AGENCIA / OPINIÓN
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Perfil) Veo la vigilia mayoritariamente juvenil en el bunker porteño del Frente para la Victoria y me llaman la atención las distintas apelaciones a la figura de “soldados” en los cantitos.
“Soldados del pingüino”, “Soldados de Cristina”.
Es una generación que no hizo la colimba y se ha mostrado infinidad de veces marcadamente antimilitar, por lo cual no sentirán nostalgia por una cultura cuartelera que hace rato quedó atrás.
Hay quienes, dentro del PJ y de los aliados de CFK, vienen pregonando el regreso al servicio militar obligatorio, pero eso no prendió en ninguna agenda política seria. Y menos social.
En el caso de que se tratara de una reivindicación tardíamente filomontonera de aquellos “Soldados de Perón” a los que el propio Perón echó de la Plaza, el debate debería ser más profundo. Aquella experiencia no fue buena para el país ni para los “soldados”.
Sería deseable que, en el período que se abre, la sociedad argentina (y la juventud en particular, bienvenida a la actividad política) pueda llegar a fondo, a una síntesis constructiva y de cara al futuro sobre todas las aristas de la experiencia guerrillera en la Argentina.
Los “soldados”, de cualquier signo que sean, se caracterizan más por obedecer órdenes de arriba que por crear circunstancias desde abajo.
Ser “soldado” alínea, pero empobrece y resta autonomía, libertad de pensamiento, creatividad.
Ser “soldado” habla de una falsa construcción colectiva, ya que en esa lógica todo termina dependiendo de unos pocos “jefes”.
O lo que es peor: de uno solo
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