Scioli en ROCKEA BA 2015 - FOTO NA GOBERNACIÓN |
por CARLOS CUÉ
CIUDAD DE BUENOS AIRES (El País). Daniel Scioli, el candidato favorito para ganar las elecciones argentinas del día 25, estaba convencido de que era más arriesgado acudir al primer debate presidencial de la historia argentina que no asistir. Y dejó su atril vacío.
Esa ausencia dominó las más de dos horas de un debate histórico entre los otros cinco candidatos, que no desaprovecharon su oportunidad de machacar una y otra vez al “fantasma” de Scioli, mientras las cámaras mostraban su atril vacío.
Sergio Massa, uno de los candidatos más fuertes, utilizó un truco para dar fuerza a la ausencia de Scioli: dejó que el silencio ocupara 20 segundos para protestar por el plantón del candidato oficialista, y el impacto de ese larguísimo vacío inusual en televisión le hizo más daño a Scioli que cualquier crítica.
Argentina sigue siendo el único gran país de América Latina que no tiene debates presidenciales con normalidad, aunque este primero, y único previsto hasta el momento, incluso con la ausencia clave de Scioli, marcó un hito.
El kirchnerismo había decretado que el debate en sí, cuyos temas centrales fueron la pobreza y la corrupción, era el enemigo a batir y el veto llegó al extremo de que mientras la ONG “Argentina debate” ofrecía de forma gratuita la señal del primer gran debate argentino de la historia, la televisión pública decidió no ofrecerlo y programar en su lugar el partido Independiente-River.
Todo estaba pensado desde el oficialismo para sepultar el encuentro y lograr que fuera irrelevante. Pero no lo consiguió. Según los primeros análisis de rating, el debate ganó al fútbol y tuvo un enorme seguimiento en Twitter.
En el entorno de Scioli están convencidos de que la historia se repetirá y sucederá como en 1989. Entonces, causó gran escándalo la ausencia de Carlos Menem en un intento de debate con Eduardo Angeloz, el candidato radical.
Pero Menem ganó las elecciones y Angeloz desapareció. Ante la imposibilidad de debatir con el verdadero rival, el candidato oficialista, los otros cinco mostraron un tono especialmente amable entre ellos, en especial Mauricio Macri y Sergio Massa, los dos principales rivales de la oposición.
El momento clave se vivió hace meses, cuando Macri decidió no pactar con Massa. Ahora ellos se dividen el voto y si Massa resiste, Macri podría no llegar al 30% y eso permitiría a Scioli ganar en primera vuelta –tiene que llegar al 40% y sacar 10 puntos más que el segundo-.
Ayer entre ellos hubo guante blanco hasta el final, cuando Massa recordó que la familia de Macri, sobre todo su padre, uno de los empresarios más ricos del país, vivió de los contratos públicos, y el alcalde de Buenos Aires le respondió: “Te podías haber ahorrado esa chicana que recuerda tus 10 años de kirchnerismo”, lanzándole una pulla, porque Massa fue jefe de Gabinete de los Kirchner antes de romper con ellos.
Fue el único momento picante en un debate muy cómodo, sin repreguntas, sin interrupciones, muy suave, lo que dejó aún más en evidencia la decisión de Scioli de no acudir y desautorizaba el argumento de su equipo de que no acudía porque temía un cruce muy agresivo lleno de descalificaciones y sin utilidad pública.
Los asuntos centrales del debate fueron muy diferentes a los que están dominando la campaña. Mientras el Gobierno insiste en la buena situación económica de Argentina y en los progresos alcanzados estos 12 años de kirchnerismo, los candidatos se centraron en asuntos muy diferentes: la pobreza, el narcotráfico, la corrupción, la inseguridad, la crisis de la educación.
A falta de Scioli, Macri se convirtió en el centro de las críticas de los dos candidatos de la izquierda, Margarita Stolbizer (Progresistas) y Nicolás del Caño (Frente de izquierdas).
Mientras Stolbizer, una respetada diputada que vive “en la misma casa desde hace 20 años” y ha denunciado por corrupción a la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, se centraba en las denuncias que hay contra algunos del entorno de Macri y defendía una fuerte presencia del Estado, Del Caño proponía “nacionalizar las tierras de los 4.000 terratenientes que son dueños de la mitad de la tierra en Argentina, y el gas y el petróleo”.
Macri, el que más tenía que perder en un debate en el que estaba en igualdad de condiciones con candidatos con muchos menos votos, aprovechó para tratar de suavizar su imagen de hombre del mundo de la élite empresarial y lanzar mensajes hacia las clases más bajas, allá donde menos llega este hombre representante de la derecha argentina: “Mi compromiso es una Argentina con pobreza cero, que se ocupa de los que más lo necesitan, de los que esperan que urbanicemos las villas”.
Cada candidato se centró en los perfiles propios, con Massa volcado en discursos muy duros sobre la inseguridad entre los que está la promesa de llevar al Ejército a los barrios pobres para luchar contra el narcotráfico, pero de fondo quedó una sensación de que la oposición, en especial Macri y Massa, tienen una especie de pacto de no agresión para intentar que Scioli no gane en primera vuelta.
Aun así, los kirchneristas están convencidos de que este asunto del debate solo le importa a una parte pequeña de la sociedad muy interesada en la política, pero para la gran masa es irrelevante.
Tal vez por eso Scioli ni siquiera vio el debate y a la misma hora estaba disfrutando de un concierto de rock en el Luna Park, la sala más famosa de Buenos Aires.
Su tranquilidad parece absoluta.
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