenerlo, ser una madre, crear una vida con la que después no sabría qué hacer. El no eligió ese vientre. Ni esa nube blanca que lo invade en algunas horas de tantos días. Pero los dos se tienen. Y son lo único. Lo saben y lo asumen fatalmente. A ella la salvará de la muerte, día tras día. A él, ella le bombea el corazoncito para que crezca. Y corra a cambiar el mundo, no bien camine y se le aleje.
Mientras tanto, a los dos les tocó esta historia. Esta guerra y las esquirlas que les marcan la frente, los pulmones. Y el día que viene.
En el hospital cordobés no le perdonaron que su bebé tuviera restos de cocaína en el pañal. Las frustraciones, como canta el catalán, no sólo se van transmitiendo “en la leche templada y en cada canción”. Las angustias, los desamparos, la profunda soledad también se transmiten. Desde la panza y por el cordón. Desde el mar que lo cobija y por la sangre. Ella aspira por la nariz todo lo que pueda dormirle la tristeza. Bebe todo lo que pueda anularle la memoria. Fuma todo lo que pueda girarle la perilla que enciende la soledad. Y su presencia en esa panza, cualquiera lo sabe o, al menos, lo supone, no fue una celebración. Sino un miedo intenso de no saber qué hacer ni cómo ni con quién.
“La jefa de Toxicología del Hospital de Niños, Nilda Gait, dijo que es alarmante la cifra de bebés recién nacidos –que son analizados en instituciones públicas– que presentan restos de drogas en la materia fecal”, describe la noticia.
La misma médica habla de la edad de inicio cada vez más baja. Los niños se intoxican a los diez u once. Con sustancias que no necesitarían si la felicidad fuera un bien de fácil acceso. Con un aburrimiento que no existiría si en el barrio hubiera más adultos que jugaran y no tantos policías. O gendarmes. O prefectos. O militares, que es lo que parece que se viene. Con una bronca más masticable si alcanzara la comida rica, el amor sin chamuyos y la ternura con la visera hacia atrás.
Y las niñas se embarazan tan pibas. Porque no saben, porque no creen, porque no son conscientes, porque no querían y las hicieron querer, porque son pobres y si no, son mujeres, porque no quieren que él se vaya, porque no se aguantan esa soledad heredada.
Entonces empiezan a ser dos. Y esa semilla, ese retoño que va abultándole el vientre comparte su infierno y el manto con que lo oculta. La angustia y la nube que la anestesia.
El nace, entonces, con restos de cocaína en la sangre. O en las primeras deposiciones.
O ella se la transmite con el pecho, con la leche que él mama de esa ubre universal de la que pende su vida.
O va a dar a luz después de un consumo excesivo del que casi no vuelve, y no da a luz sino a sombras, antes de tiempo, mucho antes del tiempo, un bebé de 500 gramos que no sobrevive. Que no puede sobrevivir.
El 35% de las 75 muestras en el Hospital cordobés dieron positivo. Algo menos de 30 bebés tenían cocaína “en meconio”. Es decir, el primer excremento desde que ingresaron a la vida. “Sobre esas 75 muestras, 26 fueron positivas. De ellas, 13 correspondieron a marihuana, 9 a cocaína y 4 a marihuana y cocaína”.
Otros nacen con síndrome de abstinencia porque su mamá consumió durante la gestación. Ella no podía sola con él. Ambos respiraron el humo de este incendio que no logra derogar la angustia.
La médica Viviana González, directora de la Maternidad cordobesa, habla de síntomas: el parpadeo continuo está relacionado con la crisis de abstinencia, dijo. Bostezos marcados, hemorragias cerebrales, cardiopatías hipertróficas, enumeró. El nacimiento prematuro es un indicio.
Si ella consumió entre las 24 y las 72 horas anteriores a dar a luz, aparece en la orina. Si se detecta en el pelo del bebé, “el consumo es crónico”.
La médica es categórica. “Queremos detectar estos bebés y tratarlos lo antes posible para que nuestros niños no tengan ni muertes ni retardos, ni hemorragias cerebrales. Partimos de una situación de mucha injusticia, él jamás pidió estar en ese lugar”.
Ella tampoco.
Ni la bebé siria, que nació con una esquirla en la frente. Su madre, antes de parirla, sobrevivió apenas a un bombardeo.
Las opciones no son una gracia concedida con generosidad. Ni con afán igualitario.
Menos aun cuando los monstruos que se inventan para encender el control social y la erradicación del descarte son amenazados con todas las fuerzas terrestres, marítimas y aéreas. Que finalmente caerán sobre quienes inexorablemente caen estas maldiciones.
Y nacerán los niños con las esquirlas de esta guerra.
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