POLÍTICA / CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL
El arzobispo de Tucumán, Alfredo Zecca, les dio la bienvenida a los peregrinos y, sobre todo, al cardenal Giovanni Re. “Gracias por llegar al interior de la Argentina. Los tucumanos le abrimos el corazón como nuestra familia”, destacó.
Participaron del acto oficial el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, el vicegobernador Osvaldo Jaldo y el intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro, además del nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, el cardenal Luis Héctor Villalba (emérito de Tucumán), el cardenal Mario Aurelio Poli (arzobispo de Buenos Aires y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina), el cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa (arzobispo emérito de Santiago de Chile), monseñor José María Arancedo (arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina), monseñor Mario Antonio Cargnello (arzobispo de Salta y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina), monseñor Carlos Humberto Malfa (obispo de Chascomús y secretario general de la Conferencia Epis copal Argentina) y monseñor Emilio Berlie (obispo emérito de Yucatán, México).
El enviado de Francisco subrayó: “El Papa está aquí, con nosotros. Me encargó que les dijera que, desde Roma, nos acompaña con sus oraciones y su bendición”. Además, se mostró emocionado por la presencia multitudinaria de los jóvenes, a quienes invitó a seguir buscando la experiencia espiritual.
La organización de la jornada estuvo a la altura del desafío en la Ciudad Eucarística. Los representantes de las diócesis se identificaron con colores diferentes, lo que convirtió la celebración en un festejo alegre y policromático.
Al momento de la homilía, las palabras de Zecca captaron la atención de las decenas de miles de fieles. Fue un mensaje de fuerte contenido político, durante el que abordó temas centrales de la actualidad del país.
El Congreso fue convocado por el episcopado argentino “para dar gracias a Dios por la presencia constante de Jesucristo, Señor de la Historia, en la historia de nuestra Nación”, y “para pedir que los argentinos podamos hacer de esta bendita tierra una gran Nación justa y solidaria, abierta al continente e integrada al mundo”,recordó el prelado.
“Por nuestra Patria Argentina”, es “la súplica que hacemos a Aquél que es ‘Camino, Verdad y Vida’”, aseguró. “La Patria es mucho más que el país o la nación y es necesario que los argentinos volvamos a hablar de Patria, que volvamos a valorar sus signos distintivos: el himno, la bandera, la escarapela”, aseveró.
“Hace ya mucho tiempo que hemos perdido el verdadero sentido del festejo público y popular de las fiestas patrias, en particular, del 9 de julio de la Independencia. Es indispensable recuperarlo y hacerlo vida”, manifestó.
Luego, mostró su preocupación ante “las divisiones habidas, particularmente las de las décadas de los 60’ y 70’, que parecen habernos paralizado”. “No nos engañemos a nosotros mismos, los argentinos no estamos reconciliados”, expresó.
“Reclamamos justicia y está muy bien que lo hagamos. Sin justicia no hay reconciliación posible. Pero justicia no es venganza. Y, además, la justicia debe ser superada por la misericordia”, aseguró.
En el marco del Año de la Misericordia, aseveró que “no podemos pedir a Dios misericordia si no somos misericordiosos. Ser misericordioso es hacerse cargo, con el corazón, de las miserias del otro, como el otro de las nuestras. Y este ser misericordioso debe traducirse en obras concretas, no puede ser simplemente declamado, exige ser actuado”.
También, señaló que “el inicio de un nuevo gobierno abre un horizonte de esperanza. Pero no hay que olvidar que la esperanza es virtud de lo arduo y que, por lo mismo, exige fortaleza. Enfrentamos un momento político, económico y social difícil, con ajustes económicos indispensables pero cuya carga cae de modo desigual en los distintos estratos sociales”.
Afirmó que la política “debe ser recreada para poder llegar a ser lo que por naturaleza debe ser: una forma de caridad”, condenó a “la corrupción, el narcotráfico, la trata de personas, y la degradación moral”, y exhortó “urgentes medidas” a los jueces que estén a la altura de las circunstancias.
“Tenemos que hacernos cargo de los más pobres que no llegan a fin de mes por carecer de trabajo o por tener un trabajo precario que no les da acceso a la salud, a la educación, a un aporte jubilatorio que les asegure una vejez digna”, manifestó.
Si bien el prelado destacó el deber del Estado en estos ámbitos, afirmó que “es tarea de todos. Debemos dejar la avaricia y la mezquindad de lado y ser generosos. Sin justicia y equidad no habrá nunca paz”.
“Basta de mirar hacia el otro lado, basta de indiferencia, de divisiones, de continuas y sesgadas revisiones del pasado. Miremos el futuro con alegría. No es momento para el desánimo sino para el esfuerzo y la renuncia que sostiene la esperanza de un futuro mejor para todos”, aseveró.
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